30/08/2020
✨ R E F L E X I Ó N M A T E R N I D A D ✨
Cuando nos convertimos en madres tenemos muchas expectativas sobre lo que debemos y no debemos hacer. Todos nuestros pensamientos siempre están orientados a ser la mejor mamá para nuestros hijos y estamos en la búsqueda de eso.
Pero a veces ese “ideal” es diferente a la realidad que nos toca vivir y podemos tener conflictos.
A continuación les dejo una reflexión que encontré en internet y que describe cómo nos podemos sentir cuando “fallamos”...pero lo más importante, es siempre continuar en nuestro aprendizaje de ser mamás, un día a la vez y aceptándonos incondicionalmente en todo momento 💙💙💙............................................................................
LA CULPA
Esa amiga nueva que llegó cuando me convertí en mamá... 🤰🏼
"Mientras dormías, te di un beso en la frente y respiré cansada.
Te acaricié el pelo y te olí, como hacen los animales con sus cachorritos.
En ese segundo, me volvió el alma al cuerpo.
Recuperé la calma, y así, con la cabeza más cuerda, me arrepentí.
De ese grito, de esa cara de enojada.
De tantas cosas que te había dicho durante el día.
Mientras dormías, me reencontré con la culpa,
esa vieja enemiga que tanto conozco y no puedo, todavía, eliminar de mi vida.
Cerré los ojos y respiré profundo.
Me reproché haber perdido, una vez más, la paciencia tan rápido.
Porque en ese instante, mientras dormías,
tu berrinche no parecía tan grave,
ni tu demanda tan incomprensible.
Con la luz semi apagada y tus ojos cerrados,
fue tan fácil ver lo chiquito y frágil que eres,
y lo mucho que me necesitas.
Rogué al universo despertarme distinta.
Deseé convertirme en una mejor mamá para ti
Más amable, más paciente.
Y en ese instante, mientras dormías, decidí empezar conmigo.
Me abracé y me hablé con cariño.
«No lo estás haciendo tan mal», me dije.
Y me acordé.
No todo habían sido gritos y retos.
Durante el día también te había dicho que te quería, más de una vez.
Te había abrazado y consolado después de ése gran golpe en tu frente.
Me había sentado en el piso a jugar.
Había tenido paciencia y me había reído.
No siempre, pero sí muchas veces.
Te di otro beso en la frente y respiré, un poco menos cansada.
«Te quiero, siempre», dije en voz baja.
Y esa noche, mientras dormías, me fui de tu cuarto con ganas de volverlo a intentar".
Autor: Belén Lopez Medus