11/23/2025
El cortisol, la hormona del estrés, actúa como un regulador metabólico de emergencia; cuando se mantiene elevado de forma crónica, altera la señalización de insulina, favorece la resistencia insulínica, aumenta el apetito por carbohidratos rápidos y desplaza el metabolismo hacia el almacenamiento de grasa, especialmente visceral. Estudios endocrinológicos recientes muestran que incluso picos repetidos de cortisol —por mala calidad de sueño, estrés emocional o entrenamientos mal periodizados— pueden aumentar la producción hepática de glucosa y disminuir la masa muscular, creando un entorno biológico perfecto para ganar peso aun comiendo “bien”.
La buena noticia es que el cortisol sí es modulable. Intervenciones tan simples como ajustar la ventana de sueño, reducir estimulantes tarde en el día y entrenar con cargas moderadas en vez de sesiones extenuantes ya han demostrado reducir los niveles basales. Además, técnicas breves de regulación autonómica (respiración en 4–6, exposición matinal a luz solar) disminuyen el cortisol en minutos. La evidencia más nueva apunta a que estabilizar los horarios de comidas y evitar ayunos caóticos mejora la variabilidad del cortisol y, en consecuencia, el control del apetito. Cuando el público entiende esto, descubre que bajar de peso no es solo comer menos: es reprogramar la hormona que decide dónde y cuánto se almacena la grasa..
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