Psicomedic Terapia

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TESTIMONIO REAL : Tener depresión y ansiedad significa tener un cerebro en constante guerra consigo mismoDividido entre ...
26/05/2022

TESTIMONIO REAL :
Tener depresión y ansiedad significa tener un cerebro en constante guerra consigo mismo

Dividido entre preocuparse demasiado y no preocuparse en absoluto.
Me diagnosticaron depresión y ansiedad en 2016, los dos “resfriados comunes” de la enfermedad mental. Sin embargo, no dejes que ese apodo te engañe, porque no hay nada común en la forma en que estos dos trabajan juntos para alterar completamente el funcionamiento de mi cerebro.
A veces, mi cerebro parece alternar entre episodios depresivos y ansiosos. Siento que siempre estoy intercambiando uno por otro, rara vez experimento un día “bueno” en el que ambos permanezcan relativamente tranquilos. Si mi ansiedad no se está convirtiendo en un problema, mi depresión sí, y viceversa.

Pero a menudo, estos dos demonios se sincronizarán juntos, ambos despertando de su sueño simultáneamente para ir a la guerra el uno con el otro con la intención de hacer de mi vida un in****no viviente personal.
La ansiedad y la depresión funcionan esencialmente como opuestos entre sí. Esto es un poco una simplificación excesiva, pero generalmente, la ansiedad puede ser entendida como una mente hiperactiva y la depresión como una mente subactiva. Sobre todo he aprendido a hacer frente a la situación cuando uno u otro toma el relevo, pero lo que sigue siendo un reto para mí es cuando los dos atacan al mismo tiempo.

La ansiedad quiere que me levante. Si no me levanto, alguien se decepcionará, o perderé una fecha límite, o todo el mundo pensará que soy perezoso, o simplemente seguiré girando y girando y girando en espiral.

La depresión no me deja levantarme. Si me levanto, tendré que fingir una sonrisa a todo el mundo, o simplemente heriré a más gente, o no podré concentrarme porque ¿quién puede concentrarse en algo cuando todo lo que haces no tiene sentido?

Cuando los dos brotan al mismo tiempo, me vuelvo total y completamente inútil. Aunque mi mente puede estar yendo a un millón de millas por minuto y no quiero nada más que ser productivo para poder aliviar algo de la tensión de preocuparme por mis responsabilidades, físicamente no puedo levantarme. No puedo seguir adelante porque por cada pensamiento de carrera, hay una cuerda que lo retiene.

Me duele la cabeza – se siente como si mi cerebro estuviera literalmente empujando contra mi cráneo sin ningún lugar a donde ir. Es vertiginoso y desorientador; y sobre todo, es infinitamente frustrante. Hace que las tareas más simples sean imposibles y sólo quiero gritarme a mí mismo: “¿Por qué no puedes hacer lo que quieras?”.

Lidiar con la culpa es la parte más difícil porque no hay nada que pueda hacer más que sentir cada doloroso aguijón. Quiero ser capaz de funcionar correctamente, pero no puedo, y me hace sentir como el mayor fracaso del mundo de una persona.

Objetivamente, sé que mi cerebro está enfermo y eso hace que hacer algunas cosas sea más difícil para mí. Pero aún así, no puedo escapar del peso aplastante de la culpa por no poder actuar como una persona “normal” que puede hacer cosas “normales”. Hay una sirena sonando diciéndome que debo cumplir con mis responsabilidades, pero también hay una voz gritando que nada de lo que hago importa, así que simplemente me doy la vuelta y me muero, y el ruido dentro de mi cerebro me deja completamente paralizado.

Todavía estoy aprendiendo a enfrentarme cuando estas dos fuerzas opuestas en mi cabeza se enfrentan entre sí. Todo lo que he aprendido es que no hay nada más que hacer que pasar por ello. Trato de ser gentil conmigo mismo, recordando que hay químicos fuera de lugar en mi cerebro y no soy una mala persona para eso. Hablar amablemente contigo mismo cuando estás luchando contra una enfermedad mental es mucho más fácil decirlo que hacerlo, pero lo estoy intentando.
Ya estoy empezando a tomar medicación me dijeron el tratamiento es mixto que quiere decir tomar todas mis pastillas y psicoterapia tambien me dijeron todo lo que siento irá desapareciendo solo me queda lidear con la realidad y abrirme a recibir ayuda o me perderé en la oscuridad

Atenderemos tu caso a la brevedad

DEPRESIÓN : Testimonio Real Muchas veces necesitamos escuchar el testimonio de otra persona, para entender que algo no e...
13/07/2021

DEPRESIÓN : Testimonio Real

Muchas veces necesitamos escuchar el testimonio de otra persona, para entender que algo no está bien en nosotros y darnos cuenta de que existe una salida.

