Miguel Á. Baret, PhD

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09/29/2025
𝐃𝐢𝐞𝐭𝐚 𝐝𝐞𝐥 𝐄𝐝𝐞́𝐧 𝐲 𝐞𝐥 𝐇𝐨𝐦𝐛𝐫𝐞 𝐂𝐚𝐢́𝐝𝐨: 𝐌𝐢𝐭𝐨𝐬 𝐲 𝐑𝐞𝐚𝐥𝐢𝐝𝐚𝐝𝐞𝐬 𝐝𝐞𝐥 𝐕𝐞𝐠𝐞𝐭𝐚𝐫𝐢𝐚𝐧𝐢𝐬𝐦𝐨 𝐓𝐞𝐨𝐥𝐨́𝐠𝐢𝐜𝐨Por Miguel Á. Baret, PhDHace décadas...
09/07/2025

𝐃𝐢𝐞𝐭𝐚 𝐝𝐞𝐥 𝐄𝐝𝐞́𝐧 𝐲 𝐞𝐥 𝐇𝐨𝐦𝐛𝐫𝐞 𝐂𝐚𝐢́𝐝𝐨: 𝐌𝐢𝐭𝐨𝐬 𝐲 𝐑𝐞𝐚𝐥𝐢𝐝𝐚𝐝𝐞𝐬 𝐝𝐞𝐥 𝐕𝐞𝐠𝐞𝐭𝐚𝐫𝐢𝐚𝐧𝐢𝐬𝐦𝐨 𝐓𝐞𝐨𝐥𝐨́𝐠𝐢𝐜𝐨

Por Miguel Á. Baret, PhD

Hace décadas que se ha levantado una corriente moralizante que propone la dieta vegetariana —o su versión más estricta, el veganismo— como la única expresión ética, saludable y, en muchos casos, divina, para la alimentación humana. A menudo se cita Génesis 1:29 como piedra angular de esta tesis: “He aquí que os he dado toda planta que da semilla, que está sobre la faz de toda la tierra, y todo árbol en que hay fruto y da semilla; os serán para comer.”

Desde púlpitos, congresos de salud y foros espirituales, se hace avanzar la idea de que Dios diseñó al ser humano para alimentarse exclusivamente de vegetales. Quienes así piensan afirman que cualquier desviación de esta dieta original es corrupción, degeneración o señal de rebeldía contra el propósito del Creador.

Pero lo que pocos reconocen —quizás por ignorancia, quizás por romanticismo espiritual— es que esa dieta fue dada antes de la Caída, antes del pecado, antes de la disfunción cósmica que desfiguró tanto la tierra como el cuerpo humano.

El hombre al que se le dio esa dieta original:

• Vivía en un entorno perfecto, sin deficiencias minerales en el suelo, sin pesticidas, sin estrés oxidativo, sin organismos patógenos ni radiación descontrolada.

• Tenía acceso al Árbol de la Vida, cuya función no era simbólica, sino fisiológicamente revitalizante (Génesis 3:22).

• Estaba hecho de una bioquímica incorruptible, sin necesidad de enzimas digestivas que hoy nos son esenciales, ni de aminoácidos esenciales en proporciones externas.

Ese hombre podía, por tanto, vivir de hojas y frutas sin morir ni degenerarse. Pero ese no es el hombre de hoy. Hoy caminamos entre ruinas biológicas: la tierra gime, el genoma se erosiona, y la bioquímica humana necesita lo que antes no necesitaba.

Es un error teológico y científico extrapolar los requerimientos del Edén a una humanidad post-caída, enferma, carenciada, y privada del Árbol de la Vida.

Una dieta vegetariana —e incluso vegana— puede ser útil como medida temporal en ciertos protocolos de restauración funcional, especialmente ante enfermedades inflamatorias crónicas, disfunciones hepáticas o desequilibrios hormonales severos.

Los vegetales, frutas, semillas y tubérculos aportan fitoquímicos, antioxidantes, fibras y enzimas vivas que ayudan a desintoxicar el organismo y a disminuir la carga inflamatoria.

Pero convertir este recurso terapéutico en sistema de vida universal, sin matices ni consideración bioindividual, raya en el fanatismo dietético.

El organismo humano no está diseñado hoy para sostener una vida óptima exclusivamente con nutrientes vegetales, por razones que la ciencia ha demostrado una y otra vez.

Las siguientes deficiencias son comunes —y peligrosas— en dietas vegetarianas sostenidas sin suplementación estratégica:

1. Omega-3 (EPA y DHA)

• Los ácidos grasos omega-3 que el cuerpo necesita para funciones neurocognitivas, cardiovasculares y antiinflamatorias (EPA y DHA), se encuentran en su forma activa únicamente en animales marinos (pescados grasos).

• Las semillas como la chía o la linaza ofrecen ALA, un precursor de cadena corta que debe convertirse en EPA/DHA. Pero el cuerpo humano convierte menos del 5% —y en personas mayores, casi nada.

