28/03/2025
El tiempo de la ausencia
Fuertísimo irse así, de golpe, como si la vida no fuese más que una hoja desprendida por el viento. Para los que quedamos, la muerte es un abismo sin explicación, un eco que rebota en las paredes de la memoria. Pero para él, quizá fue lo justo. Aun así, sigo pensando que fue demasiado pronto, al menos para mí. Para él, lo sabré en ese reencuentro que nos promete la incertidumbre, o quizás entre sueños, en ese lugar donde lo real y lo imposible conversan sin contradicción.
Dicen que el duelo es un mar, y que hay que aprender a navegarlo sin querer huir, sin soltar la cuerda que nos une a la pérdida. Como todo en la vida, es un arte. Un arte cruel y necesario.
Me sorprendo al descubrir la inmensidad de mi padre en los demás. Era un hombre grande. No solo en su cuerpo, en sus manos, en su presencia. Era grande en su bondad, en su humor, en su responsabilidad sin aspavientos. Grande, pa. Tan grande que su ausencia ahora no es un vacío, sino una presencia distinta, una sombra que acompaña los días.
La paradoja es evidente: nunca había sentido tanto dolor, y, sin embargo, nunca había recibido tantas muestras de amor. Los días son una escalera de la que no se ve el final, un vaivén entre el abismo y la luz. Imagino que, con el tiempo, este subir y bajar encontrará su ritmo y la ausencia aprenderá a ser un murmullo, en vez de un grito.
El duelo nos hunde, nos arrastra a profundidades que no sabíamos posibles. Pero en esas profundidades también aparecen luces inesperadas: los verdaderos afectos, las manos que sostienen, los silencios que acompañan sin exigir palabras.
Encontraré formas de seguir hablándote, pa. Pero ninguna será suficiente. Porque de ti y de mamá vengo, porque ustedes son la casa primera, la patria original.
Tener un padre grande como tú es un privilegio, pero también una condena: cuanto más alto el amor, más hondo el dolor. Y tú no querías esto, pa, pero así es la vida. Aún así deseo gritar que tenerte como padre fue un privilegio inconmesurable.
Aprenderé pa, aprenderemos juntos. Sin la premura, te ruego que me enseñes, una vez más a encontrarnos, como siempre lo has hecho.
Gracias por tanto AMOR!