"La depresión me convenció, más de una vez, de que el sufrimiento es un estado de vida permanente".

Todavía me parece extraño contarlo: la noche en que estaba absolutamente convencida de que me iba a morir no podía llamar a nadie porque estaba en un concierto de piano.

Era febrero del 2016 y tenía 21 años. El Teatro Colón, en Bogotá, estaba repleto y me imagino que todos los presentes habían ido al concierto por placer, para disfrutar de aquella desconexión que implica 'entregarse' a la música clásica. Yo no. Quería sentirme así, pero no pasó.

Aquél teatro era un espacio del que me había... ido.
Llevaba meses así: sentía la presión de emociones que querían quebrarme el cráneo y salir, salir de mí, hacerme estallar; llevaba meses levantándome todos los días para sentir, todo el día, que lo mejor hubiera sido quedarme dormida, perpetuamente dormida.

Llevaba meses sintiendo que todo acto que quisiera ejecutar encontraba resistencia de mi cuerpo, resistencia de mi mente: el desinterés, la fatiga, el silencio, la tristeza.

Todo eso vive y se retuerce, todavía, en mi cabeza. Me pregunto qué pensaría la pianista si supiera que su música fue testigo de un quiebre emocional sin precedentes en mí.

Yo estaba sentada, apoyada sobre las rodillas. Tenía sed pero me negué a tomar agua y, una vez perdí la noción del tiempo, bajé la cabeza. Cerré los ojos, me dispuse a escuchar, a escuchar para distraer todos esos síntomas que no me dejaban de acosar ni siquiera allí, ni siquiera cuando no tenía que hacer nada más que estar ahí.

Traté de escuchar mi respiración. Traté de observar lo que yo pensaba y encontré ese pensamiento una y otra vez: “Hoy, de acá, no salgo”. Me caló en los huesos; mi piel y mi cabeza dejaron de tener contacto con el resto del ambiente. “Hoy, de acá, no salgo”.

La depresión actúa de esa manera en mí: me vuelve una persona que se obsesiona con un pensamiento extremadamente autodestructivo. “Hoy, de acá, no salgo”.

No intenté hacerme daño físico. Aquella vez fue ‘puro proceso mental’, digamos: “Hoy, de acá, no salgo”. Tenía entre los ojos y el cráneo algo como una cortina de humo hecha de miedo, de cansancio, de tristeza, y esa cortina me presionaba los nervios, se me iba a salir por los ojos: estaba convencida de que aquella noche iba a ser mi última noche entre nosotros. “Hoy, de acá, no salgo”. En mi mente era simple, incluso sensato: “Hoy, de acá, no salgo”. Pensaba que, como ese iba a ser el final, no había música que valiera la pena disfrutar ni sonido que valiera la pena recordar.

Quizás pensaba que, en pocos minutos, me iba a quedar sin batería y apagarme.

Me tomó la incredulidad: cuando mi papá y yo nos subimos al carro para ir a mi casa, entendí que sí había salido del teatro y que eso no me hizo sentir menos asustada, ni menos triste ni menos incapaz de enfrentar lo que estaba pasando.

Le mandé un mensaje a mi novia: “No me siento bien”.

Así, con esa parálisis en mi cabeza, me acosté. No pegué un ojo en toda la noche; el solo pensar que al otro día debía ir a trabajar, que tuviera que hablar con mi mamá, que tuviera que levantarme me parecía imposible. Que siguiera ahí era imposible.

Cuando amaneció, tenía varias llamadas perdidas en el celular. Ni siquiera las había escuchado.

La depresión actúa de esa manera en mí: me vuelve una persona que se obsesiona con un pensamiento extremadamente autodestructivo
Pasó la mañana y alcancé a sentarme frente al computador. Intenté escribir un artículo que debía entregar para el trabajo hasta que me encontré con otro hecho sorprendente: no importaba qué tanto mi cerebro intentara darle órdenes a mis manos de poner una palabra después de la otra, no pasaba nada. Mis manos no reaccionaron, mis ojos no parpadeaban. Traté de pensar una línea lógica para el texto pero no entendía, ni siquiera, de qué se trataba el tema del que debía escribir aunque ya había hecho toda la investigación pertinente para hacerlo.

La mañana era soleada, deslumbrante.

