12/08/2025
AGRESION A LOS PACIENTES… otra más
Nos acechan los peces grandes para eliminar la SOLIDARIDAD entre varios que causan los daños. Si nos cogen dormidos, nos comen.
La solidaridad entre cocausantes es esencial para garantizar la reparación íntegra del daño, que es la forma de indemnizarlos en nuestra tradición civilista. Los daños punitivos, codificados en forma timorata en 2020, no son suficientes.
Sustituir la solidaridad por la doctrina de mancomunidad, rechazada tantas veces en nuestro derecho de daños, como proponen la Asociación de Hospitales y las aseguradoras del riesgo de impericia médica, sería un retroceso grave y una injusticia para las víctimas. Nuestro sistema actual ya obliga al paciente a litigar cuesta arriba contra los responsables de sus daños. En el proceso, lo expone a la quiebra de alguno de los que lo causó y a dilaciones contrarias al principio de justicia plena, teniendo que levantar la paralización en la corte de quiebras, para seguir litigando… cuesta arriba.
Bajo la doctrina actual de la solidaridad, cualquiera de los cocausantes responde por el total de la compensación otorgada y luego pueden reclamar internamente entre ellos. Es lo justo. En la mancomunidad, cada uno de los cocausantes del daño paga solo su porciento de negligencia asignado por el tribunal. Esta diferencia, lejos de ser técnica, marca el límite clarísimo entre una compensación y reparación real y la pérdida parcial de ese derecho incrustado desde nuestro viejo código civil.
Tomemos el ejemplo de un cirujano sin seguro, con seguro insuficiente o que se va a quebras, que es asignado por el hospital para operar al paciente que entra a sala de emergencias con una apéndice que se perfora eventualmente. Eso ocurre obviamente en un hospital. Con solidaridad, la víctima o sus familiares pudieran cobrar todo del hospital. Con mancomunidad, recibe solo la parte asignada por el tribunal al hospital por su propia negligencia, si es que la encuentran. El paciente no podría cobrar el resto, porque el médico tiene posiblemente una escritura de hogar seguro para su residencia, lo que ha sido estándar desde que el colega Luis Fortuño se lo inventó y los blindó.
Otro ejemplo. Varios especialistas en distintas instituciones hospitalarias causan la muerte de un paciente. Si uno quiebra, la solidaridad permite cobrar a los demás el total. Con mancomunidad, esa porción queda irrecuperable para el que sufrió el daño.
Este cambio, firmado por el presidente del Senado, Thomas Rivera como su proponente, no es técnico. Tampoco es neutro. Es un golpe directo a los derechos del paciente. Otro más, sumado al de los topes compensatorios en los centros académicos regionales y a las inmunidades. Se vende como una medida para traer médicos… que nunca vuelven. O para dar estabilidad económica a hospitales que sus oficiales y directores sangran en su propio beneficio. ¡Falso! Su verdadero fin es reducir la responsabilidad económica de hospitales que eligen a los médicos que asignan y no pagar lo justo. Se trata de aseguradoras que buscan ahorrar billete a costa del eslabón más débil, que es el paciente que sufre la negligencia de médicos y hospitales.
El presidente del Senado, promotor del P. del S. 56, y quienes lo llevaron a su escritorio, avalan una reparación de daños incompleta. Especialmente en los casos más graves, donde el paciente ya ha perdido demasiado.
Frente a ello, la ciudadanía y nuestros gremios deben reaccionar y salir del marasmo. Es imperativo tratar de participar en vistas públicas, como lo hizo el Colegio de Abogados. Hay que someter ponencias y protestar ante los lehisladores que van finalmente a votarlo. Defender la solidaridad es defender el acceso real y efectivo a la justicia de nuestra población. No dejemos que otra vez nos pasen el rolo sin protestar; ¡protestemos!