02/11/2025
Consejos de cabecera
FERNANDO CABANILLAS
El asesino silencioso entre las muelas
2 de noviembre de 2025
Durante décadas hemos investigado cómo diagnosticar y tratar lo más tempranamente posible el cáncer de páncreas, un tumor especialmente difícil de manejar. Él éxito ha sido limitado. Un estudio había sugerido que las bacterias posiblemente jugaban un papel importante porque cuanto mayor era la diversidad de bacterias en el intestino, mayor era la tasa de supervivencia. En otro experimento revelador, los investigadores trasplantaron microbios fecales de pacientes con cáncer de páncreas de larga supervivencia a ratones libres de gérmenes. A continuación, los ratones fueron expuestos a células de cáncer pancreático de humanos, y se observó que mostraban una evolución mucho más favorable que aquellos que recibieron microbiota de pacientes con supervivencia corta.
La detección temprana del cáncer de páncreas sigue siendo un desafío clínico, con herramientas poco efectivas. En el terreno de la prevención, no sabemos prácticamente nada. Sin embargo, un estudio reciente de NYU Langone Health ha identificado un factor de riesgo inesperado: la cavidad oral. Sí, la boca. Resulta que entre los cientos de especies de bacterias y hongos que habitan nuestra cavidad bucal, 27 han sido vinculadas a un riesgo 3.5 veces mayor de desarrollar cáncer de páncreas. Tres bacterias orales asociadas a la enfermedad periodontal se asociaron con un mayor riesgo de cáncer pancreático. También el hongo Candida tropicalis está involucrado con un riesgo alto.
No parece ser casualidad. Curiosamente, los investigadores identificaron una especie de Candida en el tejido tumoral pancreático humano, cuya secuencia coincidía con las de las muestras orales, lo que sugiere una posible conexión entre los hongos de la boca y el páncreas. ¿Cómo llegan esos microorganismos hasta el páncreas? No lo sabemos con exactitud, pero al tragar saliva los microbios pueden viajar por el intestino hasta alcanzar el páncreas. Algunos microorganismos podrían ascender de forma retrógrada, desde el tracto gastrointestinal a través del conducto biliar o pancreático, especialmente si hay condiciones que alteran la barrera natural entre estos órganos. Una vez allí, podrían provocar inflamación crónica, alterar el microambiente tumoral, o incluso sabotear la respuesta inmunológica.
En 2016, el mismo equipo investigador había sugerido una relación entre la pobre salud oral y el desarrollo del cáncer de páncreas. Posteriormente, el estudio prospectivo de NYU Langone realizado en 122,000 individuos sanos con un seguimiento de casi una década, arrojó luz sobre el misterio. Los resultados de ese estudio, publicados en JAMA Oncology, ofrecen la evidencia más robusta hasta la fecha. No es una simple intuición, sino un perfil microbiano que podría cambiar profundamente nuestra comprensión del cáncer pancreático.
Y resulta que el cepillo de dientes juega un papel importante. Aunque el estudio no establece causalidad directa y definitiva, sí refuerza la idea de que la salud oral es parte integral de la salud sistémica. La presencia de ciertas bacterias asociadas al cáncer pancreático también se ha vinculado con enfermedad periodontal, una condición inflamatoria crónica que afecta las encías y el hueso que sostiene los dientes. Así que cepillarse, usar hilo dental y visitar al dentista no solo previene caries: podría ser prevención oncológica.
Este descubrimiento podría tener implicaciones en poblaciones donde el acceso a servicios odontológicos es limitado. Si la boca es un espejo del riesgo de cáncer de páncreas, entonces la salud oral debe dejar de ser un lujo y convertirse en una prioridad médica. Porque no se trata únicamente de la estética, sino de señales biológicas que podrían ser claves para la detección temprana del cáncer.
¿Qué implica? Mucho más de lo que parece. Primero, abre la puerta a nuevas estrategias de prevención de la enfermedad. Si el perfil microbiano oral puede predecir el riesgo de cáncer pancreático, podríamos desarrollar pruebas de saliva como una forma de detección temprana. Segundo, plantea la posibilidad de intervenciones futuras dirigidas a la flora oral, ya sea con probióticos, antimicrobianos selectivos o cambios en la dieta.
En tercer lugar, y con igual relevancia, nos invita a reconsiderar cómo integramos la salud oral dentro de la práctica clínica. En muchos sistemas de salud, la odontología sigue operando en paralelo al resto de la medicina, como si la boca fuera un mero apéndice sin importancia. Este estudio refuerza la necesidad de integrar la salud oral en la medicina preventiva, especialmente en poblaciones de alto riesgo. Así lo demuestra otro estudio que revela una conexión entre la enfermedad periodontal y el riesgo de sufrir un derrame cerebral. El estudio prospectivo, liderado por el Dr. Souvik Sen de la Universidad de Carolina del Sur, realizó un seguimiento a casi 6,000 adultos durante 20 años. Los participantes fueron clasificados según su salud bucal: encías sanas, enfermedad periodontal, y enfermedad periodontal combinada con caries.
Solo el 4% de quienes tenían buena salud oral sufrió un derrame cerebral, frente al 7% en el grupo con enfermedad periodontal, y al 10% entre quienes padecían de enfermedad periodontal combinada con caries. Esto significa que el riesgo de un derrame fue 2.5 veces mayor en el grupo con ambas afecciones, lo que representa un alza del 150% en el riesgo relativo respecto al grupo con encías sanas, lo que refuerza la importancia de la salud bucal como medida para proteger los dientes, el páncreas, el cerebro y el corazón.
A la pregunta de qué se puede hacer, basta con cepillarse dos veces al día con pasta fluorada. Usar hilo dental. Visitar al dentista regularmente. Y si se quiere ir más allá, en un futuro podrá considerarse una evaluación del microbioma oral. También conviene recordar que el cáncer de páncreas no tiene una sola causa. Factores genéticos, ambientales, dietéticos y metabólicos juegan roles importantes. Pero si pudiera identificarse un nuevo marcador de riesgo en la saliva, cambiarían las reglas del juego.
En estas detectivescas historias, el asesino silencioso no siempre viene de afuera. Muchas veces está dentro de nosotros, y quizás el secreto de la longevidad no son las dietas místicas, sino algo mucho más simple: limpiarse bien los dientes. El Sherlock Holmes de esta novela, aunque no fume en p**a, será sin duda su dentista.