Me sentí despegada de mí misma, como si nada pudiera afectarme ni para bien ni para mal. Sentía que toda la cadena de reacciones que genera el pensar en una acción antes de ejecutarla había desaparecido.

En algún momento fui al cuarto de mi mamá, que estaba tendiendo su cama, y, allí, en la puerta de su habitación, sin emitir sollozo o gemido alguno, me empezaron a bajar las lágrimas: “Tengo que ir a la clínica”.

“¿Qué pasó, Maru?”, me preguntó, algo pasmada. Le contesté lo que pude:

“No sé, mamá. No puedo más”.

El trayecto de mi casa hasta el psiquiatra confirmó mi derrota: yo ‘me había dejado caer’; era mi culpa que hubiera dejado ‘debilitarme’ de esa manera y, por lo tanto, me merecía lo que estaba pasando; y claro que se pondría peor, porque iba a tener que decírselo a mi papá, iba a tener que decírselo a mi jefa en el trabajo quien seguramente me iba a echar porque quién quiere a alguien con depresión en su oficina; seguramente mis papás se iban a sentir culpables, seguramente yo iba a tener que medicarme...

Ese trayecto me confirmaba que el mundo era un lugar amenazante y yo no iba a sobrevivir en él. Eso me dolía, me daba vergüenza. En mis crisis depresivas más fuertes, me hacía querer morir.

Todos estos miedos de los que trato de rehuir a diario forman parte de un patrón que me convencen de que son hechos irrefutables. No importa si todo a mi alrededor (mis amigos, mi familia, mis médicos, mis jefes) me dicen que me van a apoyar siempre o que no soy este desastre humano que estoy convencida de que soy. La depresión me convenció, más de una vez, de que el sufrimiento es un estado de vida permanente.

De aquel episodio del concierto, como yo lo llamo, uno de los psiquiatras de la Montserrat, tras haberme hecho muchas preguntas, tras haber revisado si me había hecho daño físico y luego de haber consultado a otro psiquiatra de la clínica, me recetó esto:

Duré solo dos meses tomando los medicamentos y solo fui a dos sesiones más de psiquiatría. Dejé todo después de eso. Me convencí, de nuevo, de que podía ‘salir adelante’ sola.

Ahora pienso que el afán de autosuperación en el que vivimos nos engaña todo el tiempo.

Cuando me propusieron por primera vez tomar antidepresivos por primera vez ni entendía que eso que necesitaba un medicamento era un trastorno tratable. Me lo recomendó una psiquiatra en el 2013, cuando tenía 18 años y le contesté, de plano, que no iba a tomarlas. Que no, porque no.

No le dije que me parecía 'terrible' que me propusiera eso. En mi familia eso daba miedo.

En todo caso, la psiquiatra me dijo que esas dosis debían acompañarse de un proceso terapéutico para que pudiera controlar, por ejemplo, las formas obsesivas que tengo de arruinar mi vida, como sabotear proyectos que en otras circunstancias me dan satisfacción o una ‘sensación de propósito’, si quieren llamarlo así.

Vivo tratando de no ser así, de no dejar que la tristeza me ponga contra la pared y me agote. Vivo tratando de no tropezarme con obstáculos como un llanto duradero, de horas, sin razón aparente; tratando de no convencerme de que soy un fracaso perpetuo e irreperable la depresión me acostumbró a pensar así. Aún me cuesta decirlo: no es mi culpa que me sienta así. La depresión no es solamente una enfermedad de cómo operan la mente y las emociones; también es física, también es contextual, también es personal y también le puede ocurrir a cualquiera aunque no entendamos exactamente por qué.

No es mi culpa que sea una enfermedad... sombría. La Organización Mundial de la Salud informó, el año pasado, que la depresión es la principal causa de discapacidad laboral en el mundo. ¡La principal causa de discapacidad en el mundo! Más de 300 millones de personas la padecen y, aún así, no logramos entenderla y, peor, seguimos ignorándola en casi todos los niveles.

Es una enfermedad evasiva para el que la sufre y para el que la estudia, supongo, pero está ahí, no es una rareza y se puede manifestar en cualquier persona que tenga cerebro.

Aunque, si les soy sincera, eso no lo entendí hasta años después de aquellas explicaciones que me dieron sobre los antidepresivos, ya cuando tenía 20 años. Otra psiquiatra me explicó que algunos de los que pasan por un episodio de depresión cuyos síntomas se vuelven incontrolables necesitan estar días en hospitales psiquiátricos para recuperarse. Otros necesitan quedarse en sus casas dos semanas sin ir a trabajar y, luego de esa ‘pausa’ en la que el medicamento empieza a hacer efecto, pueden sentirse un poco más estables.

