26/09/2024
CAPÍTULO IX
Habían pasado veinte años y quince días, desde aquella mañana de verano que llegué temprano a las instalaciones de la planta industrial. Esa mañana, en las radios de la localidad se escuchaba las notas de boleros cantineros: “Marabú”, “Camino del puente” y otros temas que los jóvenes le ponían volúmenes altos a sus grabadoras de cinta magnetofónica, para escuchar la música de su preferencia: “África setenta”, “Hotel California” y “Europa”, en la interpretación de la guitarra de Santana… veinte años después de aquella mañana, salí sonriendo de casa y también eran las primeras horas de la mañana, mi esposa quedaba un tanto mal humorada por mis ausencias que algunas veces duraban días enteros; mi responsabilidad con el sindicato era parte de mi vida, ese día era el aniversario de fundación y había que celebrarlo de la mejor manera posible, por lo tanto; para mayor comodidad, me llevé conmigo el auto escarabajo que me acompañaba hacía diez largos años.
En algunas ocasiones me servía para conseguir algo de dinero fresco y poder compensar los gastos familiares; esta vez, algunos pasajeros encontré por el camino a medida que avanzaba en la ruta a “La ciudad de la luna negra”. Personas puestas de pie a orillas de la calle solicitaban mis servicios de taxi, y me fui quedando entretenido por el camino hasta el mediodía. En un local previamente acondicionado, celebrábamos el aniversario del sindicato con almuerzo y bebida, junto a los compañeros sindicalistas invitados, conocidos, y amigos que habían venido desde Israel y las repúblicas socialistas europeas, con novedosos planteamientos sociales que se sumaron a los dirigentes en sus celebraciones, mientras las botellas de licor iban quedando vacías.
Pasó la tarde y empezó la noche cuando algunos dirigentes se fueron despidiendo, ebrios de licor y alegría. Los otros se fueron quedando con la esperanza se ser conducidos a sus domicilios en el auto que, hasta entonces, lucía estacionado cerca al local de las celebraciones. Nueve de la noche, hora de despedirse dijeron los amigos, algunos subieron al auto que se hallaba estacionado afuera del edificio, y otros se fueron por su propia cuenta; empezó el recorrido de despedida quedando un dirigente dentro, no bajó porque venía en la misma dirección de mi destino.
El escarabajo de color azul ginebra que piloteaba esa noche, se alineó en la ruta de regreso al pueblo de las garzas. Cuando cruzaba los espejos de agua que separan las ciudades; por un momento me entretuve sintonizando la radio que perdía señal en el camino, intentando hallar una emisora musical que trasmitiera con mayor nitidez y alegría… mientras hacía eso, descuidé por algunos segundos la mirada fija en el sendero y, como un relámpago, una luz en sentido contrario encandilo mis ojos… ya era tarde, de nada sirvió la maniobra temeraria…
Primero a la derecha saliendo a la berma de la carretera, asustándome el pantano con sus aguas serenas, tranquilas, y claras, después a la izquierda, regresando a mi carril preferencial para encontrarme con las luces de la hilera de vehículos en sentido contrario, otra vez a la derecha, y fui directo a coalicionar frontalmente con mi oponente en sentido contrario al costado derecho de la carretera.
Treinta minutos más tarde, la policía y los bomberos intentaban retirar de entre los escombros a mi amigo que se retorcía de dolor en el asiento trasero, dejando para más tarde al conductor creyéndome mu**to. Con palancas, cizallas y hasta con la propia fuerza, fueron sacando al pasajero en el asiento posterior de la movilidad; dejando al conductor para retirarlo más tarde con la presencia del Ministerio Público… y, conseguí despertar haciéndoles saber a los curiosos que no estaba mu**to, saliendo del auto en escombros después que los bomberos hicieron su trabajo.
Salí caminando ofuscado y maltrecho buscando al culpable para escarmentarlo, limpiando con mis propias manos desnudas la sangre esparcida por entre la cara, el cuello, y parte de la camisa. Para suerte mía, se apareció de la nada una samaritana desconocida señora, que me alcanzó para beber una jarra de leche fresca, informando a la vez que horas antes se había estacionado frente a su casa un auto de color blanco, en espera del auto de color celeste en donde venían dirigentes sindicales, que ella no consiguió entender de qué se trataba o cual era el motivo de la espera.
