26/07/2025
Wendy llegó al mundo un día lleno de luz y coraje. Su mamá tuvo 6hs de trabajo de parto ya en fase activa. Desde ese momento, cada ola, cada contracción, fue recibida con fuerza y entrega. No fue fácil, pero fue profundamente humano. Porque su mamá, valiente y consciente, no solo se preparó físicamente para este día, sino también con el corazón y el alma. Se preparó emocionalmente para sostenerla, espiritualmente para recibirla, y con cada respiración guiada, con cada suspiro entre contracción, la acercaba más a sus brazos.
Y cuando Wendy nació, el mundo pareció detenerse un instante.
Fue un parto respetado, digno, lleno de presencia. Su papá estuvo allí, firme, amoroso, sosteniendo a su mamá con una ternura silenciosa, haciéndole saber que no estaba sola, que juntos estaban trayendo vida.
Apenas Wendy asomó a este mundo, no hubo distancia, no hubo interrupción: fue directo al pecho de su mamá. Ahí, piel con piel, corazón con corazón, comenzó su transición a la vida extrauterina. Durante una hora entera, aún fuera del útero, Wendy seguía conectada a la placenta, ese puente sagrado entre dos mundos, mientras reconocía el calor, el aroma, el latido familiar de su mami.
Y entonces, cuando fue el momento, su papá cortó el cordón umbilical. Con ese gesto, simbólico y real, Wendy inició su camino independiente por este mundo. Pero no lo hizo sola: tras el corte, fue el pecho de su papá quien la recibió. En ese acto de amor, nació también el apego con él.
Wendy no solo nació. Fue esperada, fue sostenida, fue acompañada. Su llegada fue celebrada con lágrimas, con suspiros, con un amor que no cabe en palabras. Porque cuando un bebé llega al mundo con respeto, con preparación y con amor, algo más grande también nace: la certeza de que el comienzo importa. De que el amor, desde el primer instante, deja huellas que duran para siempre.
Bienvenida, Wendy. El mundo es un lugar mejor con tu llegada ✨
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