Yo necesité esa pausa en el 2016 aunque, cuando me la recomendaron, me sentí culpable por tener que tomarla. Fue la única incapacidad laboral que recibí por depresión y, de hecho, de las pocas incapacidades laborales que he tenido en la vida.

El silencio puede convertirse en autosabotaje
Todavía pienso en eso, en la culpa. Es un sentimiento que surge, creo, porque pasé años acostumbrándome a tragarme la tristeza absoluta. Una persona que oculta su depresión puede hacerlo de maneras destructivamente creativas. Puedo dedicarle demasiadas horas extra al trabajo para ignorar los axiomas de la depresión que mi mente repite una y otra vez (como ‘sos una inútil’, ‘no servís para nada’, ‘no mereces estar en donde estás’); también me puedo dedicar a actividades rutinarias sin parar, como hacer ejercicio, cocinar, leer, y puedo hacerlas ‘bien’, sin darle un espacio a mi mente para que se 'entrometa' en mis asuntos.

Sin embargo, en el transcurso de esas tareas, me ausento; puedo automatizar mis acciones sin sentirme involucrada en ellas de ninguna manera. Eso no es sano. Eso, la verdad, solo aplaza lo que ignoro.

Y ese patrón también afecta mi memoria; no recuerdo muchas cosas de las que hago en ese estado. Entonces, cuando debo entender que tengo que tomar acciones para cuidarme a costa de que el mundo a mi alrededor deje de funcionar (como si eso fuera cierto), me siento así, culpable.

La culpa y la tristeza ocupan la mayor parte de mis pensamientos, aunque no sea mi culpa.

Desde la adolescencia, creo, empecé a creerme cuál era el ‘problema de lógica’ al que se enfrentan quienes nunca han tenido la obligación de informarse sobre la depresión y deciden interpretarla desde el prejuicio. Pensaba cosas como estas: pude haber sido un veterano de guerra y no sufrir de depresión hoy; pude haber sido maltratada físicamente por mis padres y, aun así, no sufrir de depresión hoy; pude haber pedido todo lo que me hacía feliz y, aun así, no sufrir de depresión hoy.

Me decía, en otras palabras, que mi vida no era lo ‘suficientemente mala’ como para estar sintiéndome así de mal. Me gradué de la carrera que siempre quise estudiar; me dedico a la escritura, me pagan por ella; vivo, en general, sin mayores contratiempos materiales, sin deudas; vivo con mis padres al alcance de una llamada, con la capacidad de consumir libros, películas, videojuegos.

La depresión (...) le puede ocurrir a cualquiera aunque no entendamos exactamente por qué
Con ese prejuicio en mente, cada vez que retomaba terapia psicológica significaba que iba abandonarla porque empezar esos tratamientos implicaba que tenía que aceptar que estaba así de mal. Es una lógica de la que no es fácil desprenderse y que requiere acciones constantes para confrontarla porque todo, en todas partes, nos continúa diciendo los trastornos mentales son casos aislados, problemas que, si se manifiestan, serán incontrolables...

Y yo, aún a estas alturas, todavía me convenzo de que no voy a poder cambiar cómo vivo este malestar constante. Todo eso se llama autosabotaje y el prejuicio contribuyó muchísimo a hacerlo parte de mi personalidad. Entre terapeuta y terapeuta, muchos otros, sobre todo amigos míos, también trataron de convencerme de que ‘lo mío’ no era estar así de mal y que, por lo tanto, que la solución estaba a la vuelta de un libro de autoayuda.

Me gusta ver y evidenciar que, con el paso de los años (y de los terapeutas y de los amigos) al menos empecé a cambiar un tipo de comportamiento: ahora busco artículos y estudios sobre depresión para no sentirme tan sola en mi silencio; busco textos para entender también que el problema de reproducir que la depresión es un capricho o un problema ‘de actitud’ es lo que nos convence de no buscar ayuda y que nunca, nunca estamos completamente a salvo de ese prejuicio. Incluso, hoy, me atrevo a decir que la mayoría de las 300 millones de personas que sufrimos esto no estamos convencidas de que la depresión es tratable con medicinas, con terapia, con acompañamiento, con lo que quede de paciencia.

