
26/08/2025
En la escuela cada pupitre guarda secretos que los ojos no siempre alcanzan a ver.
Detrás de una sonrisa tímida de un alumno puede haber un corazón roto, detrás de un berrinche, hay un niño con hambre, detrás de una mirada perdida, la separación de una familia.
En medio del ruido de la rutina escolar, a veces muchos padres olvidan algo esencial:
Los hijos no solo necesitan disciplina, también necesitan empatía, paciencia y amor.
Un gesto amable, una palabra de aliento o simplemente escuchar, pueden ser el respiro que un niño espera.
Porque muchas veces, la mala conducta no es rebeldía, es un grito de ayuda disfrazado.
Cada padre y cada madre tiene un poder inmenso: ser ese rayito de luz que ilumina el día de su hijo.
Los maestros no conocen todas las batallas que los alumnos libran, pero sí saben que el respeto y la amabilidad nunca sobran.
A veces, un acto pequeño —mirarlos a los ojos, abrazarlos sin prisa, decir “creo en ti”—
puede ser justo lo que necesitan para sentirse vistos, valorados y comprendidos.
Por eso, me dirijo a ti, papá o mamá.
Ser padre no es solo dar techo, comida y educación. Es también convertirse en refugio, en guía y en ejemplo.
Tus hijos no recordarán tanto si los regañaste fuerte o si los corregiste con severidad; lo que marcará su corazón será cómo los hiciste sentir en los momentos más difíciles.
Cada palabra que siembras en ellos se convierte en la voz con la que se hablarán a sí mismos en el futuro. Y ahí está nuestra verdadera huella.
Nunca subestimes tu poder, un solo gesto tuyo puede cambiarle no solo el día, sino la vida entera.