18/05/2024
A medida que crecemos, llevamos con nosotros las huellas de nuestra infancia, a veces marcadas por necesidades no satisfechas. Estas necesidades, aún latentes, tienden a manifestarse en nuestras relaciones más cercanas, especialmente en la pareja. Dentro de nosotros, ese niño interior se muestra de dos maneras: una libre y amorosa, y otra herida que busca sanar las heridas del pasado.
Características del niño herido en la pareja:
1. Sentimiento de victimización y falta de responsabilidad, adoptando una actitud pasiva.
2. Exceso de demanda afectiva, nunca parece ser suficiente.
3. Dificultad para mantener relaciones duraderas, impaciencia e intolerancia.
4. Tendencia a sobredimensionar problemas y reaccionar con berrinches.
5. Egocentrismo, oscilando entre centrarse solo en las propias necesidades o perderse completamente en las del otro.
6. Patrones de dependencia y control, manifestados en celos, posesividad y dificultad para dejar ir.
7. Incapacidad para establecer límites o finalizar situaciones.
Profunda desconfianza, alimentada por sentimientos de abandono o traición.
Representaciones de la infancia en la pareja:
Nuestras experiencias pasadas a menudo se reflejan en nuestras relaciones presentes, recreando sensaciones de falta de valía, soledad, rechazo o vergüenza. El niño interior moldea nuestras creencias fundamentales y es crucial transformar las experiencias basadas en carencias aprendidas en la infancia.
¿Qué busca el niño herido?
Nuestro ser emocional busca completar su proceso de maduración, lo cual requiere reconocer y atender las necesidades infantiles que aún están presentes.
Cinco demandas del niño herido:
1. Reconectar con nuestra autenticidad, liberando el yo genuino que ha quedado oculto tras las máscaras.
2. Cerrar ciclos emocionales, permitiendo la sanación y expresión de lo no resuelto.
3. Facilitar el crecimiento del adulto interior al hacerse cargo del yo vulnerable.
4. Aprender a ser nuestros propios cuidadores, desarrollando la capacidad de amarnos a nosotros mismos.
5. Recuperar el poder y la autoafirmación, encontrando fortaleza en nuestro mundo interior.
Cinco enfoques para abordar al niño herido:
1.Asumir la responsabilidad de nuestras propias necesidades, evitando culpar a otros.
2. Abandonar el papel de víctima, que puede mantenernos atrapados en el sufrimiento.
3. Reconocer las situaciones que activan al niño interior y explorar las emociones asociadas.
4. Cultivar un diálogo interno compasivo, brindando consuelo y comprensión a nuestro yo vulnerable.
5. Evitar reproducir los patrones que causaron dolor en la infancia, y en su lugar, buscar activamente satisfacer nuestras necesidades actuales.
Este proceso de transformación nos permite sanar nuestras heridas emocionales y construir relaciones más saludables y satisfactorias con nosotros mismos y con los demás.
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Lic. PS. y Psicoterapeuta Gestalt: CHRISTIAN TITOV ECHEVARRIA SCHUNKE (C.pS.p # 40511)
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