Busco erradicar la vergüenza, el autosabotaje, la culpa. La tristeza sigue ahí pero, mientras tanto, intento mantener la disciplina de informarme siempre. En esa búsqueda encuentro los trabajos de colombianos como Ana Mess, que se encarga de hablar constantemente de cómo vive su depresión, de cómo la dibuja, literalmente, y de qué ha descubierto sobre ella; encuentro conferencias y textos de 'maestros' hipermediáticos como el periodista Andrew Salomon que, en Estados Unidos, se dedica casi que exclusivamente a escribir sobre psicología; encuentro a muchos, muchos comunicadores que hablan de su depresión en los medios en los que trabajan sabiendo que es necesario hablar de ella...

Me decía, en otras palabras, que mi vida no era lo ‘suficientemente mala’ como para estar sintiéndome así de mal
Informarse implica enfrentarse a reflexiones sobre cómo cabemos los que sufrimos este tipo de trastornos frente a ellos, cómo nos podemos separar de ellos.
Sé que pensar eso es otra trampa que trae el paso del tiempo, el silencio, las ganas de que todo esto simplemente se vaya y que no haya existido jamás. Por eso tenemos que hablar, discutir y tratar a profundidad sobre los trastornos mentales. Yo quiero hacerlo cada vez más.

No estoy tomando antidepresivos hoy. Sé que es un tratamiento al que puedo volver pero, en este momento en el que siento que necesito solamente hablar, reflexionar y echarle mucha cabeza a esto que sufro y en el que estoy recibiendo una terapia efectiva en ese sentido con mi actual terapeuta, prefiero no optar por esa medicación. Prefiero apersonarme primero de mi proceso terapéutico.

Por eso estoy tratando de mirar a la depresión de frente porque, cuando la ignoras, ella te recuerda que, si no la miras a los ojos, te apuñala. Escribo esto, también, para recordarme que no merezco ignorarla, que merezco cuidarme. Que, si no lo hago, el silencio puede volver a encontrarme.

TESTIMONIO REAL :TENER DEPRESIÓN Y ANSIEDAD Significa tener un cerebro en constante guerra consigo mismoDividido entre p...
04/07/2021

TESTIMONIO REAL :
TENER DEPRESIÓN Y ANSIEDAD Significa tener un cerebro en constante guerra consigo mismo

Dividido entre preocuparse demasiado y no preocuparse en absoluto.
Me diagnosticaron depresión y ansiedad en 2016, los dos “resfriados comunes” de la enfermedad mental. Sin embargo, no dejes que ese apodo te engañe, porque no hay nada común en la forma en que estos dos trabajan juntos para alterar completamente el funcionamiento de mi cerebro.
A veces, mi cerebro parece alternar entre episodios depresivos y ansiosos. Siento que siempre estoy intercambiando uno por otro, rara vez experimento un día “bueno” en el que ambos permanezcan relativamente tranquilos. Si mi ansiedad no se está convirtiendo en un problema, mi depresión sí, y viceversa.

Pero a menudo, estos dos demonios se sincronizarán juntos, ambos despertando de su sueño simultáneamente para ir a la guerra el uno con el otro con la intención de hacer de mi vida un in****no viviente personal.
La ansiedad y la depresión funcionan esencialmente como opuestos entre sí. Esto es un poco una simplificación excesiva, pero generalmente, la ansiedad puede ser entendida como una mente hiperactiva y la depresión como una mente subactiva. Sobre todo he aprendido a hacer frente a la situación cuando uno u otro toma el relevo, pero lo que sigue siendo un reto para mí es cuando los dos atacan al mismo tiempo.

La ansiedad quiere que me levante. Si no me levanto, alguien se decepcionará, o perderé una fecha límite, o todo el mundo pensará que soy perezoso, o simplemente seguiré girando y girando y girando en espiral.

La depresión no me deja levantarme. Si me levanto, tendré que fingir una sonrisa a todo el mundo, o simplemente heriré a más gente, o no podré concentrarme porque ¿quién puede concentrarse en algo cuando todo lo que haces no tiene sentido?

Cuando los dos brotan al mismo tiempo, me vuelvo total y completamente inútil. Aunque mi mente puede estar yendo a un millón de millas por minuto y no quiero nada más que ser productivo para poder aliviar algo de la tensión de preocuparme por mis responsabilidades, físicamente no puedo levantarme. No puedo seguir adelante porque por cada pensamiento de carrera, hay una cuerda que lo retiene.

Me duele la cabeza – se siente como si mi cerebro estuviera literalmente empujando contra mi cráneo sin ningún lugar a donde ir. Es vertiginoso y desorientador; y sobre todo, es infinitamente frustrante. Hace que las tareas más simples sean imposibles y sólo quiero gritarme a mí mismo: “¿Por qué no puedes hacer lo que quieras?”.

