23/10/2024
Hace algunos años lo vi por primera vez. Me pareció que un hombre que no era de mi pueblo, acudiera a un café del centro de la ciudad a la usanza de los españoles a tomar el café en la barra del establecimiento y conversara con los meseros, mientras fumaba y degustaba unos bocadillos. No era habitual, ya que en mayoría los paisanos ocupan las mesas para conversar y consumir sus alimentos.
Pregunte quien era, me dijeron que era un Español que vivía en la ciudad. Que era normal verlo caminar desde su casa y a su paso conversar con los vendedores ambulantes, con quienes bromeaba y eran en cierta medida con quienes interactuaba, ya que no lo conocían muchas personas. Decían es algo, especial el escoge con quien platicar y no tiene muchos amigos.
Martin Mendoza el papelote, da cuenta en su muro de Facebook del nombre, Domingo Suarez Muniz de la Requejada, aclara que era amigo del poeta Fausto Cruz Padrón. Narra en esa foto que el poeta era uno de sus cuantos amigos. Otro de sus amigos cercanos fue el profesor Víctor Hugo Aguilar Gordillo, quien el día de hoy me concedió una entrevista y su autorización para publicarla.
Don Domingo como era conocido en el pueblo, llegó a Villaflores por ahí de finales de los años 80s. Trabajaba para una compañía que vendía unos microtractores agrícolas. Rentaba para vivir en ese entonces un modesto cuarto del edificio de don Zaragoza Ruiz Moreno.
No hay datos ciertos, de que pasó con el negocio de los tractores mini, lo que es sabe es que desde entonces Don Domingo Suarez escogió a la ciudad de Villaflores como su nueva patria. Busco una casa de tipo vernaculo, y en ella vivió hasta el fin de su existencia.
Vivió de manera frugal, con lo indispensable una estufa de dos quemadores para cocinar sus alimentos, sillas y mesas, lo que se había suficiente eran bastidores, pinceles y botes de pinturas. El español era un artista peculiar dice el profesor Victor Hugo, quien era de los pocos que acudía a ese domicilio, a veces tocaba la puerta de madera y era recibido y entraba a platicar, otras veces aun cuando estuviera el pintor, no le abría la sabia que así era y por supuesto no significaba una ofensa. Aprendió a conocerlo y a respetarlo. Fue de las pocas personas que visitaba el pintor y acudía a comer en su casa por eso sus familiares le tomaran aprecio y también de parte de él, tan es así que, en algunas de sus pinturas, se encuentran ocultos lo rostros del pintor como de sus amigos. Solo a ellos revelo el secreto.
A principios de los años 90 hizo una exposición de su obra en la capital del Estado, seguramente hay datos en los archivos de las autoridades de cultura estatales. Se cuenta que don Domingo siempre pinto para si mismo, es decir que no lo novia el propósito de mercantilizar su trabajo artístico. En esa ocasión un funcionario que asistia al gobernador de la época, quizo quedar bien con el gobernante y le pregunto al artista que cuando valía una de sus pinturas. El contestó que no estaban a la venta, y que como no le había preguntado el gobernante directamente, pues no era posible deshacerse de ese cuadro por ningún precio.
Pasaron los años, siempre me reproche no haberme acercado al artista a conversar con él. Cuando he podido platicar con mi amigo Martin Mendoza se entusiasma al hablar del personaje. Le guarda un recuerdo con admiración y aprecio.
Pero hace unos días, tomando un café me dio la pista completa, y me dio el nombre del profesor amigo del artista. Hoy converse con el, y me concedió el honor, de visitar su domicilio y tener de frente unos extraordinarios oleos de su obra. Son paisajes de esa tierra Zamorana de Castilla y León. Son los riachuelos y las rocas de esos valles con tanta historia románica y medieval. Al estar frente a ellos, es imposible no evocar, como un artista que decide vivir en un pueblo agrícola de Chiapas, alejado de las ciudades con mas registros coloniales o con mayores condiciones para desarrollar su magisterio como humanista, como lo hizo en varias universidades de Colombia en donde vivió.
Vale decir, que aquella oportunidad de hablar con el que desperdicie. Hoy la tengo en su expresión grafica. Fue un encuentro con sus recuerdos fijados en su memoria de infancia y juventud. Son imágenes de la añoranza y la nostalgia. No por ellos, carecen de una gran vivacidad, de colores intensos, de trazos con detalles mágicos. En verdad quede fascinado, con su trabajo. Desde una paloma difuminada, hasta los dos bodegones y no se diga las pinturas de gran formato en donde se aprecia el virtuosismo del artista.
En el tiempo que estuvo en Colombia, trabajó como profesor universitario y estuvo como encargado del departamento de Humanidades. Se le recuerda como un profesor conocedor de la historia de las bellas artes, tenia particular fascinación por la cultura helénica. Su método de enseñanza fue reconocido en el claustro como uno de los mejores docentes en Humanidades. Se adentró en la historia de la cultura Colombiana. Pero un día, llego a Villaflores y se dedico a la pintura hasta el día que sus cenizas fueron entregadas a sus hijos, que en vano intentaron regresarlo a su tierra natal. Sus vecinos fueron los que lo velaron y luego llevaron al crematorio.
Cuando vinieron sus hijos a la ciudad, encontraron una gran cantidad de obra que rescataron y que seguramente se encuentra en otro lugar. No obstante, el espacio donde recobró de su memoria es paisajes fue una humilde casa de este Mesopotámia fraylescana. La última década de un castellano de la Requejada de la provincia de Zamora, queda en la historia de nuestro pueblo. Vayan estas letras de gratitud a Don Domingo que escogió como su terruño final nuestro espacio Villaflorentino.