06/07/2025
Ayer fue un día muy especial.
Me levanté muy temprano y salí a correr, conversando con mi esposo sobre lo importante que es tener conexiones humanas. Esa conversación me dejó pensando en el valor de estar presentes para los demás, de compartir no solo palabras, sino también silencios y miradas que construyen vínculos.
Después, fui a Chaclacayo a tomar desayuno con mi abuela. Ella tiene 91 años y es una persona muy sabia. A lo largo de mi vida, he aprendido mucho de ella, pero si tuviera que destacar una enseñanza, sería esta: ella sabe escuchar. No solo oye lo que uno dice, sino que escucha con el corazón, sin apuros ni juicios.
Quisiera que esa cualidad suya me acompañe este año como una meta personal: escuchar más y juzgar menos. Porque en un mundo que corre rápido, escuchar con atención es un acto de amor y de presencia.
Estando en Chaclacayo, con la intención de volver a Lima sin mayores planes que hacer de chofer para mi hija de 15 años que iba a una fiesta, recibí un mensaje de una amiga a la que quiero muchísimo. Ella tiene diez años más que yo, y con esa dulzura tan suya, me preguntó qué íbamos a hacer en la noche. Le respondí con sinceridad: “Nada, ser chofer”. Y sin pensarlo mucho, me dijo: “¿Por qué no vienen a comer? Vamos a salir con una pareja de amigos”. Le dije que encantada, aunque en algún momento de la noche iba a dejar Aure solo en mi casa , y me dijo: “¡Tráelo también! Sabemos que a Aurelio le encanta cocinar”.
Y así fue: terminamos saliendo los siete a cenar. Fue una noche muy especial, no solo por la comida, sino por la conversación tan rica y profunda que se dio. Uno de los amigos, que trabaja en el mundo de la gastronomía, compartió que no había terminado la universidad, que tuvo una infancia feliz, que no hablaba inglés igual que yo, y que con el tiempo entendió algo fundamental: lo que realmente importa en la vida no es solo el conocimiento técnico, sino la empatía, las ganas de hacer bien las cosas y la actitud con la que uno enfrenta el mundo.
Y fue inevitable conectar esa conversación con lo que había vivido por la mañana, en el desayuno con mi abuela de 91 años, una mujer sabia que me ha enseñado, más que nadie, el arte de escuchar sin juicio. Y así, como en un hilo invisible, el día terminó con una misma reflexión:
El conocimiento está está Google, está ChatGPT, está todo, pero lo que más necesitamos los seres humanos, y lo que más buscan mis pacientes, es algo que ninguna inteligencia artificial podrá reemplazar: la conexión humana. Esa necesidad profunda de ser escuchados con atención, con cariño, sin juicios. Y eso, creo, es lo que debemos cuidar este 2025 y siempre. Porque esa capacidad de mirar al otro con empatía y presencia, eso sí que es insustituible.
La vida sigue cruzándome con personas que, de alguna forma, siempre estuvieron conectadas a mi historia.
El Topo, por ejemplo, es hermano de una de las mejores amigas de mi cuñado y ha trabajado con mi hermano. Anita fue mi paciente, pero siento que en otra vida fuimos amigas cercanas: no nos vemos tanto, pero el cariño entre nosotras es profundo, inmediato.
La gran Chata, mejor amiga de una de mis hermanas que la vida me regaló , es alguien a quien adoro, y su esposo es hermano de unas personas que hace las cosas por amor, intima de mi mami y aunque no se vean mucho, se adoran con el alma.
Éramos siete esa noche. Siete personas de distintas edades desde los 12 hasta los 58 años, compartiendo una mesa en un restaurante con forma de ballena, y sin planearlo, cada uno encontró su lugar. Algunos desde la conversación profunda, otros desde la risa o el disfrute de la comida, pero todos conectados por algo más grande: las ganas de estar presentes, de reflexionar, de sentir que venimos a este mundo no solo a vivir, sino a trascender.
Y entonces el Topo dijo algo que me quedó resonando:
“De las tres cosas más felices que me pasaron hasta el 2024, ninguna fue material. Todas estuvieron marcadas por el contacto humano, por el querer y ser querido.”
Y qué cierto es. En este mundo lleno de estímulos, de tecnología, de rapidez, lo que realmente nos transforma y nos hace felices son esos encuentros en los que nos sentimos vistos, queridos, parte de algo más humano.
Esas noches simples, si ser planeadas con meses anticipación, imperfectas, pero inolvidables. 🫶🏻