13/05/2014
A CONTINUACIÓN LES BRINDO LA PRIMERA PARTE PARA DISPONERTE AL CAMBIO ESTABLE Y DURADERO. HAZLO Y MAÑANA TE BRINDARÉ LA SEGUNDA PARTE:
Proponiéndote a cambiar
“Tus palabras expresa tus intenciones, pero los actos hablan más fuerte que las palabras.
“Esfuerzo” es lo que transforma una promesa en realidad. Es hacer tiempo cuando no lo hay; salir adelante hora tras hora, año tras año.
El esfuerzo es la materia con la que se forma el carácter; el poder de cambiar el aspecto de las cosas. Es el triunfo diario de la integridad sobre el escepticismo”
Cerrazón Lehman
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He aquí el punto de partida desde donde debes comenzar la andadura hacia tu nueva “personalidad”, hacia el nuevo estilo de conducta más satisfactorio que quieres desplegar. Pero, para no caminar a ciegas, conviene que comprendas cómo has llegado a ser lo que eres ahora mismo, cómo te has hecho a ti mismo hasta formarte ese estilo tuyo actual con el que tal vez no estés muy conforme o al que quizá sólo quieras “retocar” levemente para sentirte más cercano a tu “yo-ideal”.
Evidentemente, no somos fruto de la casualidad. Tu comportamiento entero, tus anhelos, tus preocupaciones y esperanzas; tus alegrías y tu desesperación; tus miedos, tus pesares y tu rabia; en una palabra: tu actual forma de pensar, sentir y actuar, se ha ido forjando a lo largo del tiempo, influenciada por los modelos que desde la infancia has contemplado y asimilado, proponiéndotelos inconscientemente como normas de futura conducta, juntamente con las potencialidades innatas que recibiste en herencia en tu bagaje genético.
Pero ¡cuidado!, tú eres quien actualmente eres, por que así “te lo has trabajado”. Resulta muy cómodo achacar a supuestos factores innatos la responsabilidad de nuestro comportamiento. Mucha gente utiliza la disculpa del “yo soy así” para no esforzarse en cambiar. No te engañes: nadie es. Sólo las piedras permanecen inmutables; los seres vivos continuamente cambiamos: el que ayer era una larva, se ha convertido hoy en crisálida y mañana amanecerá mariposa. Quien ayer era niño desvalido, hoy es, tal vez, un joven ilusionado, y mañana será…lo que se proponga.
Resultaría muy fácil escudarse en los genes para no emprender el esfuerzo de cambiar. Pero es engañarse a uno mismo. De acuerdo que ciertas características físicas permanecerán inmutables: el color de los ojos, por ejemplo. Pero aquí estamos hablando de carácter, y todavía no se ha descubierto ni creo que jamás se descubra, el cromosoma portador de la timidez, ni el de la depresión o la fobia a los ascensotes; ni siquiera el de la pereza o la adicción al tabaquismo. Todos esos son caracteres y conductas que se aprenden por imitación de aquellas figuras que en la infancia tenían una especial relevancia para el observador, o merced a algún tipo de consecuencia favorable derivada de dichas formas de actuar.
Pero… ¿Qué consecuencia favorable puede entrañar la timidez par el chico inhibido?, se preguntará alguno; ¿o la depresión, o la angustia? Pues, por extraño que parezca, siempre reportan alguna clase de beneficio a quien exhibe tales comportamientos: el tímido, normalmente, se granjea las simpatías de quienes le rodean, que tienden a protegerlo; el depresivo conseguirá con facilidad la atención de los otros, en forma de lástima, y se sentirá respaldado; el ansioso, posiblemente, debido a sus reacciones desbordantes, puede verse libre de ciertas responsabilidades o trabajos difíciles. Y éste es el primer escollo que hay que tener en cuenta a la hora de iniciar la marcha hacia la nueva personalidad: vas a tener que anotar pérdidas a corto plazo; tal vez las ganancias no se vislumbren de manera inmediata, y al principio puede que te parezca que tienes que desarrollar un esfuerzo excesivo para pocas ganancias. Tú no te dejes engañar y persevera.
Pero, aunque admitiéramos la heredabilidad de muchas características psíquicas, como la inteligencia, o la introvesión, la tendencia a la ansiedad o el carácter depresivo, eso no iría en contra de admitir la posibilidad de efectuar notables cambios en las mismas; también es posible recibir en herencia unos músculos endebles y, a base de esfuerzo y ejercicio, dales volumen y consistencia.
