16/05/2023
Un poco de historia…
A finales del siglo XIX comenza a desarrollarse la medicina hospitalaria, muy unida a las clínicas universitarias, y surgió una nueva orientación en la medicina general, más ligada a las ciencias básicas biomédicas y a la experimentación, que recibió el nombre de Medicina Interna.
El internista ha sido considerado, desde entonces, el clínico por excelencia. La denominación de Medicina Interna parece que tuvo su origen en Alemania, en 1880. En ese año, Strumpell escribió el primer tratado de Enfermedades Internas y, 2 años más tarde, en Weisbaden, se celebraría el primer Congreso de Medicina Interna. Con la intención de indicar un campo de la práctica médica en el que los conceptos se basaban en el nuevo conocimiento que emergía en fisiología, bacteriología y patología, así como la exclusión de los métodos quirúrgicos en la terapéutica empleada.
Este nuevo campo también llevaba la connotación de una formación académica y un entrenamiento especializado en el área clínica y terapéutica. Además, estos médicos podían hacer de apoyo con médicos de otras especialidades, para un enfoque más integral en el manejo de los pacientes, así como de servir como diagnosta y referente a otros especialistas.
En términos coloquiales, podríamos decir, la medicina interna la disciplina que trata enfermedades desde el interior del cuerpo y de manera integral, generalmente con medicamentos, en contraposición con la cirugía que trata las enfermedades con intervenciones quirúrgicas.
Actualmente este papel se ha extendido para el control y diagnostico de enfermedades crónico-degenerativas, metabólicas, infecciosas, así como, autoinmunes y cardiovasculares.