Después del incidente, fui llevado directo a la comisaría por los encargados del orden público, y por detrás de mí, la grúa remolcaba lo que quedó del auto nuevo:
_ ¡Análisis etílico a los dos culpables! _ordenó el policía que intervino a los accidentados_. ¡Esto pasa por andar manejando borrachos! _ resondró en voz alta el molesto policía_, para que lo escucharan los mirones y yo mismo.
Al día siguiente, me acerqué a la dependencia policial en las primeras horas de la mañana, con la intención de averiguar las consecuencias de lo ocurrido; pregunté por el policía que me había intervenido, el mismo que salió al paso en forma amigable, informando de las ocurrencias y posibles consecuencias de mi descuido:
_ ¡Estas fregado, amigo! _informó el policía_. El que te sacó las muestras anoche para el análisis de laboratorio, ha informado que tienes un alto grado de alcohol en la sangre y por lo tanto, perderás cualquier acción judicial que te inicien por daños a terceras personas, como verás; el dueño del otro vehículo con quien coalicionaste, tiene su billete; es dueño de algunas lanchas y fábricas de harina de pescado en el puerto… te estoy informando que tiene el dinero suficiente para iniciarte una acción judicial y de ser posible, embargarte tu casa por daños ocurridos. Si quieres, tal vez yo pueda ayudarte como amigo… porque a mí me revientan los abusos y atropellos que cometen los que tienen dinero, ya estoy harto de esa gente, cuando tengo la oportunidad, cobro venganza, se ofreció el policía:
_ ¿Y qué puedo hacer en estas circunstancias? _consulté un tanto entristecido_. ¡Fácil amigo! _contestó sugiriendo_. El encargado del laboratorio es mi amigo, si te vas en este momento de parte mía, él puede sacarte otra muestra de sangre y apuesto que saldrá menos comprometedora, ha pasado toda la noche y estamos medio día… solo tienes que dejarme un sencillo y el resto le entregas mañana a mi amigo personalmente. ¿Qué dices?
_ ¡Trato hecho! ¡Acá tienes la tuya y en este momento me voy para entregarle la nueva muestra!
_ ¡Muy bien amigo, así se hace! ¡En este momento le llamo al del laboratorio para que te espere por la nueva muestra!
¡Amigo, creo que no te había contado! _volvió a llamar el policía que de pronto se había convertido en mi aliado_.
Esto es solo para tu información, el conductor del vehículo con el que coalicionaste frontalmente, no es el que pasó el examen etílico; el conductor del auto blanco, en este momento se encuentra en una clínica particular. Me lo contó un contacto que tengo… el conductor titular en el momento de la coalición, estaba drogado y fuera de control físico, así que ya sabes con quien vas a enfrentarte, su auto está asegurado y lo que quieren es un auto nuevo. La corrupción está a la orden del día amigo, así que no vayas a sentirte mal por lo que acabamos de convenir, aconsejó el uniformado.
Salí en ese mismo instante con dirección a la Ciudad de la Luna Negra, el laboratorista me estaba esperando en la puerta de la comisaria en donde se encontraba el laboratorio. Me sacó la nueva muestra desapareciendo la anterior, haciendo el compromiso que para el día siguiente a primera hora sería entregado el resto del dinero pendiente por el trabajito realizado, el dinero para el soborno lo pondría la secretaria del sindicato, y el encargado de la entrega, era un amigo en el que había puesto mi confianza _no podía hacerlo en persona_, debido a que tenía una cita a la misma hora con el oficial de la comisaría en el distrito de las garzas, al otro lado de la ciudad de la luna negra.
Al día siguiente cuando llegué al sindicato que a su vez era mi ámbito laboral, el conductor de la movilidad sindical me invitó saliéramos a dar una vuelta en tanto llegaba el amigo del encargo y, conversando, interesándose por lo ocurrido, nos fuimos alejando del centro de la ciudad y llegamos cerca de la comisaría, en donde quedaba el laboratorio.
