
15/09/2025
La pobreza no siempre empieza con el dinero. Muchas veces comienza con una actitud. Es la actitud de desperdiciarse a uno mismo: perder el tiempo en distracciones vacías, ignorar las ideas que podrían cambiar la vida y dejar pasar oportunidades por miedo o comodidad.
La forma en la que te tratas a ti mismo, define cómo la riqueza te va a tratar.
Un viejo sabio me dijo una vez: “Como es tu habitación, así suele ser tu vida. Como está tu cama, así suelen estar tus días. Como organizas tu ropero, así se organiza tu mente.” Y tenía razón. También escuché a alguien afirmar: “Las cosas se parecen a sus dueños.” Y es verdad.
Tu auto habla de ti. Tu ropa habla de ti. El barrio en el que vives, tu celular, tu computadora, tu alacena… todo refleja, en silencio, cómo vives por dentro. No hablo de un parecido físico, sino de lo intangible: una persona ordenada suele tener cosas ordenadas; una persona disciplinada refleja disciplina en su entorno.
Hace años entrevisté a una empresaria mayor que construyó un negocio sólido con una ética de trabajo casi obsesiva. Mientras sostenía su monedero, me dijo: “El dinero hay que administrarlo como medicina. No es para cuidarlo como si fuera frágil, es para valorarlo y respetarlo. La riqueza nace del orden, de la previsión, del respeto al tiempo y de la confianza en uno mismo.”
Y añadió algo que nunca olvidé: “No eres rico porque tienes dinero. Tienes dinero porque primero te hiciste rico en hábitos, en disciplina y en mentalidad.”
He visto personas transformar su vida comenzando con lo más pequeño. Un joven que empezó ordenando su cuarto, aprendió a organizar su tiempo y luego su negocio. Una madre que dejó de gastar en caprichos, empezó a ahorrar y terminó dándole estudios a sus hijos. La riqueza rara vez llega de golpe; llega cuando la coherencia en lo pequeño construye resultados grandes.
John D. Rockefeller solía advertir: “Si tu único objetivo es hacerte rico, nunca lo lograrás.” Porque cuando persigues solo dinero, lo conviertes en tu amo; pero cuando cultivas carácter, disciplina y visión, el dinero llega como consecuencia natural.
Recuerda: la verdadera riqueza no empieza en tu cuenta bancaria, empieza en ti. En cómo respetas tu tiempo, en cómo ordenas tu vida y en cómo te valoras a ti mismo.