14/08/2025
Nos vendieron una maternidad perfecta. Nos la pintaron con sonrisas eternas y casas siempre limpias. Nos dijeron que ser mamá era lo más hermoso del mundo y sí, lo es, pero se olvidaron de contarnos todo lo demás.
No nos dijeron que hay días en los que no tenemos ni cinco minutos para nosotras. Que muchas veces comemos paradas, dormimos mal, y aún así nos levantamos como si nada. Que ser mamá también es llorar en silencio, sentir culpa, miedo, dudas y aun así, seguir.
Las mamás que trabajamos llevamos doble carga, aveces sentimos que no alcanzamos, que no damos abasto, que siempre le quedamos debiendo algo a alguien, incluso a nosotras mismas.Y sin embargo, aquí estamos, con objetivos, con sueños, con deseos de crecer. Como mujeres que no se rinden, que quieren ser buenas madres, pero también buenas consigo mismas. Queremos avanzar, sentirnos plenas, independientes, valoradas. Porque no solo somos madres. También somos mujeres, hijas, esposas, amigas, profesionales. Y no deberíamos sentir culpa por querer crecer en todas esas áreas.
No estamos solas. No estás sola.
Si alguna vez has sentido que no puedes más, que necesitas una pausa, que te estás perdiendo a ti misma en el camino, este mensaje es para ti. Eres suficiente. Estás haciendo lo mejor que puedes. Y eso es más que admirable.
La maternidad real no siempre es dulce, pero es poderosa. Nos hace fuertes, resilientes, valientes. Y cada día que decides seguir, crecer, cuidar y luchar, estás enseñando a tus hijos una lección que no aprenderán en ningún libro: que mamá también es una mujer que sueña, que lucha y que se elige.