14/01/2025
¿Por qué la gente pide psicólogos cristianos?
La respuesta es sencilla: porque, lamentablemente, muchos colegas no toman en cuenta las creencias y valores fundamentales de sus clientes, y esto puede afectar seriamente la relación terapéutica y los resultados del proceso de terapia.
Un ejemplo reciente: una pareja acudió a terapia de pareja buscando apoyo para mejorar su relación. La recomendación del terapeuta fue que consideraran una relación abierta para “avivar” su matrimonio. La pareja, claramente incómoda, expresó su desacuerdo, y la psicóloga les respondió: “Entiendo que van a la iglesia, pero hay muchos matrimonios infelices en las iglesias porque no experimentan cosas nuevas”.
Situaciones como esta generan una desconexión inmediata. En lugar de sentirse escuchados y comprendidos, los clientes sienten que sus creencias son invalidadas o incluso ridiculizadas. Esto no solo afecta la confianza en el terapeuta, sino también su disposición a continuar el proceso terapéutico.
Luego, veo en grupos profesionales a colegas molestos porque las personas buscan “psicólogos cristianos”, argumentando que no es una especialidad. Y aunque técnicamente no lo sea, el verdadero problema radica en la falta de sensibilidad y empatía hacia los valores espirituales de los clientes. La terapia no debe ser una imposición de creencias ni un espacio donde los valores de los clientes sean cuestionados. Por el contrario, debe ser un lugar seguro, donde el cliente sienta que su identidad y sus valores son respetados y validados.
Como terapeutas, nuestra responsabilidad es adaptarnos a las necesidades del cliente, no al revés. No estamos aquí para imponer nuestras ideas o perspectivas, sino para acompañar, guiar y fortalecer a las personas en su camino de crecimiento personal, desde el lugar en el que se encuentran. Y para muchos, ese lugar incluye su fe y sus valores cristianos.
Esta reflexión no busca señalar ni criticar a los colegas, sino invitarnos como profesionales a preguntarnos: ¿estamos realmente escuchando y respetando a nuestros clientes? ¿Estamos ajustando nuestras intervenciones para alinearlas con lo que es importante para ellos?
Recordemos que la empatía, el respeto y la comprensión son pilares fundamentales en la terapia. Si un cliente llega con un sistema de creencias que guía su vida, ignorarlo o desacreditarlo no solo es poco ético, sino también ineficaz.
Alinear nuestras intervenciones con los valores del cliente no significa compartirlos, sino reconocerlos y darles el espacio que merecen dentro del proceso terapéutico. En esto radica la verdadera profesionalidad y humanidad de nuestra práctica.
Tal vez, si reflexionamos más sobre esto, podríamos ver menos solicitudes específicas de “psicólogos cristianos” y más confianza en la comunidad terapéutica en general.
Fuente. Dra Fermina L Roman - Psicóloga