10/23/2025
Vivir con un narcisista es como habitar una casa hermosa por fuera, pero con las paredes pudriéndose por dentro.
Al principio todo brilla: te mira como si fueras el milagro que llevaba años esperando.
Te dice que eres única, especial, que nunca había sentido algo igual.
Y tú le crees, porque lo hace tan bien…
porque su amor inicial parece tan sincero que te convence de que esta vez sí será diferente.
Pero luego, sin que te des cuenta, empieza la confusión.
Primero son pequeñas cosas: un comentario que te hace dudar, una broma que duele, una mirada que te resta valor.
Y tú piensas: “quizás soy yo la exagerada”.
Hasta que sin saber cómo, comienzas a caminar con cuidado,
a medir tus palabras, a dudar de tu memoria,
porque él siempre tiene la razón y tú siempre estás “demasiado sensible”.
Después viene la etapa del desgaste.
Te levantas con el corazón apretado, intentando adivinar en qué humor despertó hoy.
Si te hablará con cariño o si te ignorará para castigarte sin decir una palabra.
Te acostumbras a vivir en un campo minado emocional,
tratando de no hacerlo enojar, de no decepcionarlo, de no darle motivos para irse.
Pero los motivos siempre los inventa.
Empiezas a desaparecer lentamente.
Dejas de vestirte como te gusta, dejas de opinar,
dejas de ser tú para convertirte en lo que él apruebe.
Y lo más cruel es que cuando te ve vacía,
cuando logra apagar la luz que tanto admiró al principio,
te acusa de haber cambiado, de no ser “la misma de antes”.
Como si él no hubiera sido quien te rompió a pedazos.
Y luego llega la culpa.
Esa maldita sensación de que todo lo malo es por tu culpa,
de que no sabes amar lo suficiente, de que si fueras “mejor” él sería feliz.
Te convence de que sin él no vales nada,
que nadie más podría soportarte,
y tú, ya tan cansada, tan confundida,
terminas creyéndole.
Hasta que un día, sin fuerzas pero con un hilo de lucidez,
entiendes que el amor no debería doler así.
Que amar no es vivir con miedo,
que no es pedir permiso para existir.
Y aunque duele más que nada, te vas.
Te vas rota, vacía, temblando,
pero te vas.
Después viene la parte más difícil:
reconstruirte sin odiarte,
entender que no fue culpa tuya,
que lo que viviste no fue amor,
fue manipulación disfrazada de cariño.
Y aunque te cueste volver a confiar,
poco a poco recuerdas cómo era respirar sin miedo,
cómo sonreías sin pedir perdón,
cómo brillabas sin tener que justificar tu luz.
Vivir con un narcisista no te mata de golpe,
te va apagando despacio…
hasta que un día, por fin,
decides encenderte otra vez. ✨