29/07/2025
Un adolescente nunca deja de necesitar cariño… solo deja de pedirlo.
Muchos padres creen que su hijo ya no quiere afecto porque ya no lo busca. Pero la verdad es que ha dejado de pedirlo porque aprendió que no va a recibirlo.
A los tres años te abraza sin parar.
A los trece, te empuja… pero con el corazón temblando por dentro.
Y si en ese momento no eres tú quien lo abraza, si no haces a un lado tu orgullo, si no cruzas ese muro invisible que levantó por miedo, el vínculo se enfría.
Después de una pelea, él se encierra. Tú te sientes herido y decides no acercarte.
Pero mientras tú esperas que él dé el primer paso… él está del otro lado, mirando el techo, con una duda que le duele más que cualquier castigo:
¿Y si ya no me quiere como antes?
Muchos adolescentes parecen rechazar el cariño…
pero en realidad no saben cómo recibirlo sin sentirse débiles.
Y muchos padres se alejan por orgullo, por miedo al rechazo, o por creer que ya no hace falta.
Pero sí hace falta.
Y mucho.
Un abrazo, una palabra breve, una mano en el hombro…
pueden calmar a un adolescente que se siente roto.
No es perder autoridad.
Es recordarle que, incluso en el conflicto, el amor no se va.
Porque cuando el amor se guarda por orgullo, se siente como abandono.
Y ese abandono deja heridas que se arrastran por años.