18/11/2025
Antes de ser creador, Victor Frankenstein fue un niño.
Un niño que esperaba a un padre que casi nunca llegaba.
Su padre estaba ausente durante meses y, cuando regresaba, no traía cercanía ni refugio, sino autoridad fría y distancia emocional. Victor lo observaba tratar con dureza a su madre, y allí aprendió una verdad devastadora:
El amor puede doler, y la mirada del padre no siempre sostiene. A veces hiere.
Su madre se volvió su único puerto seguro. Entre ellos nació un apego fusionado, donde Victor no solo amaba a su madre: sentía que debía protegerla del hombre que debía cuidarla. Allí se quebró el orden del sistema familiar: el hijo quedó en el lugar de la pareja emocional.
Cuando su madre murió, Victor no solo perdió a quien lo crió; perdió la única mirada donde se sentía suficiente. Ese duelo nunca se nombró, nunca se sostuvo, nunca tuvo lugar. Y el dolor se convirtió en obsesión.
La herida se abrió aún más cuando nació su hermano. Victor vio cómo su padre amaba al nuevo hijo con una ternura que él jamás recibió. Entonces creyó algo profundamente doloroso:
El amor existe, solo que no era para mí.
Desde una mirada sistémica, su proyecto científico no fue un simple experimento. Fue un intento desesperado de reparar la historia:
Crear vida para recuperar una vida perdida.
Crear un hijo para reencontrarse con la madre.
Fabricar lo que nunca pudo recibir.
La criatura fue la encarnación de su anhelo más profundo:
ser digno de amor.
El verdadero origen de esta historia no está en el laboratorio, sino en el alma de ese niño sin lugar. Cuando un hijo intenta salvar a su madre, sustituir al padre o demostrar que merece amor, deja de ser hijo y pierde su fuerza vital.
Victor Frankenstein nos muestra lo que ocurre cuando la herida de abandono decide el destino:
Se crea vida desde el dolor, no desde el amor.
Se busca pertenencia en lo imposible.
Se repite la tragedia que se quiso evitar.
Pero esta historia también trae una salida:
No tienes que crear vida para ser amado.
No tienes que demostrar tu valor.
No tienes que salvar a tus padres.
Tu lugar ya te pertenece por origen, no por mérito. (créditos Web)
Qué opinan?