Aprender A Vivir

Aprender A Vivir Compartiendo sentimientos, pensamientos y emociones.

Primoroso viernes!!! ⛅Me gusta la gente con la cabeza en su lugar, que sea espiritual, con idealismo en los ojos y los p...
08/29/2025

Primoroso viernes!!! ⛅

Me gusta la gente con la cabeza en su lugar, que sea espiritual, con idealismo en los ojos y los pies en la realidad. Me gusta la gente que ríe, llora, se emociona con una simple carta, una llamada, una canción suave, una buena película, un buen libro, un gesto de cariño, un abrazo.

Gente que ama y tiene nostalgias, le gustan los amigos, cultiva flores, ama los animales, admira paisajes, la poesía y sabe escuchar.

Gente que tiene tiempo para sonreír bondad, pedir perdón, repartir ternuras, compartir vivencias y tiene espacio para las emociones dentro de sí, emociones que fluyen naturalmente de adentro de su ser.

Gente que disfrutan hacer las cosas que le gustan, sin huir de compromisos difíciles, por más desgastantes que sean.

Gente que ayuda, orienta, entiende, aconseja, busca la verdad y siempre quiere aprender, aunque sea de un niño, de un pobre, de un analfabeto.

Gente de corazón desarmado, sin odio y conceptos baratos, con mucho amor dentro de sí.

Gente que se equivoca y lo reconoce, cae y se levanta, asimila los golpes, tomando lecciones de los errores y haciendo redimir sus lágrimas y sufrimientos.

Me gusta mucho la gente así.

“Eres muy vieja para usar bikini”.“Ya estás vieja para bailar de esa manera”.“Estás vieja para hacerte tatuajes”.“Estas ...
08/28/2025

“Eres muy vieja para usar bikini”.

“Ya estás vieja para bailar de esa manera”.

“Estás vieja para hacerte tatuajes”.

“Estas muy vieja para exhibirte al natural”.

“No tienes la edad para ese corte”.

“No serás una mujer respetable si no te comportas de acuerdo a tu edad”.

Esas son algunas de las frases que nos recuerdan que las mujeres tenemos una fecha de caducidad según el sistema social.

Qué después de los 30 estás “obsoleta” y necesitas vivir demostrando lo contrario.
Porque nos enseñan que la edad es la gran enemiga.
Y en eso aprendemos a existir sin apreciar la grandeza de la experiencia que trae cada cana, cada arruga, cada cicatriz y cada caída.

Esas marcas de guerra nos recuerdan que estamos vivas y que somos humanas y que la vida no termina hasta que demos el último respiro.
Y que ni ahí dejaremos de ser y vivir como nos dé la gana.
Porque hasta para morirse hay que saber despedirse de una aventura que valió la pena.
Porque no aprendimos a posar ni en fotos.

Porque la vivimos en MAYÚSCULA.

Pd.
“Espero esto pueda permitirte un poco de esperanza y motivación, no importa cuantas veces hayas ido en el camino equivocado, la mayor parte de tu vida, eres un ser maravilloso y no dejes que nadie nunca te diga cómo vivir tu vida".

Red

A Vivir

Un día tu mamá ya no te llamará.Un día desearás que hubiera vivido más para disfrutar de tu tiempo con ella.Un día dejar...
08/22/2025

Un día tu mamá ya no te llamará.
Un día desearás que hubiera vivido más para disfrutar de tu tiempo con ella.
Un día dejará de decirte que dejes de hacer bromas.
Un día dejará de darte los consejos que cree que son adecuados para ti.
Un día encontrarás vacía la casa donde siempre te esperaba con una taza de café caliente al llegar.
Un día su voz ya no se oirá.
Un día, solo quedarán los recuerdos.
El tiempo vuela y no espera a nada ni a nadie.
Y ese día, sentirás un vacío tan grande que nada ni nadie podrá llenar.

