
25/07/2025
— Hoy te voy a encender — dijo el cerillo.
La vela, asustada, respondió:
— ¡No! Si me enciendes, me consumiré. Mis días estarán contados…
El cerillo guardó silencio unos segundos y luego preguntó:
— ¿De verdad quieres pasar toda tu vida así? Dura, fría… y sin haber brillado nunca?
— Pero encenderme duele… y me agotará — susurró la vela.
— Sí, duele. Y sí, poco a poco te consumirás — dijo el cerillo. — Pero para eso fuimos creados. Yo nací para encender, y tú para dar luz.
— Mi chispa es corta, pequeña… pero si te la paso, cumpliré con mi propósito.
La vela lo miró conmovida… y justo en el momento en que la flama del cerillo casi se apagaba, dijo:
— Por favor… ¡enciéndeme!
Y así nació la luz. Brillante. Hermosa.
La flama que iluminó la habitación… porque la vela entendió que su verdadero valor no estaba en permanecer intacta, sino en brillar.
A veces, ser luz duele. Pero eso lo cambia todo.
A veces, dar lo mejor de uno mismo significa entregar un pedacito del alma.
Porque fuimos creados para brillar. Para tocar otras vidas. Para hacer el mundo un poquito menos oscuro
Créditos al autora