
21/04/2025
👀😇
Desde que el ser humano pobló este mundo, la manera natural de alimentar al bebé de nuestra especie era dando la teta, hasta que surgió la industrialización de la leche y con ella la popularización de los teteros, con lo cual dar el pecho se convirtió en una práctica poco común e incluso recriminada. Los niños han dormido a lo largo de siglos acompañados por sus madres como medio natural para alimentarse y experimentar seguridad durante las noches, hasta que llegó la pediatría conductista del siglo XX a condenar el colecho y ordenar que los bebés duerman en solitario autoconsolados con un oso de peluche... Así mismo los bebés humanos se calmaban en brazos o porteados en fulares, pegados al cuerpo de mamá sintiendo su olor, voz, movimiento tranquilizante, hasta que surge la novedad histórica de los cochecitos y las sillitas eléctricas que vibran o se mecen solas. Siempre había sido el pecho de la madre lo que calmaba la necesidad de succión (por hambre o consuelo) de los niños hasta que se destetaban naturalmente a una edad en la que ya no necesitaban llevarse ni dedos ni otros objetos a la boca para sentir seguridad. Pero un día se inventa el chupón o “pacifier”, que luego pasó a ser tan popular y recomendado por médicos y otros profesionales de salud, para sustituir el pecho materno. Debo advertir que no hago referencia al uso puntual de estos artilugios sino al uso constante o sistemático de ellos dentro de nuestra cultura del desapego precoz donde además supone fabulosas ganancias para toda una industria de sustitutos del cuerpo maternante. La civilización transhumanista, la civilización del amor ortopédico en la que la crianza mamífera es contracultural.
Berna Iskandar