
08/08/2025
La carne, templo de lo sensible, se ablanda como la tierra húmeda al primer rocío.
No se rinde: se ofrece.
En el silencio del alma encendida, cede sus rigideces, se vuelve receptáculo sagrado.
No por rendición, sino por amor.
Se estira hacia adentro, como recordando que alguna vez fue agua.
Ablandarse por dentro es un acto sagrado.
Es decirle sí a la vida con todo el cuerpo,
sin esconderse, sin apresurarse.
Dejar que lo tierno brote,
que la mirada se suavice,
que la presencia se expanda como una flor
que se abre sin miedo a ser vista.
Umbral por donde la vida entra,
se posa, se queda.
Enternecernos es volver al centro.
Escuchar el cuerpo cuando susurra,
cuando pide pausa,
cuando anhela ser sostenido.
Es detener el ruido externo
para que lo interno respire,
se mueva,
se revele.
Es permitirnos.
Un “sí” tibio y presente.
Aquí. Ahora.
Porque la carne, cuando se ablanda,
no se rompe: florece.
Y en esa suavidad,
nos volvemos uno con lo vivo.
El cuerpo, vuelto altar,
respira su verdad:
nacer es también ceder.
Amar es ablandarse para dejar pasar la luz.
Y vivir… es abrazar sin prisa
lo que somos cuando por fin,
nos dejamos Ser.
DejarSer. PermitirSer. GozarSer. AmarSer.
Gracias por tanto........❤️
y 🙏🏾🫂