
07/03/2025
La melodía del alma y el eco del mar
El sol, un ojo dorado que se desliza lentamente por el horizonte, observa cómo nuestras voces se funden con el murmullo del océano. El viento, cómplice de la melodía, acaricia las cuerdas de la guitarra y se desliza entre nuestras notas, llevándolas más allá de la orilla, donde lo tangible se diluye y solo queda el sonido.
Aquí, en la frontera entre lo real y lo onírico, la música se convierte en un puente sagrado. Cada acorde es un conjuro, cada golpe de tambor es el latido del universo, cada verso es un mantra que despierta a los espíritus dormidos en la arena.
La psicología y la música son hermanas nacidas del mismo vientre: la necesidad de comprender lo invisible, de sentir lo indecible. En este instante, bajo el resplandor púrpura del atardecer, entendemos que somos más que cuerpos tocando instrumentos. Somos canales de algo mayor, de una energía ancestral que despierta con la vibración de nuestras cuerdas vocales y la percusión de nuestras almas.
Y así, entre el fuego que se apaga en el cielo y la espuma que besa la orilla, vivimos la magia. No como espectadores, sino como creadores de una realidad donde todo resuena, donde todo canta.
Esta noche, la playa es nuestro templo, la música es nuestro ritual, y nosotros somos los magos que conjuran emociones en el aire.
— Javier Ardón