18/07/2025
¿Y si nos cuestionáramos un poco la forma en que tratamos a los recién nacidos?
Nos han dicho tantas veces que si los cargamos mucho se van a malacostumbrar, que hay que enseñarles desde el primer día a dormir solos,
a calmarse sin brazos, sin compañía.
Pero, ¿y si en vez de apurarlos a adaptarse a este mundo tan ruidoso y abrumador, fuéramos nosotros quienes aprendiéramos a adaptarlo para ellos?
Si tuviéramos más presente que el cuerpo de mamá sigue siendo su hogar, tal vez no veríamos su llanto como un berrinche, sino como un pedido desesperado por volver a lo único que conocen: ese lugar tibio, seguro y lleno de olor a mamá.
Un recién nacido no necesita brazos extraños ni luces ni ruidos, necesita calma, cuerpo, presencia. Necesita menos estímulos y más mamá.
Intentemos mirarlos desde el vínculo, desde esa necesidad profunda y legítima de amor.