21/07/2025
Entre los 8 y los 12 años, el cerebro de un niño atraviesa una etapa fundamental para su desarrollo emocional.
Durante este periodo se conectan estructuras clave como la amígdala, el hipocampo y el giro del cíngulo, regiones encargadas de procesar emociones, memoria y respuestas frente al entorno.
Si en esta etapa crítica un niño o niña es expuesto a violencia, abandono, humillación o agresión, esas conexiones cerebrales pueden formarse de manera disfuncional. Esto puede generar patrones emocionales que normalizan la violencia, dificultan la autorregulación y dejan huellas profundas en la vida adulta.
El resultado suele ser la repetición de esos mismos patrones: abandono, ira, ansiedad, dificultad para crear vínculos sanos y ciclos de violencia aprendidos.
Pero también puede suceder lo contrario.
Cuando un niño crece en un ambiente con vínculos seguros, contención emocional y guía respetuosa, su cerebro se fortalece. Aprende a confiar, a sentirse seguro, a expresar lo que siente y a autorregularse, incluso ante situaciones adversas.
Lo que un niño vive, importa. Educar con empatía, cuidar con amor y enseñar a sentir de forma segura puede marcar la diferencia entre una adultez herida o una adultez emocionalmente estable.
Dra Fermina L Román – Psicóloga