
18/07/2025
Dejen de decir que hay que perdonar “porque es familia.”
Ese consejo, aunque bien intencionado, muchas veces es dañino.
Y es hora de cuestionarlo con emociones sin filtros y con toda la verdad.
Porque, en el fondo, la familia debió saber hacerlo mejor.
La familia debió protegerme, no herirme.
Debió estar de mi lado, no traicionarme.
Debió ser mi refugio, no la fuente de mi trauma más profundo.
Y el hecho de compartir la misma sangre
no significa que les debo acceso a mi paz,
a mis hijos o a la vida que he reconstruido con tanto esfuerzo.
El perdón no es algo que puedas forzar,
especialmente cuando la disculpa que se necesita jamás llegó.
Especialmente cuando la conducta dañina no ha cambiado.
Especialmente cuando el dolor sigue vivo,
como una herida abierta en el alma.
Tengo todo el derecho de proteger mi paz.
Aunque eso signifique protegerla de quienes comparten mi apellido.
Y si eso te incomoda,
si mis límites te molestan,
entonces tal vez eres parte del problema.
Parte de ese discurso que perpetúa el daño y silencia el dolor.
Porque familia no es solo quien lleva tu mismo apellido,
sino quien está presente de verdad,
quien te respeta de corazón,
quien te trata bien sin condiciones.
Esta es mi emoción sin filtros.
Y esta es mi verdad inquebrantable.
La Red