04/07/2024
“Todo aquello que el hombre ignora no existe para él. Por eso el universo de cada uno se resume al tamaño de su saber”. Esta es una frase atribuida a Einstein que nos sirve para pensar la pasión de ignorancia del yo y el análisis como lo que permite el pasaje a la pasión del saber y del deseo.
El yo tiene la ilusión de saber quien es y saber lo que dice cuando habla, lo que limita mucho el campo de sus elecciones y de sus aprendizajes en tanto ignora todo aquello que no se corresponde con la imagen que construyó. Sin embargo, las formaciones del inconsciente como los actos fallidos, los sueños, los síntomas, vienen a romper esta ilusión del yo haciendo emerger un nuevo sentido, un sentido inesperado que revela una verdad inconsciente y que demuestra lo que Freud postula: “el yo no es amo en su propia casa”.
El yo es un lugar de desconocimiento, un lugar de ignorancia, ya que intenta mantener una imagen ilusoria de completud que recubre la la falta en ser del humano. Para sostener esta imagen es necesario reprimir, dejar fuera de su organización, ciertos deseos y mociones pulsionales, que luego buscarán su expresión consciente a través de la formación de síntomas por ejemplo. Por ello, Lacan propone que el psicoanálisis es un remedio contra esa ignorancia, permitiendo al sujeto pasar de la pasión por la ignorancia a la pasión del saber.
Jacques Alain Miller plantea que la pasión de ignorancia es lo que Freud llamó represión: “el sujeto no desea saber, o que desea no saber, no reconocer. (...) Una vez que la represión está vencida da lugar, abre la puerta, a un deseo de saber. Se pasa de la pasión al deseo”.
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