Yo regalaba ropa para una niña de dos o tres años. Un día me escribió una mujer: decía que estaba en una situación muy d...
08/21/2025

Yo regalaba ropa para una niña de dos o tres años. Un día me escribió una mujer: decía que estaba en una situación muy difícil, que su hija no tenía qué ponerse, y me preguntó si podía enviarle la ropa por correo. Al principio quise contestar con frialdad —pensé: “que se las arregle sola, yo también tengo mis problemas”. Pero luego me vino a la cabeza una duda: ¿y si realmente la situación es tan dura como cuenta? Al final empaqué la ropa y la envié por mi cuenta.

Pasó un año. Una tarde recibí un paquete.

Me quedé un rato mirándolo sobre la mesa de la cocina, con las tijeras en la mano. Era una caja marrón, envuelta en cinta adhesiva. El remitente me resultaba vagamente familiar. Y de pronto recordé: sí, era la misma mujer a la que había mandado la ropa infantil.

La caja era ligera, pero algo sonaba en su interior. Corté la cinta con cuidado, abrí la tapa… y me quedé sin aliento.
Dentro no había ropa ni juguetes. Había un montón de dibujos infantiles perfectamente ordenados, unas flores silvestres secas y, encima de todo, una carta junto con varios tarros de mermelada de frambuesa y grosella negra.

Me senté en la silla y desplegué la hoja escrita con una caligrafía irregular:

«Hola. No sé si se acuerda de mí. Hace un año usted me mandó ropa para mi hija. Fue la primera ayuda que recibí de una persona totalmente desconocida. En aquel entonces vivíamos en una casa fría, sin dinero ni para lo básico, y mi niña iba siempre con ropa vieja y gastada. Cuando llegó su paquete, saltaba de alegría, y yo también, no lo voy a negar. Se probaba los vestidos delante del espejo y reía a carcajadas.

Ahora las cosas están un poco mejor. Encontré trabajo, mi marido volvió de un viaje y la vida empieza a estabilizarse. Mi hija ya ha crecido. Quiero devolverle al menos una parte del cariño que nos dio. En la caja encontrará sus dibujos; ella misma dijo: “Mamá, esto es para la señora que me regaló vestidos”. Las flores las recogimos juntas, para que las guarde de recuerdo. Y de mi parte, unos tarros de mermelada casera de las moras y frambuesas de nuestro jardín. Espero que en algún día lluvioso de otoño tome un té y nos recuerde».

Leí la carta varias veces. Los ojos se me llenaron de lágrimas. Sentía una mezcla extraña de gratitud, pudor y alegría tranquila.

Recordé aquel día, un año atrás. Yo también estaba cansada y agobiada. Mi marido viajaba mucho por trabajo, yo me quedaba sola con el niño, agotada y de mal humor. En casa se acumulaban bolsas de ropa, cajas en el trastero. Publiqué un anuncio en un grupo de Facebook: “Lo regalo”. Me llegaron decenas de mensajes: unos sin ni siquiera un saludo, otros exigentes, otros intentando negociar, aunque todo era gratis.

Y de pronto apareció aquel mensaje: «Por favor, estoy en apuros, ¿podría enviarlo por correo?».
Mi primera reacción fue de irritación. ¡Por correo! Eso significaba ir a la oficina de correos, esperar cola, pagar de mi bolsillo. ¿Por qué tenía que hacerlo yo?

Pero entonces recordé cómo, estando embarazada, también pedí ropa prestada porque no llegábamos a fin de mes. Recordé las veces que mi marido tardaba en cobrar y nos las veíamos negras. Y pensé: ¿y si de verdad lo necesita?

Reuní un paquete: chaquetas, vestidos, medias, un abrigo. Pagué cinco euros por el envío. No era mucho, pero en ese momento lo sentí. Y luego me olvidé del asunto.
Hasta ese día, un año después.

