Como dice James Framo en su libro “Familia de Origen y Psicoterapia”:
Es una terapia breve que abarca máximo unas cuatro sesiones sobre la familia de origen, ya sea se trabaje individualmente, a la pareja o la familia, en la cual se muestra que hay una influencia oculta de fuerzas transgeneracionales. Existe una gran influencia en el comportamiento del individuo que deriva de las influencias de la familia de origen: patrones de comportamiento negativo, injusticias, venganzas, lealtades, rituales, alianzas, coaliciones, roles, que hacen de él una persona feliz o infeliz. A su vez, a muchos padres les ha sucedido lo mismo por lo tanto, los patrones pueden venir de varias generaciones atrás. El pensamiento de los terapeutas familiares pasó de considerar la enfermedad en el paciente, a localizarla en la relación entre el paciente y la madre; a advertir que el padre y los hermanos “sanos” tenían que ver con la psicopatología compartida y que el paciente no era tanto víctima, sino agente que ayudaba a mantener la patología familiar y que la familia, además de ser considerada un agente nocivo, contenía el potencial que podría aprovecharse para un cambio. El hecho de que la familia participe directa o indirectamente en el consultorio con el cliente ayuda a que no se sienta totalmente culpable y distribuya la responsabilidad de sus problemas entre todos los miembros de la familia, no sólo de origen sino también extensa, que todos lleven a cuestas “su” problema hace que el sentido de pertenencia y culpabilidad varíen positivamente. Los padres actúan con cariño o con disciplina, en un momento muestran afecto y en otro seriedad o rabia, difícilmente se logra que los padres mantengan la ecuanimidad en su vida familiar delante de los hijos.
Éstas pueden proporcionar las mayores satisfacciones de la vida: un amor incondicional y sin reservas, lazos gratificantes, incontables sacrificios, una confianza perdurable, un sentido de pertenencia basado en la compasión, el júbilo cordial de las fiestas, las comidas y las vacaciones compartidas, la diversión y el juego, el dar y tomar, y el hecho de saber que nuestra familia está siempre allí presente, para cuando la necesitemos. No obstante, también son infinitos los daños y perjuicios que los miembros de una familia pueden inflingirse unos a otros: búsqueda de chivos expiatorios, humillación e ignominia, parentalización, generación de locura, maltrato físico, sexual y psicológico, rechazo cruel, mentiras y engaños, y múltiples afrentas al espíritu humano. No importa lo furiosa que pueda sentirse una persona con sus padres y hermanos, hay una parte en ella, la más profunda, que anhela amar y ser amada por estas figuras insustituibles.