19/04/2024
Comparto con ustedes mi más reciente columna, publicada en el diario Correo.
Columna: Cortita y al pie
El buen árbitro
Uno de los actores más perjudicados en un partido de fútbol suele ser el árbitro. Esto, quizás, porque su labor es la de impartir justicia en una disputa donde el clima emocional es muy complejo. Sus decisiones deben ser tomadas en momentos de presión y con poco tiempo para el análisis, lo cual exige un grado de preparación óptima para, así, minimizar el margen de error. Como en toda profesión, hay de los que demuestran deficiencias notorias o actitudes antiéticas, pero también existen, por supuesto, buenos árbitros.
Un árbitro necesita una preparación exigente en lo físico y lo mental. Un buen árbitro es capaz de estar en sintonía con el ritmo del partido y a pesar de su experiencia, sabe que no se puede quedar a dirigir desde el centro del campo. Está cerca de la jugada y eso se lo hace saber a los jugadores, con sus gestos y palabras. Su estado atlético le permite realizar cambios de dirección y ejecutar desplazamientos de acuerdo a la velocidad de la jugada. Se enfoca en evaluar lo que pasa en el momento presente, para impartir justicia de manera inmediata.
Además de conocer los reglamentos, un buen árbitro posee habilidades blandas como la comunicación asertiva, la toma de decisiones bajo tensión, la resolución de conflictos y el liderazgo. Es empático, es decir, trata de entender el sentir del deportista en las diversas situaciones que se presentan en un encuentro. Transmite sus mensajes con tranquilidad y firmeza. Habla de forma directa y clara, respetando a los demás actores del espectáculo deportivo. Gestiona de manera adecuada su lenguaje no verbal, dejando de lado los aspavientos. Utiliza el tono de voz idóneo para las características del contexto.
El buen árbitro, ante los conflictos, mantiene la calma, observa todo lo que pasa y en pocos segundos realiza un análisis del suceso. No se deja llevar por la emoción (reacción repentina) y trata de que prime la racionalidad en la búsqueda de respuestas que ayuden a superar el impase. Trata de solucionar el conflicto de forma justa, sabiendo que lo más posible es que no todos compartan su decisión. A él le queda claro que es su papel, es la profesión que ha escogido.
Se afirma que un árbitro es alguien que está ahí para impartir justicia, sin embargo, su misión va más allá: es el encargado de regular las emociones de jugadores y técnicos, buscando que el encuentro se desarrolle como una gran competencia deportiva, gracias a las propuestas tácticas de ambos equipos y a la destreza de los atletas. El árbitro no juega, pero su participación es vital para que se pueda disfrutar de un buen partido.
El buen árbitro es capaz de mirar a los ojos a cualquiera, porque sus acciones se amparan en la ética. Fuera de las canchas, va a disfrutar del respeto y consideración de muchos.