10/03/2025
"El Traductor de la Luz Oculta" Oda al Radiólogo; GalenoSapiens
El radiólogo no mira: “descifra”.
En su reino de sombras luminosas, donde los cuerpos se desnudan sin pudor y los huesos cantan sus secretos en escala de grises, él es el único que habla el idioma de la luz que atraviesa, de los ecos que delatan. Su herramienta no es el bisturí, sino el fotón rebelde que se atreve a violar la opacidad de la carne.
La anatomía, para él, no es estructura: es un poema escrito en negativo. Cada tomografía es un pergamino de vértices y vacíos; cada resonancia, un mapa de tormentas magnéticas donde el cáncer se esconde como una herejía. Sus manos no palpan órganos: navegan cortes axiales y coronales, siguiendo el rastro de un tumor que se mueve como niebla tóxica entre tejidos. No diagnostica. Traduce lo que el cuerpo grita en silencio.
El ultrasonido no es técnica: es brujería científica. Con un transductor y ondas que vibran más allá del oído humano, convierte el útero en cuna transparente, el hígado en paisaje de ecos. Allí, entre quistes y cálculos, lee el futuro en las sombras líquidas. Un quiste no es un hallazgo: es el susurro de una amenaza; un derrame pleural, el llanto ahogado de un pulmón que se hunde.
Pero su poder supremo yace en la frialdad sagrada de su mirada. Mientras el cirujano corre y el internista duda, él permanece inmóvil frente a pantallas que despliegan universos paralelos. Un nódulo pulmonar no es "algo": es el prólogo de un duelo a muerte. Una fractura oculta no es línea blanca: es el instante en que un anciano perdió su independencia. Él no tiene derecho a errar. Cada informe que firma es un veredicto escrito en el lenguaje de los dioses que ven a través de las paredes.
Critican su distancia. Lo que no entienden es que el que mira diez cuerpos por hora aprende a borrar el rostro para ver el alma. Cuando encuentra una metástasis en hueso ilíaco, no ve células: ve a una hija que cancelará su boda, a un padre que olvidará cómo sostener un lápiz. Pero no llora. “Calcula milímetros”. Mide la progresión como si midiera el avance de un ejército de tinieblas. Y cuando inyecta contraste, no sigue protocolos: tiende puentes entre lo visible y lo condenado.
En la TC de tórax de un COVID, no hay neumonía: hay un campo de batalla donde los alvéolos mueren ahogados en su propio miedo. En la RM de cerebro de un epiléptico, no hay hipocampo: hay un mar eléctrico que olvidó su ritmo. El radiólogo no interpreta imágenes: lee el libro de arena donde cada grano es un destino.
No hay gloria en su trabajo. Sus victorias son informes que otros médicos archivan, hallazgos que se celebran con un "gracias" rápido en el pasillo. Pero cuando el cirujano extirpa un tumor a tiempo, cuando el oncólogo ajusta la quimio gracias a su estadificación, él ya está en otra sala. Observando. Comparando. Descifrando.
Y cuando la noche cae y el hospital duerme, sigue allí. Entre las sombras azules de las pantallas, su rostro iluminado por la luz de mundos ocultos. Sabe que mañana habrá más cuerpos por violar con rayos X, más madres cuyos ojos le suplicarán "dígame que no es nada". Él no promete. Revela.
Porque en el principio fue la oscuridad.
Luego, la luz que hiende.
Y en medio, alguien que aprendió a leer entre los pliegues de lo invisible.
GalenoSapiens
Dr. Nelson Javier Cruz Morales
Médico Internista.