
09/08/2025
— Hoy te voy a encender — dijo el cerillo.
La vela, asustada, respondió:
— ¡No! Si me enciendes, me consumiré. Mis días estarán contados…
El cerillo guardó silencio unos segundos y luego preguntó:
— ¿De verdad quieres pasar toda tu vida así? Dura, fría… y sin haber brillado nunca?
— Pero encenderme duele… y me agotará — susurró la vela.
— Sí, duele. Y sí, poco a poco te consumirás — dijo el cerillo. — Pero para eso fuimos creados. Yo nací para encender, y tú para dar luz.
— Mi chispa es corta, pequeña… pero si te la paso, cumpliré con mi propósito.
La vela lo miró conmovida… y justo en el momento en que la flama del cerillo casi se apagaba, dijo:
— Por favor… ¡enciéndeme!
Y así nació la luz. Brillante. Hermosa.
La flama que iluminó la habitación… porque la vela entendió que su verdadero valor no estaba en permanecer intacta, sino en brillar.
A veces, ser luz duele. Pero eso lo cambia todo.
A veces, dar lo mejor de uno mismo significa entregar un pedacito del alma.
Porque fuimos creados para brillar. Para tocar otras vidas. Para hacer el mundo un poquito menos oscuro.