El hombre es grande por su alcance de miras, y por cargar con afán de mejoría su propia condición humana. Por ventura aún existen estos seres que poseen un alma solidaria que reconoce a un hermano en su semejante, y que en la acción de “arrimarle el hombro” honran cabalmente su origen.
Feliciano Wong Ortiz es de esos seres que mantiene viva su raíz, intacta desde la cuna donde los lazos hacia sus semejantes se tornaron indestructibles, porque la educación y la sensibilidad se maman. Y para el doctor Feliciano ayudar al prójimo es un pacto con la vida misma, y con su raza milenaria Olmeca, de la que se siente orgulloso.
Durante la entrevista con este singular personaje en su clínica oftalmológica “Santo Tomás”, nos encontramos con una historia de lucha, esfuerzo y reto frontal al destino, que incluyen sus andanzas como bolero y vendedor de chicles en su época infantil.
Ex presidente del Colegio Médico de Tabasco (2016-2018) y del Colegio de Oftalmología de Tabasco, Feliciano Wong Ortiz, nació en Coatzacoalcos pero el orgullo maternal lo asentaría en Oluta, Veracruz. Todos sus hermanos nacieron en diversos lugares, pues su padre era comerciante y cargaba con la familia, pero Doña Tomasa Ortiz Valdez –fiel al terruño- los registraba en su pueblo. Ya como oftalmólogo llegó a Tabasco en marzo de 1985 (hace 35 años) y desde entonces ha cimentado su reconocida trayectoria; laboró en el hospital de Pemex, ISSET, Hospital Rovirosa, e instaló un consultorio en el Centro y luego en el edificio “Arcelia” en Atasta, propiedad de los hermanos Sibilla Oropesa. Cuando en 1990 en el estado aún se operaba con lupas, el doctor Feliciano coadyuvó al avance oftalmológico al realizar cirugías con microscopio, tal como había aprendido.
Al concluir el bachillerato en la Ciudad de Guadalajara, pretendía estudiar Contaduría, pero incidentalmente se topó con un libro llamado “Médicos de cuerpo y Alma” de Taylor Cadwell, y su lectura determinó su ingreso a la facultad de Medicina en la Universidad Autónoma de Guadalajara, después realizó el internado en el IMSS de Saltillo, Coahuila, donde entabló amistad con compañeros de la UNAM, quienes le contagiaron su ánimo de hacer el servicio social en el Hospital General de México, del que hablaban maravillas. El novel médico no logró ingresar a Medicina Interna, pero cumplió el objetivo de quedarse condicionado al servicio de Hematología.
Ahí en el hospital trataba con enfermos terminales, con leucemia, linfomas y mieloma múltiple. Enseguida de esa área estaba la unidad de oftalmología y veía que los pacientes salían contentos de las cirugías y anhelantes de ver de nuevo el sol ¡Y ahí Se decidió!:
Concluyó su residencia rotatoria de un año en el Centro Médico La Raza, y luego cursó la especialidad en el Instituto de Oftalmología “Conde de Valenciana” en la colonia Obrera de la Ciudad de México. Al salir del instituto fue contratado como oftalmólogo por la paraestatal Petróleos Mexicanos en Minatitlán. Luego dio el salto a Villahermosa.
Deportista desde sus años mozos, el doctor Feliciano considera que el deporte es esencial en el cuidado de la salud, durante casi 20 años jugó futbol como delantero en varios equipos de la Liga Inter Médica de Tabasco, entre ellos los Pejelagartos, Delfines, y Espermatozoides; hace como 12 años me lastimó el hombro en dos ocasiones y hasta ahí llegó. Ahora practica ping pong (tenis de mesa) regularmente y corre diariamente para mantenerse en forma.
Sin embargo, acota el médico que no solo el deporte es importante para la salud, lo primordial para una salud plena es la ingesta adecuada, equilibrada y suficiente, pues cubre así nuestra necesidad nutricional; el año pasado publicó un libro al respecto: “Vive bien, comiendo mejor”. En él, remarca que debemos evitar consumir los alimentos alterados, sintéticos e imperecederos, que contengan colores y sabores artificiales, conservadores, y los alimentos transgénicos. Sin duda, estos representan los “cuatro jinetes del apocalipsis nutricional” y que derivan en graves enfermedades, como la obesidad, diabetes, y enfermedades cardio vasculares. El destacado galeno nos recuerda que somos lo que comemos, y nuestros antepasados lo sabían muy bien pues rara vez se enfermaban, y disfrutaban de una vida plena y longeva.
Respecto al servicio público, advierte que este permite estar cerca de la gente y percatarse de sus necesidades. Durante los casi once meses que sirvió a los habitantes de Centro, y al recorrer las comunidades en su apoyo, vio con tristeza la gran necesidad que se sufre en todos los ámbitos: la falta de empleos, de proyectos productivos, niños sin acta de nacimiento, sin acceso a la salud y hasta con hambre.
Con una gran calidad moral para opinar, el doctor Wong Ortiz señala que se debe aspirar al cargo público donde se tenga la oportunidad de ayudar verdaderamente a la gente, de echar a andar proyectos de beneficio colectivo, pues hay muchas maneras de luchar contra la desigualdad social.
Recalca que algunos administradores públicos han olvidado que se deben a la ciudadanía, y se centran en los intereses propios y de unos cuantos. Sin duda –enfatiza- la respuesta estará siempre en ayudar a los más necesitados para que tengamos una sociedad más justa, pero esto se logrará cuando todos juntos desterremos la corrupción y la impunidad.
Al enviar un mensaje de aliento y esperanza, Wong Ortiz declara convencido que la sociedad es dueña de su propio destino y tiene derecho a una existencia mejor, basada en sus derechos, entre los que radica la atención a la salud. Haciendo énfasis en que debemos cambiar los hábitos alimenticios para dejar de ser un país de enfermos, apreciar la dieta de nuestros antepasados que era muy saludable en los aspectos básicos, en su preparación higiénica, y la ingesta equilibrada de proteínas, vitaminas y en menor grado los carbohidratos.
El doctor Feliciano Wong Ortiz continúa conservando intacta su pasión por lo que hace, por ejemplo su afición por la lectura y su interés por la situación social y política del país. Y sigue entregado a su noble tarea de procurar la salud de la sociedad tabasqueña, honrando cabalmente su origen de hombre de bien.