13/08/2025
Después de sentir, ¿qué vamos a hacer?
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En estos días hablamos, nos indignamos, llenamos las redes de mensajes y buscamos explicaciones. Pero en el fondo sé —y lo vemos todos— que si no cambiamos el rumbo, pronto volveremos a enfrentar otra noticia igual de dolorosa. La violencia juvenil no es un fenómeno aislado ni surge de la nada: es el reflejo de vacíos en educación, en oportunidades, en apoyo emocional, y en la capacidad de nuestra sociedad para formar personas con habilidades para la vida. No basta con reaccionar cuando el daño ya está hecho. La prevención no puede seguir siendo un tema secundario ni un discurso que se apaga con el tiempo.
En nuestro sistema la prevención ciertamente no es prioridad. No contamos con programas sistemáticos de regulación emocional en las escuelas, ni con currículos que enseñen de forma consistente la empatía, la resolución de conflictos, el manejo del coraje y el pensamiento crítico. El Departamento de Educación enfrenta un deterioro evidente, y los profesionales de la salud mental trabajamos muchas veces en solitario, sosteniendo procesos de prevención secundaria y terciaria, con el apoyo que las familias pueden dar —a veces con recursos emocionales y redes de apoyo, y a veces sin ellos—.
Esto significa que llegamos tarde, atendiendo consecuencias en vez de causas. Profesionales agotados, un gobierno que parece distante, y un pueblo que sobrevive como puede. Nos quedamos en la exposición mediática, en el “llamado” de los expertos… pero sin medidas concretas y sostenidas que cambien la realidad.
La salud mental y la educación socioemocional deben dejar de ser opcionales o “temas bonitos” para convertirse en política pública y prioridad presupuestaria. Necesitamos formar jóvenes que sepan poner en palabras lo que sienten antes de que su dolor se traduzca en violencia; que sepan pedir ayuda y ofrecerla; que cuenten con adultos que puedan modelar autocontrol y respeto mutuo. Esto no se logra con un taller aislado, sino con un compromiso sostenido, con colaboración real entre familias, escuelas, comunidades, profesionales y gobierno.
No basta con conmovernos ante cada caso. La pregunta que nos queda es: después de sentir, ¿qué vamos a hacer?
Esta exposición la hago no tan solo como profesional, sino como mujer, esposa, hija, hermana y parte de este país que amo, que también tiene miedo y se duele. No podemos acostumbrarnos a vivir así. No está bien normalizar que la noticia del día sea otra vida perdida. Ojalá que este dolor nos despierte….
Dra. Nahomi Martínez Laboy