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                                            No era que mi hijo no quisiera aprender.
No era que no pusiera atención, ni que no le importara.
Era que su cuerpo todavía estaba aprendiendo a organizar el mundo desde dentro.
Cuando descubrí los reflejos primitivos, entendí que su cerebro no estaba roto…
solo necesitaba moverse diferente para conectar mejor.
Y desde ese día, cambié la forma en que lo acompaño.
Ya no lo corrijo, lo observo.
Ya no lo exijo, lo entiendo.
💛 Si tú también estás aprendiendo a mirar a tu hijo con más compasión que juicio,
déjame un 💚 en los comentarios.
Ayudemos a más mamás a ver que sí hay un camino diferente.
💚 “Déjame un corazón si también estás aprendiendo a acompañar desde el amor.”
Comparte esta publicación con una mamá que lo necesite leer hoy.”                                        
 
                                                                                                     
                                                                                                     
                                                                                                     
                                                                                                     
                                                                                                     
                                                                                                     
                                                                                                     
                                         
   
   
   
   
     
   
   
  