Lidiar con la culpa es la parte más difícil porque no hay nada que pueda hacer más que sentir cada doloroso aguijón. Quiero ser capaz de funcionar correctamente, pero no puedo, y me hace sentir como el mayor fracaso del mundo de una persona.

Objetivamente, sé que mi cerebro está enfermo y eso hace que hacer algunas cosas sea más difícil para mí. Pero aún así, no puedo escapar del peso aplastante de la culpa por no poder actuar como una persona “normal” que puede hacer cosas “normales”. Hay una sirena sonando diciéndome que debo cumplir con mis responsabilidades, pero también hay una voz gritando que nada de lo que hago importa, así que simplemente me doy la vuelta y me muero, y el ruido dentro de mi cerebro me deja completamente paralizado.

Todavía estoy aprendiendo a enfrentarme cuando estas dos fuerzas opuestas en mi cabeza se enfrentan entre sí. Todo lo que he aprendido es que no hay nada más que hacer que pasar por ello. Trato de ser gentil conmigo mismo, recordando que hay químicos fuera de lugar en mi cerebro y no soy una mala persona para eso. Hablar amablemente contigo mismo cuando estás luchando contra una enfermedad mental es mucho más fácil decirlo que hacerlo, pero lo estoy intentando.
Ya estoy empezando a tomar medicación me dijeron el tratamiento es mixto que quiere decir tomar todas mis pastillas y psicoterapia tambien me dijeron todo lo que siento irá desapareciendo solo me queda lidear con la realidad y abrirme a recibir ayuda o me perderé en la oscuridad

DEPRESIÓN VS ANSIEDADA menudo se confunde la depresión con estar triste o tener una “mala época”. Sin embargo, la depres...
04/01/2021

DEPRESIÓN VS ANSIEDAD

A menudo se confunde la depresión con estar triste o tener una “mala época”. Sin embargo, la depresión se caracteriza por tener sentimientos de ansiedad y/o tristeza, apatía o irritabilidad la mayor parte del tiempo, aunque no haya causa aparente. También se relaciona con otros síntomas, como:

Trastornos del sueño.
Trastornos del apetito.
Molestias estomacales o intestinales.
Dolores de cabeza.
Dificultad para concentrarse.
Sentimientos de soledad.
Cansancio continuo, etc.
El trastorno de ansiedad incluye síntomas que pueden variar mucho de una persona a otra. No es solo la sensación de nerviosismo, sino síntomas como:

Preocupaciones y miedos intensos, a menudo irracionales.
Sensación de peligro inminente, pánico o catástrofe.
Episodios repentinos de miedo o terror (ataques de pánico).
Fobias.
Ansiedad social y evitación de ciertas situaciones que pueden desencadenar malestar…
DESENCADENANTES DE LA ANSIEDAD

Trastornos como la depresión o la ansiedad puede aparecer sin causa aparente, suele tener su origen en circunstancias de la vida que no se han resuelto adecuadamente o provocan un grave estrés de forma continuada. Sin embargo, es común que estos desencadenantes ocurrieran mucho tiempo antes de que se llegue a detectar la ansiedad o la depresión, por lo que a veces es difícil localizarlos.

En ocasiones, pueden aparecer en circunstancias puntuales que pueden resolverse de forma espontánea. Por ejemplo, ante la pérdida de un puesto de trabajo, una ruptura sentimental, una mudanza y otras situaciones de cambio brusco o no deseado.

No obstante, a menudo el estrés crónico es consecuencia de circunstancias vitales que la persona afectada no puede remediar. Por ejemplo, es habitual entre las personas que cuidan de un enfermo dependiente o que se encuentran en situación de exclusión social o económica. Un caso excepcional en el que toda la población se ha visto en mayor o menor medida afectada, es el de la situación creada por la COVID-19. Desde que se desencadenó la crisis y especialmente a causa de las medidas de confinamiento, los síntomas de depresión y ansiedad han aumentado en la población española, afectando en alguna medida a hasta 1 de cada 5 personas.

LA RELACIÓN ENTRE DEPRESIÓN Y ANSIEDAD

Estas dos patologías pueden coexistir en muchos casos. Como hemos visto, la ansiedad puede presentarse como un síntoma de depresión clínica, De hecho, más del 50% de los pacientes depresivos tienen ansiedad. Pero también puede suceder que se desencadene una depresión a causa de un trastorno de ansiedad, como en el caso del trastorno de ansiedad generalizada. Especialmente si no se trata adecuadamente y se mantiene la situación de forma prolongada.