Por un momento pensé que tal vez era para confirmar la entrega, pero grande fue mi sorpresa cuando desde el interior de la comisaría, por la puerta lateral del laboratorio a donde llegué con el amigo conductor. Apareció un oficial jefe de la policía, con sus cinco galones metálicos dorados y se dirigió directo hasta donde nos encontrábamos. En tono sonriente y amigable el militar, nos preguntó algunas generalidades fijándose especialmente en mí persona, haciendo la introducción al tema de fondo acerca del soborno. Luego exclamó colérico:
_ ¡En mis narices están haciendo arreglos! ¡Todo el mundo lo sabe menos yo, estoy haciendo el papel de id**ta siendo el último en enterarme! _se expresó en tono amargo el de los galones dorados_, después de agotar el dialogo de persuasión iniciado por él mismo sin conseguir los resultados que se propuso, fustigó molesto por ello mirándome fijamente a los ojos, amenazando con el dedo índice de la mano derecha. _Gritó:
_ ¡Si no me das el nombre del oficial sobornado! ¡En este mismo momento te meto preso y no vas a salir en mucho tiempo; si es que sales! _Amenazó el de los galones dorados_, denotando molestia en sus palabras subidas de tono. ¡Si a mí me da la gana, te desaparezco en este momento! ¡Tenemos el gobierno de nuestro lado y un sindicalista menos, hasta un ascenso me gano! _volvió a amenazar_, pero lo que no contaba el oficial de la ley; era que su coaccionado tenía fama de ser duro, de los que no se dejaban intimidar por nadie, y haciendo gala de mis atributos me negué rotundamente dar el nombre de personas que no conocía, y hablar de sobornos que supuestamente solo estaban en la mente del oficial, sosteniendo en ese momento; una condicionada verdad en mi mente, devolviendo la amenaza con tono enérgico:
_ ¡Si quieres puedes desaparecerme! ¡Pero será por ser dirigente sindical como se han acostumbrado a hacerlo, esto es solo un ardid para consumar sus abusos! ¡Pero yo, he tomado mis precauciones! _amenacé también_. ¡Ves aquella señora que está en su ventana de su segundo piso! ¡Es mi conocida, se llama Rocío y su esposo Miguel, pregunta si quieres, que ya vio quien me está amenazando! _murmuré seguro de mí mismo_, en tanto levantaba la mano a la señora, saludándole con su nombre que por su puesto ella ignoraba.
_ ¡Estos sindicalistas son una mi**da! _renegó el de los galones dorados_. ¡Se parecen a las ratas… están por todos lados! ¡Váyanse al in****no si quieren! ¡No quiero nunca más volverlos a ver, ni que se crucen en mi camino! _maldijo_, instantes antes de retirarse a su cuartel, el de los galones metálicos dorados.
El conductor de la unidad del sindicato un tanto nervioso, arrancó el motor de la movilidad y se retiró también del lugar. Por el camino de regreso al sindicato, increpé enérgicamente su actitud del conductor, de llevarme directo a un problema del que hubiera preferido no afrontar. Pero el conductor que era mi amigo, se disculpó argumentando que el amigo de confianza que tenía, le sugirió que podrían disponer del dinero destinado al soborno, haciendo uso de la buena amistad que le unía al de los galones metálicos dorados que lo consideraba su amigo; pero que las cosas les habían salido mal y les salieron de control, que no era su intensión haberme puesto en tremendo problema, y que para el futuro serían más cuidadosos.
Tres días después de comparecencias, gestiones, cóleras y sonambulismos; desperté en la mañana con la sensación de haber llegado de un largo viaje, los pajarillos cantaban alegres en el árbol de guayaba en el jardín de la casa; era la primera vez que los escuchaba cantar, salté desde mi cama, avancé hasta la ventana en el segundo nivel de la casa, miré hacia afuera a donde estaba el jardín, y de pie frente a la ventana expresé: “Ayer terminó el pasado, hoy empezamos una nueva vida; gracias Dios de la creación por permitir despertar una vez más”
De: LA PERLA DEL PACÍFICO
y la ciudad de la luna negra.