Tomé en mis manos los dibujos. En uno aparecía una casita torcida, con un sol enorme arriba y una niña con vestido verde junto a sus padres. En otro, un árbol lleno de manzanas dibujadas con tanta fuerza que el lápiz se había roto. En el tercero, un cielo azul pintado hasta romper el papel.

Me quedé mirando. Eso era memoria, parte de una vida confiada a mí.
Entonces sentí la necesidad de contestar.

En la carta había dirección, correo y teléfono. Dudé un poco, pero al final envié un mensaje corto:
«He recibido su paquete. Muchísimas gracias. Ha sido una sorpresa muy emocionante».

La respuesta no tardó:
«¡Qué alegría! Tenía miedo de que se perdiera. Le dije a mi hija y saltaba de felicidad: “¡La señora lo recibió!”».

Así empezó nuestra correspondencia.

Ella se llamaba María. Vivía en Gijón, trabajaba en una farmacia. Su marido era camionero. La niña se llamaba Lucía y acababa de empezar en la guardería. María escribía de forma sencilla, sin quejas, pero entre líneas se adivinaba el cansancio. A veces me decía: «Mi marido se retrasa, estoy sola con la niña, cuesta». O: «Han cerrado la guardería por cuarentena y tengo que ir a trabajar».

Y poco a poco entre nosotras se tendió un hilo invisible. Una desconocida que de repente se volvió cercana. Nunca nos habíamos visto, pero compartíamos cosas que a veces ni a las amigas se cuentan.

Pasaron seis meses. En primavera decidí viajar con mi hijo al norte, de vacaciones junto al mar. Y me di cuenta de que no estaba tan lejos de Gijón.

Le escribí: «Voy a estar cerca de tu ciudad, ¿te apetece que nos veamos?».
Tardó en responder, y al final dijo: «No sé… me da un poco de vergüenza».
La animé: «Solo un café, no soy una extraña».
Y aceptó.

Quedamos en una cafetería pequeña del centro. Yo estaba nerviosa, como en una cita. Me senté junto a la ventana. El corazón me latía fuerte.
Se abrió la puerta y allí estaba ella: bajita, delgada, con el pelo recogido en una coleta. Llevaba una bolsa de la que sobresalía un peluche. De la mano traía a una niña de cuatro años con un vestido rosa y unos ojos enormes.

—¿Eres tú? —preguntó María sonriendo.
—Sí, —respondí yo.
Y nos abrazamos como viejas amigas.

Lucía me tendió el peluche:
—Es para ti.
—Gracias, cielo, —le dije emocionada.

Nos sentamos, tomamos té y hablamos. Al principio con timidez, luego con naturalidad. María me contó de su trabajo, yo del mío. Las niñas enseguida se pusieron a jugar alrededor de las mesas.

En un momento me di cuenta: esto era un milagro. Un año atrás había mandado un paquete casi al azar. Y ahora estaba allí, con una persona que se había vuelto importante para mí.

Desde aquel encuentro seguimos en contacto. A veces nos mandamos pequeños regalos: yo le envío libros para Lucía, ella me manda tarros de mermelada casera.
Y lo más sorprendente es que mi vida cambió. Tengo menos cansancio, menos irritación. Aprendí a disfrutar de los pequeños detalles.

Todo porque un día decidí no ignorar aquel mensaje.

Hoy, dos años después de la primera caja, todavía guardo los dibujos y las flores secas. A veces los s**o y los miro. Y siempre pienso: hay tanta indiferencia en el mundo… pero basta tender una mano una vez, y ese gesto regresa multiplicado.

Estamos unidos por hilos invisibles. Y un pequeño acto puede cambiar la vida de alguien. A veces, incluso la tuya propia. ❤️

Nunca volveré a sentirme insuficiente para nadie.  Si alguien cree que existe alguien mejor que yo, adelante.  Si alguie...
08/14/2025

Nunca volveré a sentirme insuficiente para nadie. Si alguien cree que existe alguien mejor que yo, adelante. Si alguien piensa que mi cariño no le basta, que le camine. Si siente que como mujer no lo lleno, que le busque... Si alguien se espanta con mis locuras, que huya.