La buena noticia es que la ayuda por parte de profesionales de la salud mental es muy eficaz conteniendo y revertiendo estos síntomas. Con el tratamiento adecuado, puedes evitar que la ansiedad y la depresión se apoderen de tu vida.

De modo que, si tienes algunos de los síntomas anteriormente mencionados, no te quites importancia: no dudes en pedir ayuda antes de que la situación se cronifique o evolucione hacia un estado depresivo.

¿Cómo puede ayudarnos la PSICOTERAPIA en el tratamiento del acúfeno o tinnitus?Manejando la Inteligencia Emocional,Se de...
19/10/2020

¿Cómo puede ayudarnos la PSICOTERAPIA en el tratamiento del acúfeno o tinnitus?
Manejando la Inteligencia Emocional,

Se denomina acúfeno o tinnitus, a la percepción de un sonido sin que haya una fuente externa sonora que lo origine. ¿A quién no le ha pasado que alguna vez hemos oído ese “pitido” del que habla esta frase popular? Pero ha desaparecido, ¿verdad? El problema viene cuando se queda ahí de manera persistente… ¿Qué podemos hacer cuando no dejamos de oírlo y los médicos no nos dan ninguna solución?

¿Cuándo nos podemos beneficiar del tratamiento del acúfeno?
De primeras, la percepción persistente de un sonido sin que haya una fuente externa sonora que lo origine, puede que genere malestar o puede que no. Hay personas a las que les pasa esto que lo tienen interiorizado como un aspecto más de su vida y consiguen “olvidarse” del ruido, pitido o zumbido.

“Cuando te dicen que va a ser de por vida te pones a llorar, pero también digo que el cerebro se acostumbra y acaba asumiendo el pitido”.

La percepción constante de un sonido puede afectar al sueño; esto es muy importante puesto que si la persona no consigue dormir, va a ser muy difícil trabajar todo lo demás que se va a plantear en terapia. ¿A quién no le ha pasado que no ha rendido después de una noche de dormir poco? A continuación, se van a trabajar diversos aspectos cognitivos que marcan la diferencia entre un acúfeno problemático y otro que no lo es.
“Mi mensaje de ánimo es que el que lo tiene, que no se preocupe, porque antes o después se convive con ello y pasará a un segundo término en su vida”.

Empecemos por el principio, ¿a qué llamamos acúfeno o tinnitus problemático? A aquel que interfiere de forma notable con la vida de quien lo padece, de forma que lo percibe constantemente y con un intenso malestar emocional asociado. Así, hay aspectos psicológicos que se pueden trabajar en el tratamiento del acúfeno para cambiar esto.
¿Qué es lo primero que hace el psicólogo en el tratamiento del acúfeno?
Así pues, cuando una persona viene a consulta porque quiere aprender a manejar el tinnitus, lo primero que va a hacer el psicólogo es llevar a cabo una labor PSICOTERAPEUTICA para informarle de forma certera. Para ello, le explicará cómo influyen los aspectos psicológicos y cómo trabajarlos de forma adecuada, cosa que se irá aprendiendo a lo largo de las sesiones de terapia. Una vez hecho esto, hay que conseguir un adecuado descanso.

Son la atención, las creencias irracionales (cognitivas y metacognitivas) y los pensamientos automáticos. Empezando con la atención, se lleva a cabo un entrenamiento para que logre fijarse en otros sonidos y que su foco deje de estar centrado en el tinnitus. Esto no es fácil, ¡pero con constancia se consigue! Además, el tratamiento del acúfeno tiene que trabajar las creencias y los pensamientos asociados.

Pero no sólo eso, el tratamiento del acúfeno va más allá
Otra técnica que se usa y que nos ayuda tanto con el manejo de la atención como con los problemas de sueño es la RELAJACIÓN .
Es importante aprender a usarla para reducir tanto el malestar emocional asociado como la percepción del tinnitus en sí misma.

Además, en ocasiones este acúfeno conlleva que se dejan de lado actividades de ocio y placenteras, por lo que activándonos conductual mente retomándolas. También se pueden llegar a evitar ambientes ruidosos, como bares y restaurantes, por miedo a que nuestra situación empeore.

No hay que olvidar que es una herramienta muy poderosa para manejar nuestro malestar, por lo que es importante aprender a hablar de nuestra problemática de forma adecuada, así como buscar apoyo por gente que empatice con nosotros de verdad. Las asociaciones de afectados por tinnitus son un buen recurso para esto… ¡A recuperar nuestra vida!
Escríbenos por interno para orientarte y explicarte cómo aprender a vivir con Tinitus sin que te incapacite .

