
20/08/2024
El miedo al vacío es una presencia constante en la vida humana, un sentimiento que nos acecha en los momentos de soledad y silencio. Es un abismo interno que, al asomarnos, revela la nada, la falta de sentido, el espacio donde todas nuestras certezas se disuelven. Este horror al vacío no es solo un miedo a la ausencia, sino a la posibilidad de que, en el fondo, no haya nada que sustente nuestra existencia. Sin embargo, paradójicamente, es precisamente este miedo el que a menudo nos impulsa a crear.
El acto de crear surge, en gran medida, como una respuesta al abismo. Al enfrentarnos a la posibilidad de la nada, sentimos la urgente necesidad de llenar ese espacio, de construir algo que le dé forma, que lo haga menos aterrador. Así, la creación se convierte en un intento de domesticar el vacío, de imponerle un orden, un significado, una estructura. Cada obra, ya sea artística, intelectual o emocional, es un puente que tendemos sobre ese abismo, un esfuerzo por transformar la nada en algo tangible y comprensible.
Pero este impulso creativo no solo busca llenar el vacío; también intenta darle un sentido. En cada proceso de creación, estamos intentando dar respuesta a esa angustia existencial que nos provoca el vacío. Buscamos, a través de lo que hacemos, encontrar un propósito, una razón que justifique nuestra presencia en el mundo. Así, el miedo al vacío no es solo un estímulo para la creación, sino también un motor de búsqueda, de exploración interna y externa.
Al final, el horror al abismo interno no nos paraliza; nos moviliza. Nos empuja a no quedarnos inmóviles ante la nada, sino a enfrentarnos a ella con nuestras ideas, nuestras emociones, nuestra creatividad. Y en esa confrontación, descubrimos que el vacío, más que un enemigo, puede ser una fuente inagotable de inspiración y renovación. Crear, entonces, es nuestra manera de resistir el vacío, de no sucumbir a su llamada, sino de transformar el miedo en algo bello, significativo y profundamente humano.
Psic. David de los Santos
Citas al 9934254515