29/04/2025
Entre jazmines y silencios
Existe un momento, siempre fugaz, siempre esquivo, en que el corazón no es un órgano sino una verdad. No es la sangre que bombea sino el silencio entre latidos lo que define su existencia. Y ese silencio contiene todas las palabras nunca dichas.
Mis cicatrices no son heridas sino memorias convertidas en piel. Las he cosido con hilos de colores porque el dolor, cuando se acepta, florece en tonalidades que antes parecían imposibles. ¿No es extraño? Lo que nos rompe termina por volvernos más auténticos. La fragilidad es nuestra forma más honesta de fortaleza.
No espero. Esperar es posponer la vida presente por una vida imaginada. Mi abuela creía en la completitud a través del otro. Yo he descubierto la completitud dentro del vacío mismo. Es curioso cómo funcionan estas paradojas: solo cuando aceptas tu incompletitud descubres que nunca te ha faltado nada esencial.
Y sin embargo.
Y sin embargo existe ese instante cuando alguien pregunta por tu día y el mundo entero se detiene para escuchar. No es la pregunta, es el espacio que se crea entre dos seres. Un espacio habitado. ¿Puede el vacío estar lleno? ¿Puede la soledad contener presencia?
He visto jazmines florecer en medianoche. No necesitaron público para liberar su perfume. No esperaron reconocimiento para cumplir su propósito. Pero su esencia transformó el aire nocturno sin que ellos lo pretendieran. Así es la verdad del encuentro: no sucede porque lo busquemos sino porque es inevitable, como la gravedad, como la luz, como la noche que siempre sigue al día.
La mesa servida para uno tiene su propia geometría. El plato en el centro, los cubiertos alineados, el vaso esperando. Hay una perfección matemática en esa soledad organizada. Y luego llega otro ser y esa geometría precisa se desordena, se expande, se vuelve orgánica. El caos de la conexión. La sublime imperfección de lo compartido.
Mi columna conoce el peso de los días. Cada vértebra lleva inscrita una historia que nadie más puede leer. Somos bibliotecas ambulantes de secretos y memorias, archivos vivientes de momentos irrepetibles. Y aun así, cuando rozamos apenas la vida de otro, algo se reconoce sin palabras... Continuará