14/08/2025
Cinco con cuarenta y cinco de la tarde.
El cielo, blindado de nubes, aplasta la luz.
Por la mañana eran grises; ahora son un manto oscuro que se estira hasta el horizonte.
La lluvia llega como un secreto contado a medias: moja, se calla, y se va.
Así eras tú… una presencia que empapaba y después desaparecía, dejando en la piel la duda de si alguna vez estuviste de verdad.
No me extraña que ocurra. Lo que me inquieta es la sensación de advertencia.
Como si el clima se burlara y dijera: “Mira bien… lo que hoy te abraza, mañana no dejará ni sombra.”
Y en ese hueco, el vacío se acomoda antes que yo.
Lo confieso: sigo sin aprender cuándo abrirme por completo y cuándo cerrar la puerta.
Vivo entre contradicciones que, lejos de esconderse, me gritan desde adentro.
En mi cabeza, la guerra es constante:
El corazón quiere salto.
La razón quiere suelo.
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Corazón:
—Siempre me llegas tarde. Cuando tus cálculos terminan, yo ya me lancé.
Razón:
—Y siempre me llegas temprano. Saltas sin saber si hay dónde caer.
Corazón:
—¿Y qué si caigo? El golpe me revela quién soy.
Razón:
—¿Y qué si el golpe no te deja levantar? ¿Y si un día no queda nada que rescatar?
(Silencio largo, como si uno de los dos dudara si seguir)
Corazón:
—Entonces habré vivido, aunque sea breve. ¿De qué sirve llegar intacto al final, si no sentiste nada en el camino?
Razón:
—Sirve para tener más caminos que recorrer.
Corazón:
—Y sirve también romperse para aprender a andar distinto.
Razón:
—No todos saben reconstruirse.
Corazón:
—Tampoco todos saben amar sin garantías.
Razón:
—Yo solo intento que no te conviertas en ceniza.
Corazón:
—Y yo solo intento que no te conviertas en piedra.
(Pausa)
Razón:
—Entonces hagamos esto: yo seré freno cuando estés al borde de quebrarte.
Corazón:
—Y yo seré empuje cuando tengas miedo de avanzar.
Razón:
—Si caes, te sostengo.
Corazón:
—Si dudas, te arrastro conmigo.
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Somos carne sostenida por dos voces que se aman y se interrumpen.
No somos enemigos: somos la cuerda floja y el paso que la recorre.
El cálculo que evita la caída… y el impulso que le da sentido al salto.
Si me preguntas, sigo eligiendo sentir.
Porque aunque me queme, aunque me rompa, prefiero cicatrices encendidas que piel intacta sin historias.
Ámame, cuídame y dame tu vida… que yo te daré la mía.
Solo no me falles. (JAMA)