Si me considera demasiado romántica, cursi, si el tiempo y los besos que necesito se le hace demasiado, si cree que soy exigente, que vuele.

Sí, que vuele, porque no quiero a mi lado a alguien que constantemente se esté quejando de que soy poco o mucho, de que hago o no y que no valore todo lo que le entrego, todo lo que me doy, porque no soy de medias tintas, porque yo si amo quiero amar con todo y nada por mitades, eso ya no va conmigo.

Y sí decide quedarse, bajo advertencia no hay engaño, yo no me disfrazaré de princesa perfecta, a veces tengo mal humor o hago berrinches, tengo mil y un defectos pero también cien mil virtudes, al final todos tenemos algo de malvados.

Todo debe ser recíproco, te amo, me amas, te respeto, me respetas, te tolero me toleras, pero eso sí, que el amor y los buenos momentos sean infinitos porque ya no estamos para andar por el mundo sintiendonos insuficientes para nadie.

Anónimo.Aprender A Vivir ir

Ojalá algún día pueda perdonarme por haber amado a alguien como tú.Sé que a ti nunca te importará.Sé que dormirás en paz...
08/12/2025

Ojalá algún día pueda perdonarme por haber amado a alguien como tú.

Sé que a ti nunca te importará.
Sé que dormirás en paz cada noche,
porque simplemente no tienes corazón.

Me duele haber tenido la mala suerte de conocerte,
de haberte dejado entrar en mi vida.
Porque todo lo que hiciste fue hacerme llorar,
gritar, rogar, perseguirte…
y caer en una tristeza que me consumía.
Mientras para ti, cada día era simplemente normal.

Me diste ansiedad, me llenaste de dudas.
Me hiciste vivir con miedo.
Me llenaste de promesas vacías,
me manipulaste, me hiciste sentir culpable
por todo lo que tú mismo causaste.

Me hiciste creer que yo merecía el dolor que me diste.
Y en ese proceso…
me perdí.

Perdí mi dignidad.
Perdí mi amor propio.
Perdí el respeto por mí misma,
solo para intentar que te quedaras.

Tal vez un día logre perdonarme…
por haberte amado tanto, tan ciegamente.

Pero lo que nunca voy a perdonar…
es que tú me rompieras.

Rompiste mi corazón,
mi sistema nervioso,
y mi alma....

Aprender A Vivir

𝐏𝐢𝐞𝐧𝐬𝐚 𝐞𝐥 𝐭𝐫𝐢𝐩𝐥𝐞, 𝐡𝐚𝐳 𝐞𝐥 𝐝𝐨𝐛𝐥𝐞 𝐲 𝐡𝐚𝐛𝐥𝐚 𝐥𝐚 𝐦𝐢𝐭𝐚𝐝. 🩷Aprender A Vivir
08/11/2025

𝐏𝐢𝐞𝐧𝐬𝐚 𝐞𝐥 𝐭𝐫𝐢𝐩𝐥𝐞, 𝐡𝐚𝐳 𝐞𝐥 𝐝𝐨𝐛𝐥𝐞 𝐲 𝐡𝐚𝐛𝐥𝐚 𝐥𝐚 𝐦𝐢𝐭𝐚𝐝. 🩷

Aprender A Vivir

Somos esa generación que no regresará.Crecimos con los zapatos llenos de polvo, las rodillas raspadas y el corazón apura...
08/11/2025

Somos esa generación que no regresará.
Crecimos con los zapatos llenos de polvo, las rodillas raspadas y el corazón apurado,
no para mirar una pantalla,
sino para terminar la merienda y salir corriendo a la calle — donde lo único importante era un balón y unos amigos.

Éramos los que volvíamos caminando del colegio,
hablando en voz alta o soñando en silencio,
con la mente ya en el próximo juego, en la siguiente aventura,
entre un agujero en la arena y un secreto susurrado tras una esquina.

