07/03/2025
¿Te suena familiar? Déjame hablarte hoy de algo que veo constantemente en consulta: La depresión funcional.
Esa que no parece una depresión. Esa que no detiene el reloj ni suspende las tareas. Esa que sabe disfrazarse de normalidad y esconderse detrás de una sonrisa.
Es esa madre que se levanta temprano, prepara desayunos, lleva a los niños a la escuela, va al trabajo, regresa, cocina, ayuda con tareas… y en la noche, cuando todos duermen, se encierra en el baño y llora en silencio. Llora por el cansancio, por sentirse vacía, por no reconocerse en el espejo.
Y al otro día, repite el guión, como si nada.
Es ese adolescente que hace sus tareas, participa en clase, se ríe con sus amigos, y cuando llega la noche, siente una niebla mental, un vacío que no entiende. Tal vez nadie lo nota, porque “cumple con todo”, pero él sabe que algo dentro no está bien. Que algo pesa y como no quiere preocupar a nadie, lo calla.
Es esa persona que va al gimnasio, sale a cenar, publica fotos sonrientes en redes, pero se siente desconectada de todo, incluso de sí misma. Porque la depresión funcional no siempre se ve triste. A veces se ve ocupada. A veces se ve “exitosa”.
Esta forma de depresión es silenciosa. Es agotadora. Es confusa, incluso para quien la vive, porque parece que todo está “bien” y sin embargo, algo duele.
Si te sientes así, si estás funcionando por fuera pero apagándote por dentro… No estás sol@.
Tu sufrimiento no necesita justificarse para ser válido. No necesitas tocar fondo para pedir ayuda.
Tu historia merece ser escuchada, sin filtros, sin apariencias. Y tú mereces descanso, compasión y un espacio seguro donde quitarte la armadura.
Dra. Fermina L. Román – Psicóloga