18/07/2025
En un bosque donde el sol apenas se filtraba entre los árboles altos, vivía un zorro llamado Lian. Tenía un sueño: abrir el primer puesto de frutas secas y semillas para que los animales tuvieran comida en invierno sin pasar hambre.
Pero había un problema: no tenía nada. Ni herramientas, ni hojas suficientes, ni ayuda. Solo tenía su idea… y sus ganas.
Un día, decidió ir a pedir colaboración. Primero habló con el castor, que tenía la madera más resistente.
—¿Me darías unas ramas para empezar mi puesto? —preguntó Lian.
El castor soltó una carcajada.
—¿Un zorro vendiendo semillas? ¡Si los zorros no hacen negocios! Mejor buscá algo más fácil.
Lian bajó las orejas, pero no se detuvo.
Fue con la ardilla.
—¿Podrías darme algunas semillas? Cuando venda, te devuelvo el doble.
—¿Semillas para vos? —rió la ardilla—. Seguro te las comés antes de venderlas.
El zorro sintió un n**o en la garganta, pero respiró hondo.
Fue con el búho, con el ciervo, con la comadreja. Todos decían lo mismo: “No va a funcionar”, “Perdés el tiempo”, “Nadie te va a comprar”.
Cada rechazo dolía como espina, pero Lian no dejó que lo frenara. Reunió pedazos de madera caída, buscó semillas que otros tiraban, limpió hojas secas para armar bolsas. Trabajó de noche, sin que nadie lo viera.
Pasaron semanas. Cuando llegó el invierno, los animales buscaban comida desesperados. Entonces vieron algo inesperado: un pequeño puesto hecho con ramas, ordenado, lleno de bolsas verdes y marrones.
—¡Frutas secas! ¡Semillas listas para guardar! —anunció Lian con voz firme.
Al principio dudaron. Luego, uno compró. Después otro. Y cuando menos lo esperaban… todos querían lo que Lian había preparado.
El castor, que antes se había reído, se acercó y dijo:
—No pensé que lo lograrías.
—Yo tampoco… algunas veces —respondió Lian—. Pero cada vez que quería rendirme, recordaba por qué empecé.
Reflexión:
Los rechazos no definen tu valor. Son parte del camino, no la meta.
Si nadie cree en ti, que no sea una excusa para no creer en ti mismo.
Porque las grandes ideas no nacen perfectas. Se construyen con esfuerzo, constancia… y la valentía de seguir incluso cuando cierran las puertas.
¿Qué harías hoy si dejaras de esperar la aprobación de otros?