Así pues, en primer lugar, hay que desechar expresiones como “yo soy así” o “no puedo hacer eso”. No sólo son falsas, sino también autolimitadoras. Son las disculpas que nos ponemos para no esforzarnos en cambiar. A veces, cuando observamos el ejemplo de otras personas que han logrado aquello en lo que nosotros hemos fracasado (Ej.: sacar adelante unos estudios, perseverar en una dieta adelgazante, dejar de fumar…), nos figuramos que son una especie de superhombres, que están hechos de otra pasta o que provienen de otro planeta. Rápidamente enarbolamos nuestro “yo no puedo”, “a mi me es imposible” o “yo no tengo voluntad para eso”, y permanecemos cómodamente instalados en nuestra autoindulgencia, compadeciéndonos a nosotros mismos y quejándonos amargamente de cuán injusta es la vida, que tan mal ha repartido la fuerza de voluntad entre los mortales.
Y es que nos negamos a entender que, desde Cristo al último “drogata” que podemos encontrar tirado en un portal, pasando por los místicos yoguis hindúes, los políticos, oradores, criminales, suicidas, vecinos de rellano, actores cinematográficos, compañeros de trabajo, lavacoches, guardias urbanos, espías y futbolistas, estamos todos hechos de la misma materia, y que la única diferencia entre unos y otros reside, sí, en la voluntad; pero eso no es un don que se nos haya repartido desigualmente, sino algo que podemos tomar libremente en la cantidad que queramos…porque en lo que somos básicamente iguales los humanos a consecuencia (o como resultado) de la evolución, es precisamente en la capacidad de obrar con libertad.
Explicar esto podría llevarnos demasiado tiempo y apartarnos del propósito de este capítulo. Pero basta con que pienses sólo una cosa: el fruto más tangible de la evolución es la complejidad creciente de sistemas nerviosos con que nos encontramos al ir ascendiendo en as especies animales hasta llegar al hombre; el cerebro humano, con su córtex desarrollado, distintivo exclusivo de nuestra humanidad, como opuesto a la “animalidad” de los otros seres vivos, nos diferencia sustancialmente y nos hace muy superiores a nuestros compañeros irracionales de evolución. Los animales actúan por instinto, a través de pautas fijas de acción: todos los perros entierran los huesos de manera similar; todos los pájaros de lamisca familia construyen de igual forma sus nidos; el hombre, en cambio, se caracteriza por su libertad de acción, de modo que, en llágales circunstancias ambientales, distintos seres humanos pueden desarrollar diferentes conductas.
Todo esto viene a cuento de que, a menudo, cuando racionalmente comprendemos que deberíamos variar alguno de nuestros comportamientos y nos escudamos en el “no puedo”, sería más exacto admitir que “no quiero”: no quiero enfrentarme a la incomodidad inmediata que supone esforzarse por conseguir algo; no quiero éxito, por temor a que después tenga que exigirme a mí mismo iniciar otra nueva empresa; no quiero madurar, prefiero continuar con mi conducta de niño pequeño que repite lloroso una y otra vez: “no puedo, no puedo…”
Pero ya lo hemos dicho antes, sólo las piedras no cambian por sí mismas. Lo característico de la vida es el movimiento, el cambio continuo. Amenos que te hayas condenado a ti mismo a morir psíquicamente, debes plantearte serena y seriamente la dirección en que quieres que se inicie tu renovación, y esforzarte en dar sólo el primer paso.
La recompensa que te espera merece la pena: se trata de que te vayas haciendo cargo del control de tu propia vida, de que te vayas liberando más y más de viejas ataduras, de que empieces a encontrarte contigo mismo, maduro, libre, satisfecho.
El punto de partida de este itinerario puede empezar, pues, ahora mismo. Los ejercicios que a continuación te propongo tienen como finalidad, por una parte, ayudarte a determinar dónde te encuentras: tus puntos fuertes y débiles, cómo te defines; por otro lado, a dónde quieres llagar, qué cosas deberías cambiar y en qué sentido.
Te recomiendo que te tomes muy en serio las diferentes tareas que irán apareciendo a los largo de este libro. No te lo tomes a la carrera, pretendiendo batir un récord de velocidad lectora. La estructura de esta obra está en realidad basada en mis sesiones de psicoterapia, por lo que cada capítulo tiene una finalidad en sí mismo; no se trata de quemar etapas, sino de sacar el máximo partido de cada una de ellas.
En primer lugar, es conveniente que adquieras un profundo conocimiento de ti mismo; que te vayas preparando para llegar a tomar conciencia de ti mismo en cada reacción emocional que experimentes; que consigas llegar a entender perfectamente la razón de tus propias conductas y la forma de legar a experimentar otras reacciones más adecuadas.
El tipo de terapia que yo practico recibe el nombre se “cognitivo-conductual”, nombre que hace referencia a dos procesos psíquicos fundamentales: la conducta, tanto en lo que se refiere a respuestas del propio cuerpo como a las emocionales, y las cogniciones, es decir, los pensamientos, el tipo de conducta más claramente específico del ser humano. Éstos serán los elementos fundamentales en que deberemos centrar nuestro trabajo, hasta llegar al máximo nivel de autocontrol.