Un palo podía ser una espada,
un charco se volvía un mar por conquistar.
Nuestros tesoros eran canicas, cromos, barquitos de papel.
Y el cielo, nuestro único límite.

No teníamos copias de seguridad, solo recuerdos en la mente y en los carretes fotográficos.
Las fotos se tocaban, se olían, se guardaban en cajones —
junto a cartas escritas a mano,
postales de los abuelos,
y dibujos de colores que los padres guardaban como joyas.

Llamábamos “mamá” a quien curaba nuestras fiebres,
y “papá” a quien nos enseñó a andar en bicicleta.
No hacía falta más.

Por las noches, bajo las mantas,
hablábamos bajito con el hermano en la cama de al lado,
riendo por tonterías,
con miedo de que algún adulto escuchara y apagara ese pequeño mundo de complicidad.

Esa generación se está yendo, poco a poco, como una fotografía que pierde color, pero que nadie quiere tirar.

Nos alejamos en silencio, llevando una maleta invisible:
el eco de las risas en la calle,
el olor del pan recién hecho,
las carreras sin sentido
y esa libertad que no conocía notificaciones.

Fuimos niños cuando aún se podía serlo.
Y tal vez, esa sea nuestra mayor fortuna.
( lo comparto de las redes) — en Castelar, Bs As.Aprender A Vivir vir

Yo no cargo con mi pasado me gusta disfrutar mi vida respetando mi futuro!!❤️Aprender A Vivir
08/11/2025

Yo no cargo con mi pasado me gusta disfrutar mi vida respetando mi futuro!!❤️

Aprender A Vivir

A veces deseamos que los buenos momentos no terminen y que las dificultades se vayan rápido. Sin embargo, he aprendido q...
08/10/2025

A veces deseamos que los buenos momentos no terminen y que las dificultades se vayan rápido. Sin embargo, he aprendido que todo tiene su propio ritmo y nada permanece, ni siquiera nosotros. Por eso, vivir con el corazón abierto es el acto más valiente. No se trata de aferrarse o huir, sino de estar presentes, ser y agradecer, incluso lo que no comprendemos, recuerda que todo tiene su tiempo.
🥀💔🥀

Cisne yss

Aprender A Vivir

Sé diferente.Cuando te despiertes por la mañana, dile buenos días antes de revisar tu teléfono.Tómate 15 minutos de tu o...
08/10/2025

Sé diferente.

Cuando te despiertes por la mañana, dile buenos días antes de revisar tu teléfono.

Tómate 15 minutos de tu ocupada agenda, y llámala para ver cómo está ella y su salud mental.

Cuando vayas a la nevera a buscarte un trago, agarrale uno sin ni siquiera preguntar.

De camino a la tienda de comestibles, pasa por la casa de sus padres para ver cómo están yendo a ver si necesitan algo mientras vas a la ciudad.

Ve a la iglesia con ella y reza por ella cada día que pasa.

Cuando le preguntas sobre su día, realmente te preocupas por la respuesta.

Déjale una nota en la visera de su coche que dice "Nunca me he sentido más completa hasta que entraste en mi vida tan tranquila e inesperadamente".

Cuando ella tuvo un día terrible en el trabajo, y tú tuviste un día increíble en el trabajo, nunca descartes lo que está diciendo y digas "sí, sí, sí, pero déjame contarte sobre mi día" ...... Te sientas allí y escuchas su horrible día y no dices nada sobre tu increíble día.

Mostrar a sus hijos que un hombre puede amar a su madre incondicionalmente y ayudarla a sanarse del trauma por el que nadie se disculpó.

Toma mi consejo y sé el hombre que le demuestre que hay mucho más en la vida de lo que ella lamentablemente ha experimentado en el pasado.

~ Cody Bret

Aprender A Vivir

08/04/2025

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