29/10/2025
La Mitad del Silencio, desde el sentir impotente de un hemipléjico; Por GalenoSapiens
En el día mundial de lucha contra el accidente cerebrovascular.
Han pasado doce lunas desde que mi mundo se partió en dos, desde que nació la desobediencia de mi parte derecha del cuerpo. No fue con un estruendo, sino con un susurro pérfido en la profundidad de mi cerebro. Un cortocircuito en la central de mando. Y desde entonces, habito un cuerpo que es a la vez mío y ajeno. Un territorio ocupado.
Esta cama es el campo de batalla donde mi voluntad ha sido derrotada. Miro hacia mi lado derecho y veo un brazo, una pierna. Los reconozco por la memoria, por el tacto de la sábana que los cubre, pero han dejado de ser mis embajadores en el mundo. Son pesos mu***os, esculturas de carne inerte que debo arrastrar. La orden de mover un dedo, un impulso que antes era tan natural como respirar, ahora se pierde en el vacío entre mi intención y el músculo. Es una traición silenciosa y absoluta. Mi mente, intacta y clara, grita órdenes a un ejército fantasma. La impotencia no es un sentimiento; es una jaula de carne y hueso.
Y luego está la voz. O la ausencia de ella. La afasia. Este es el tormento más exquisito. Tengo un universo de pensamientos dentro, filosofías, recuerdos, canciones, la necesidad de decir "te quiero" o "tengo frío". Pero cuando abro la boca, lo que sale es un jeroglífico torpe, un sonido emborronado que avergüenza incluso al aire. Las palabras, esas herramientas que forjé durante toda una vida, se han convertido en mis carceleras. Sé la palabra exacta, la veo con perfecta claridad en la galería de mi mente, pero cuando trato de entregártela, se deshace como arena entre los dedos. Me reduzco a gestos, a sonidos guturales, a la mirada suplicante de un animal atrapado. Me ves forcejear con una sílaba y piensas que estoy confundido. No lo estoy. Estoy prisionero.
Ustedes, los de las batas blancas, que maniobran con siglas y pronósticos: no vean solo un caso clínico, un "ictus hemisférico izquierdo con hemiplejía y afasia de Broca". Detrás de esos términos hay un ser humano que asiste, aterrorizado y lúcido, al naufragio de su propia autonomía. Su prisa es comprensible, pero no subestimen el poder de una explicación pausada, de una mirada que sostenga la nuestra. Ustedes son los cartógrafos de este desastre. Ayúdennos a entender el nuevo mapa de nuestros cuerpos.
Y ustedes, familia, los que me miran con una pena que duele más que la parálisis: no me traten como si ya estuviera mu**to. Esta mitad que no responde no es un ataúd. El "yo" sigue aquí, íntegro, batallando detrás de los escombros. Su paciencia es el oxígeno que me mantiene con vida. Su impaciencia, el recordatorio más amargo de mi carga. No completen mis frases con exasperación. Adivinen conmigo. Luchen conmigo. Permítanme el doloroso privilegio de intentarlo, aunque el resultado sea un balbuceo. No llenen mi silencio con su ruido; ayúdenme a reconquistar mi voz, palabra a palabra rota.
Aquí yace la verdad más cruda, la que duele en el alma: esto era evitable. Este in****no de dependencia y silencio no cayó del cielo como un rayo caprichoso. Llegó cabalgando sobre la presión arterial que ignoré, el colesterol que subestimé, el ci******lo que creí un consuelo, la vida sedentaria que justifiqué. Llegó susurrada por el estrés que normalicé como una medalla. No fue un evento fortuito. Fue una sentencia escrita a lo largo de años con la tinta de mis negligencias.
Hoy, en este día conmemorativo, no me levanten una estatua. No hagan un minuto de silencio. En cambio, háganse una promesa. Médicos: luchen con uñas y dientes contra la complacencia en la prevención. Pacientes potenciales (que lo somos todos): escuchen los gritos de alarma de sus cuerpos antes de que el silencio se instale para siempre. Familiares: exijan a sus seres queridos que se cuiden, que el amor a veces debe ser incómodo y insistente.
Mi cuerpo es ahora un monumento a lo que pudo ser y no fue. La mitad que yace inmóvil es la tierra yerma de mis malas decisiones. La voz que se ahoga es el eco de las advertencias que no quise oír.
Que mi lucha, mi rabia silenciosa y mi impotencia les recuerden la fragilidad sublime de un latido. La vida es un hilo neuronal, finito y precioso. No esperen a que se rompa para entender su valor.
GalenoSapiens
Con la tinta de la víctima del evc.