08/08/2025
"Me llamo Carlos Huamán, tengo 37 años y vivo en Arequipa, Perú. Me hubiera gustado no ser padre soltero, pero la vida me empujó, sin aviso ni preparación, a criar a mi hija solo. Pero entre lágrimas, dormir poco y a veces hasta dejar de comer descubrí que el amor verdadero no necesita instrucciones.
Mi esposa, Mariela, falleció dando a luz a nuestra hija, Camila. Ella dio a luz en la madrugada y tuvo una complicación durante el parto. La enfermera me dijo que no fue posible salvarla. Me quedé con una bebé de 3 kilos en los brazos. Yo no sé cambiar pañales, no sé bañar bebés, preparar su leche, no sé qué hacer. Qué debe hacer un hombre en estos casos: ¿buscar ayuda o ponerse a llorar?
En ese momento tenía 29 años, trabajaba como chofer de taxi y no sabía qué hacer con tanta responsabilidad, no sabía qué hacer con tanto dolor.
En ese entonces vivíamos en Miraflores, un distrito obrero de Arequipa, en un cuarto alquilado que daba a la calle. No había cuna, ni leche en polvo, ni apoyo familiar. Solo estábamos mi pequeña y yo.
Entonces, me puse bien los pantalones y me decidí a aprender de todo: desde preparar biberones a las 2 o 3 de la madrugada, hasta cómo calmar un cólico con manzanilla tibia. Dejé de trabajar por turnos largos y comencé a hacer taxi solo de día. El asiento de adelante lo acondicioné para Camila y se quedaba dormida en una mantita a mi lado. Muchos pasajeros se sorprendían y les contaba mi historia y siempre me daban palabras de aliento y muchos consejos, y a veces me pagaban un poco más. Poco a poco y con mucha paciencia estaba saliendo adelante.
Nunca voy a olvidar el día que Camila se puso a llorar y no se callaba con nada. Para mi suerte la señora que me pidió que la lleve se ofreció a ayudarme y le cambió el pañal. No se imaginan la alegría que me dio saber que sí existen personas buenas, me puse a llorar porque sé que Dios está presente en las personas buenas que han aparecido en mi camino. La señora me dijo algo que nunca voy a olvidar: nunca he visto a un hombre trabajar junto a su bebé y tú eres un ejemplo.
Cuando Camila cumplió 5 años, empezó a hacer preguntas sobre su mamá y me costaba mucho responderle. Siempre le decía que su mamá es una estrella muy brillante, que nos cuidaba desde arriba.
Tuve que rechazar trabajos con mejor sueldo porque no quiero dejar sola a mi hija en casa. He visto muchas noticias y estoy traumado si le llega a pasar algo. La cuido con mi vida y verla crecer y como se va pareciendo a su mamá me llena de una emoción, me siento bendecido y esa es la recompensa de tomar la mejor decisión de mi vida.
Con el tiempo, logré sacar una licencia como conductor turístico, y hoy trabajo manejando una van que lleva visitantes al Cañón del Colca. Mientras ellos se maravillan con los paisajes, yo me maravillo con lo que he construido: una familia de dos. Una familia honesta donde el amor no falta.
Hace poco, Camila participó en su primer festival escolar de la primaria. Bailó la danza tradicional wititi y me llena de orgullo no me alcanzan las palabras para describir lo que siento. Al final, corrió a abrazarme y me dijo al oído:
—“Tú eres mi mamá, mi papá y mi amigo… todo en uno.”
Esa noche cociné su plato favorito: tallarines con pollo. Y mientras cenábamos en nuestra pequeña cocina, pensé que no hay historia de amor más grande que criar a tus hijos.
Camila tiene 8 años y quiere ser doctora. Vivimos en un pequeño departamento cerca del mercado de Avelino. No tenemos lujos, pero sí un rincón lleno de dibujos, muñecas con el cabello maltratado, y muchas vecinas que siempre la vigilan. Y me siento seguro porque Dios me guía y me protege.
Yo aprendí que ser papá no es darlo todo, sino estar en todo. A veces con miedo. A veces sin respuestas. Pero siempre con amor".