07/09/2025
Hoy vi la película “Nadadoras”, una historia —como la vida misma— que muchas veces nos pone frente a mares inmensos, llenos de incertidumbre y miedo, donde parece más fácil dejarse hundir que seguir nadando.
Me recordó que cada desafío es una travesía: la corriente puede ser fuerte, las olas pueden golpearnos, incluso podemos sentir que nos falta el aire… y, sin embargo, como en la película, descubrimos que dentro nuestro habita una fuerza que no conocíamos. Esa fuerza se llama resiliencia.
La vida, al igual que el agua, puede ser un límite o un impulso. Todo depende de nuestra decisión: quedarnos quietos por temor, cobardía o conformismo… o elegir nadar hacia adelante. Y cuando lo hacemos con valentía, sostenidos por el amor a nuestros sueños, a quienes nos rodean y a la vida misma, siempre encontramos la orilla.
Porque al final, las pruebas que parecen querer ahogarnos se convierten en las mismas aguas que nos enseñan a respirar más profundo, a enfrentar lo que nos aflige y a celebrar cada superación como una victoria más, aunque parezca pequeña.