Ciertamente, tenemos un largo camino por delante. De tu esfuerzo personal depende que llegues al final o te detengas a mitad del recorrido. La meta es en verdad prometedora: el máximo autocontrol y dominio propio; el premio, llegar a ser tú mismo.
Y en todo este proceso debes tener siempre muy presente que el grueso del trabajo tendrás que realizarlo tú solo. No te engañes a ti mismo pensando que existen píldoras maravillosas ni técnicas mágicas que te liberarán de tus dificultades. Las soluciones reales vendrán siempre de tu propio interior y sólo saldrán a la luz con tu esfuerzo.
Existe una máxima que viene a indicar que en psicoterapia sacaremos resultados en la medida en que pongamos esfuerzo. Yo, como un entrenador, te puedo señalar el camino, pero sólo tú puedes recorrerlo con tu personal esfuerzo. Y ese es también uno de los objetivos del autocontrol: darse cuenta de que los resultados los produce uno mismo, y no fuerzas externas.
Pasa ahora a los ejercicios que vienen a continuación. Tómate tiempo tiempo y realízalos a conciencia. Algunas personas los encuentran agradables e interesantes; otros comienzan a desarrollar desde el principio fuertes reacciones de resistencia. Tú procura esforzarte al máximo para comenzar a obtener beneficios en el plazo más breve posible.
Resumen
El hombre es fundamentalmente libre para decidir en cada momento lo que quiere ser y a donde desea dirigirse.
Independientemente de los obstáculos que la naturaleza haya puesto en la vida de cada uno, o de las desventajas genéticas con que cada cual pueda haber nacido, gracias al ejercicio de la voluntad, cada uno de nosotros se convierte en el determinante último de su propio destino.
Todos los hombres somos básicamente iguales en cuanto a posibilidades de desarrollo. Donde quiera que haya llegado un hombre puede llegar igualmente cualquier otro. Sólo es necesario poner en juego la propia voluntad.
La fuerza de voluntad, al igual que cualquier capacidad humana, como la fuerza física, la resistencia o la habilidad en cualquier materia, está al alcance de todo el mundo, y sólo hay que desarrollarla a base de entrenamiento, de pequeños y repetidos actos de voluntad, para ir, poco a poco, creando el hábito, la nueva “personalidad” más fuerte.
“La conducta habitual es una manifestación de nuestra personalidad. Pero nosotros no somos sólo nuestra conducta. Es posible adoptar estilos de comportamiento más satisfactorios y adecuados a nosotros mismos. Todo es cuestión de perseverancia”.
Ejercicios
Ejercicio 1
Conviene que utilices un block o libreta para realizar los ejercicios que te voy a ir proponiendo. Si los haces en hojas sueltas, corres el riesgo de perderlas; de vez en cuando querrás volver a dar un repaso a tus trabajos.
En primer lugar, descríbete a ti mismo. Hazlo como si estuvieses hablando de otra persona; como si le explicases a alguien cómo es un amigo al que conoces muy bien.
Por ejemplo, si Luis estuviese realizando este ejercicio, podría empezar así: “Luis es un joven de 24 años que durante su vida…”
Utiliza todo el papel que necesites. Es preferible en este ejercicio pecar por exceso que por defecto. Si notas que te quedas atascado y no te acude ninguna idea, no te preocupes; es bastante frecuente. Descansa y deja el ejercicio para otro momento. Una vez que las ideas se te hayan aclarado, te será más fácil continuar.
Ejercicio 2
Completa estas frases (no escatimes espacio)
- Lo que más me gusta de mí mismo es…
- Lo que más valoro actualmente en mi vida es…
- Lo que de ningún modo me resignaría a perder es…
- El objetivo que me propongo alcanzar a largo plazo es…
- Para ello tendré que centrarme primero en…
- Las posibles dificultades que puedo encontrar en mi camino son…
- Lo que deberé hacer para salvar los escollos es…
Ejercicio 3
¿Qué clase de persona te gustaría llegar a ser?
Haz una descripción lo más completa posible. Procura utilizar detalles concretos: cómo te gustaría vestir; con quién te gustaría hablar y relacionarte; qué tipo de pensamientos te gustaría tener; qué actividades podrías iniciar…
Ejercicio 4
- ¿Qué dificultades puedes encontrar para alcanzar tus objetivos? Haz una lista de los obstáculos que preveas en tu andadura hacia tu nuevo estilo de “ser”.
- ¿Cómo puedes superar cada dificultad? Imagina la mejor actuación posible ante cada dificultad y ponla por escrito.
Repasa estos ejercicios periódicamente y modifica tus escritos añadiéndoles nuevas metas o eliminando las que ya has alcanzado, imaginando nuevas estrategias para superar tus dificultades; en una palabra, reorientándote continuamente en tu camino hacia tu máximo desarrollo personal.