18/07/2025
Fasciitis plantar.
FASCITIS PLANTAR: CUANDO CADA PASO AL LEVANTARTE SE CONVIERTE EN UN DOLOR QUE GRITA DESDE LA PLANTA DEL PIE
Te despiertas. Te sientas en el borde de la cama. Pones los pies en el suelo… y el primer paso duele como si algo dentro del talón estuviera desgarrado. Caminas unos minutos, el dolor cede un poco, pero vuelve con fuerza después de estar mucho rato sentado o al final del día. No hay heridas visibles. No hay moretones. Solo ese dolor punzante, persistente, que aparece en cada paso como una punzada escondida. Y aunque parece una molestia menor, lo que ocurre en realidad es una inflamación crónica que puede cambiar por completo tu forma de caminar: fascitis plantar.
La fascia plantar es una banda gruesa de tejido conectivo que recorre la planta del pie, desde el talón hasta los dedos, y funciona como un amortiguador que da soporte al arco. Cada vez que das un paso, esa fascia se estira y absorbe el impacto. Pero cuando la tensión es excesiva —por sobrepeso, calzado inadecuado, pie plano, actividad física intensa o incluso por estar muchas horas de pie—, comienza a inflamarse. Y esa inflamación no solo duele: desgasta.
Con el tiempo, la fascia pierde elasticidad, aparecen microdesgarros, y el dolor deja de ser ocasional para volverse crónico. Muchos lo describen como pisar sobre una piedra invisible, o como una cuchilla que atraviesa el talón con cada paso al despertar. Lo complejo es que, en su fase inicial, la fascitis plantar puede ser subestimada. El reposo momentáneo mejora el dolor, pero al retomar la rutina, todo vuelve. Y el ciclo se repite.
Además, si no se trata a tiempo, el cuerpo comienza a compensar. Cambias la forma de caminar, pisas distinto, fuerzas otras articulaciones. Y lo que comenzó en el pie puede terminar generando dolor en las rodillas, las caderas o la espalda baja. A veces incluso aparece un espolón calcáneo, una calcificación que agrava el cuadro y hace que cada pisada se sienta como un golpe directo al hueso.
El tratamiento busca reducir la inflamación y liberar tensión: estiramientos específicos, fisioterapia, plantillas ortopédicas, cambios en el calzado y control del peso. En casos más severos, se recurre a infiltraciones, ondas de choque o cirugía. Pero lo más importante es no normalizar el dolor al caminar. Porque caminar debería ser natural, no una lucha silenciosa.
Y si alguna vez escuchas a alguien decir que ya se acostumbró a ese dolor al levantarse, que cree que es por la edad o por usar sandalias planas todo el día… tal vez la pregunta no sea cuánto le duele,
sino cuánto tiempo ha estado ignorando lo que su propio cuerpo ya no puede seguir sosteniendo paso a paso.
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