
09/08/2025
LUNARES: CUANDO LA PIEL DA SEÑALES QUE NO DEBEN IGNORARSE
Los lunares, también conocidos como nevos, son acumulaciones de células pigmentadas que aparecen en la piel como pequeñas manchas de color marrón, negro o rosado. En la mayoría de los casos, se trata de formaciones benignas y estables a lo largo del tiempo. Sin embargo, en ciertos casos, un lunar puede transformarse en una lesión maligna, dando origen a uno de los tipos de cáncer de piel más agresivos: el melanoma. Aprender a distinguir entre un lunar benigno y uno potencialmente maligno es una medida esencial de prevención, ya que el diagnóstico precoz mejora significativamente el pronóstico y la efectividad del tratamiento.
Desde el punto de vista dermatológico, los lunares benignos suelen presentar bordes bien definidos, forma simétrica, color uniforme y un diámetro pequeño, generalmente menor a seis milímetros. Permanecen estables en tamaño, forma y color a lo largo de los años y no causan molestias. Por el contrario, los lunares sospechosos presentan características irregulares que deben ser evaluadas cuidadosamente mediante el criterio clínico conocido como regla del ABCDE.
Este enfoque permite identificar signos de alarma en cinco aspectos: Asimetría, donde una mitad del lunar no se parece a la otra; Bordes irregulares, con contornos dentados, desiguales o poco definidos; Color variado, con tonos que van del marrón claro al negro, rojo, blanco o azul en una misma lesión; Diámetro, superior a seis milímetros o con crecimiento progresivo; y Evolución, que incluye cualquier cambio reciente en tamaño, forma, color, superficie o síntomas como picor, sangrado o inflamación.
La aparición de un nuevo lunar en la adultez, el crecimiento rápido de una lesión preexistente o la presencia de lunares atípicos múltiples en una persona con antecedentes familiares de melanoma aumentan el nivel de riesgo. En estos casos, se recomienda una evaluación dermatológica con dermatoscopia, una técnica no invasiva que permite observar estructuras internas del lunar y diferenciar entre patrones benignos y malignos con mayor precisión.
Cuando existe sospecha clínica de malignidad, se realiza una biopsia excisional para obtener un diagnóstico histopatológico. Si se confirma melanoma, el tratamiento consiste en la resección quirúrgica amplia de la lesión, evaluación ganglionar y, en algunos casos, terapia inmunológica o dirigida. Detectado en fases iniciales, el melanoma tiene una alta tasa de curación. Sin embargo, en etapas avanzadas, su agresividad y capacidad de diseminación lo convierten en una neoplasia de alta letalidad.
El autoexamen cutáneo mensual y los controles dermatológicos anuales son estrategias clave para el diagnóstico precoz. En personas con piel clara, antecedentes de quemaduras solares, múltiples nevos o predisposición genética, estas medidas cobran aún más importancia. La protección solar diaria, el uso de ropa adecuada y la educación sobre los signos de alarma deben formar parte de un enfoque integral de salud cutánea.
Los lunares cuentan historias sobre la piel, algunas sin relevancia y otras con peso clínico significativo. Aprender a observarlos con atención y sin miedo es una forma concreta de cuidado personal. Porque en la superficie de la piel, el cuerpo muchas veces deja señales claras de lo que está ocurriendo en silencio.