20/08/2025
Saben, es complejo… últimamente me he encontrado con historias muy parecidas a la nuestra: centennials que provenimos de una generación rota, cargada de promesas y grandes expectativas. Muchos han trabajado hasta el cansancio, otros han sufrido pérdidas, y muchos más se han desilusionado de un mundo que parecía asegurar un porvenir. En ese sentido, la pandemia no fue más que un catalizador del caos.
Lo curioso es que, aunque los relatos son distintos, comparten un mismo trasfondo: la decepción y los sueños rotos. No es casual que resuene aquella frase: “cuando el hombre ambicioso, cuyo eslogan es ‘César o nada’, no se convierte en César, se hunde en la desesperación”. Me reconozco en ello: hay una parte de mí que se resiste a dejar atrás sus sueños, pero también sé que el flujo de la vida muchas veces nos obliga a aferrarnos a las oportunidades que se presentan.
El verdadero reto, al menos desde mi experiencia terapéutica y personal, es aprender a transformar esos grandes objetivos en direcciones: es decir, en valores esenciales que nos permitan, a pesar del dolor, seguir caminando hacia adelante.
Por último, hace poco aprendí sobre sesgos cognitivos y de he decir que tangan pacientes queridos consultantes, no se dejen llevar por discursos que apelan al sesgo del superviviente:
El sesgo del superviviente (survivorship bias) es un error de razonamiento que ocurre cuando prestamos atención solo a los casos de éxito o a quienes “sobrevivieron” a cierta situación, e ignoramos a todos aquellos que fracasaron o no lograron llegar al mismo punto.
Ejemplo cotidiano
Escuchar solo historias de emprendedores que empezaron sin dinero y ahora son millonarios → e ignorar a los miles que intentaron lo mismo y fracasaron.
Pensar que fumar no es tan malo porque “mi abuelo fumó toda su vida y vivió 90 años” → sin tomar en cuenta a los que murieron jóvenes por fumar.