Tratamiento terapéutico Online TRASTORNO DE ANSIEDAD GENERALIZADA La ansiedad, en ocasiones, es parte normal de la vida....
14/07/2020

Tratamiento terapéutico Online

TRASTORNO DE ANSIEDAD GENERALIZADA

La ansiedad, en ocasiones, es parte normal de la vida. Todos nos preocupamos por cosas como los problemas de salud, dinero o los problemas familiares. Sin embargo, las personas con trastorno de ansiedad generalizada se preocupan extremadamente o se sienten muy nerviosas por éstas y muchas otras cosas, incluso cuando hay poca o ninguna razón para preocuparse. No les es fácil a las personas con el trastorno de ansiedad generalizada controlar su ansiedad y mantenerse concentradas en las actividades diarias.

Lo bueno es que el trastorno de ansiedad generalizada se puede tratar. Llame a su médico y cuéntele los síntomas que tiene para que pueda ayudarle a sentirse mejor.

¿Cuáles son las señales y los síntomas del trastorno de ansiedad generalizada?

El trastorno de ansiedad generalizada se desarrolla lentamente, y suele comenzar durante la adolescencia o la adultez temprana. Las personas con este trastorno pueden:

Preocuparse demasiado por las cosas cotidianas
Tener problemas para controlar sus preocupaciones o sentimientos de nerviosismo
Ser conscientes de que se preocupan mucho más de lo que deberían
Sentirse inquietas o tener dificultad para relajarse
Tener problemas para concentrarse
Sorprenderse fácilmente
Tener problemas para dormir o para permanecer dormidas
Sentirse cansadas todo el tiempo
Tener dolores de cabeza, musculares o del estómago o molestias inexplicables
Tener dificultad para tragar
Tener temblores o tics (movimientos nerviosos)
Sentirse irritables o nerviosas
Sudar mucho, sentirse mareadas o que les falta el aire
Necesitar ir al baño a menudo
Los niños y los adolescentes con el trastorno de ansiedad generalizada a menudo se preocupan excesivamente sobre:

Su rendimiento, como en la escuela o en los deportes
Catástrofes, como terremotos o guerras
Los adultos con este trastorno a menudo son sumamente nerviosos sobre situaciones diarias como:

Seguridad laboral o el rendimiento en el trabajo
Salud
Finanzas
Salud y bienestar de sus hijos
Atrasarse
Completar las tareas del hogar y cumplir con otras responsabilidades
Tanto los niños como los adultos con el trastorno de ansiedad generalizada pueden experimentar síntomas físicos que dificultan su funcionamiento y que interfieren con la vida diaria.

Los síntomas pueden mejorar o empeorar en diferentes momentos, y a menudo son peores durante los momentos de estrés, como con una enfermedad física, en la época de los exámenes en la escuela o durante un conflicto familiar o problemas con una pareja o amigos.

¿Qué causa el trastorno de ansiedad generalizada?

A veces el trastorno de ansiedad generalizada es hereditario, pero nadie sabe con seguridad por qué algunas personas lo tienen y otras no. Los investigadores han descubierto que hay varias partes del cerebro, así como procesos biológicos, que desempeñan un papel clave en el miedo y la ansiedad. Al aprender más sobre cómo funcionan el cerebro y el cuerpo en las personas con trastornos de ansiedad, es posible que los científicos logren crear mejores tratamientos. Los investigadores también están tratando de averiguar cómo el estrés y los factores ambientales influyen en el desarrollo de este trastorno.

¿Cómo se trata el trastorno de ansiedad generalizada?

Primero, hable con su médico acerca de sus síntomas. Su médico debe hacerle un examen y tomarle su historia clínica para asegurarse de que sus síntomas no sean causados por algún problema físico no relacionado. Es posible que su médico le recomiende que consulte con un especialista en salud mental, como un psiquiatra o psicólogo.

Por lo general, el trastorno de ansiedad generalizada se trata con psicoterapia, medicamentos o una combinación de ambos. Pregúntele a su médico cuál es el mejor tratamiento para usted.

Psicoterapia

Un tipo de psicoterapia llamada terapia cognitivo-conductual es especialmente útil para tratar el trastorno de ansiedad generalizada. Le enseña a la persona diferentes formas de pensar, comportarse y reaccionar ante distintas situaciones para ayudarle a sentirse menos ansioso o preocupado. Para más información sobre la psicoterapia, visite Psicomedic terapia

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