• Esto provoca una deficiencia crítica que afecta la plasticidad cerebral, la reparación celular y la modulación inmune.

2. Vitamina B-12

• Esta vitamina es inexistente en alimentos vegetales. Su carencia conlleva neuropatías, fatiga extrema, anemia megaloblástica y deterioro cognitivo.

• Muchos veganos deben suplementarla artificialmente, lo que ya invalida el argumento de que una dieta 100% vegetal es “natural” o “completa”.

3. L-Carnosina

• Péptido presente únicamente en tejidos animales, con poderosa acción antioxidante, antiglicación y protectora del sistema nervioso.

• Su ausencia compromete la longevidad celular y puede acelerar procesos neurodegenerativos.

4. Zinc, Hierro Hemo y otros oligoelementos

• El zinc vegetal (fitato) se absorbe mal, y el hierro vegetal es de baja biodisponibilidad.

• Las deficiencias de estos minerales afectan la inmunidad, la fertilidad, la función tiroidea y la regeneración tisular.

Muchos veganos apelan al argumento ético: “No deberíamos matar para alimentarnos.”

Pero el mismo Dios que prohibió el homicidio, fue el primero en hacer túnicas de piel para Adán y Eva (Génesis 3:21), instauró sacrificios con valor redentor, y más adelante —tras el diluvio— autorizó claramente el consumo de carne (Génesis 9:3).

El sacrificio animal tiene en la economía bíblica un carácter sagrado, nunca banal. Negar esto en nombre de una ética superior es ignorar el corazón del Evangelio mismo: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.” (Juan 1:29)

Cristo mismo comió pescado y cordero pascual, como buen judío. No era vegano. Ni promovió nunca tal práctica. Su cuerpo encarnado no fue alimentado con “alimentos crudos vivos sin crueldad animal”, sino con la dieta típica de un hombre semítico del primer siglo.

Dios se encarnó en un cuerpo humano caído, no edénico, y por tanto participó de la dieta compatible con ese cuerpo. Esa es una lección teológica que pocos consideran.

Quienes promueven la dieta vegetariana/vegana como un dogma teológico o superioridad moral, cometen el error de teologizar la nostalgia del Edén y absolutizar un recurso terapéutico momentáneo como si fuera el ideal eterno.

El hombre de hoy no es el de Génesis 1:29. No tiene acceso al Árbol de la Vida. No vive en un cuerpo incorrupto ni habita en una tierra pródiga sin espinas ni radiación.

Mientras tanto, comer carne con gratitud, responsabilidad, y discernimiento no solo es legítimo, sino sabio.

Que la comida sea medicina. Que la ciencia no sea ignorada. Que la teología no sea distorsionada. Y que la libertad en Cristo nos preserve del dogmatismo alimentario, ya venga disfrazado de pureza espiritual o de superioridad moral.

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Miguel Á. Baret, PhD

* 𝑀𝑒𝑑𝑖𝑐𝑖𝑛𝑎 𝐴𝑛𝑡𝑖𝑒𝑛𝑣𝑒𝑗𝑒𝑐𝑖𝑚𝑖𝑒𝑛𝑡𝑜
* 𝑀𝑒𝑑𝑖𝑐𝑖𝑛𝑎 𝑅𝑒𝑔𝑒𝑛𝑒𝑟𝑎𝑡𝑖𝑣𝑎
* 𝑀𝑒𝑑𝑖𝑐𝑖𝑛𝑎 𝐹𝑢𝑛𝑐𝑖𝑜𝑛𝑎𝑙
* 𝑁𝑢𝑡𝑟𝑖𝑐𝑖𝑜́𝑛 𝐵𝑖𝑜𝑙𝑜́𝑔𝑖𝑐𝑎

Fresno, CA
(209) 690-7616

𝐑𝐞𝐧𝐚𝐜𝐞𝐫 𝐚 𝐥𝐨𝐬 𝟓𝟓: 𝐍𝐚𝐫𝐫𝐚𝐭𝐢𝐯𝐚 𝐜𝐥𝐢́𝐧𝐢𝐜𝐚 𝐲 𝐞𝐯𝐢𝐝𝐞𝐧𝐜𝐢𝐚 𝐫𝐞𝐠𝐞𝐧𝐞𝐫𝐚𝐭𝐢𝐯𝐚 𝐞𝐧 𝐥𝐚 𝐞𝐱𝐩𝐞𝐫𝐢𝐞𝐧𝐜𝐢𝐚 𝐝𝐞 𝐄𝐥𝐞𝐧𝐚Por Miguel Á. Baret, PhDEl envej...
09/06/2025

𝐑𝐞𝐧𝐚𝐜𝐞𝐫 𝐚 𝐥𝐨𝐬 𝟓𝟓: 𝐍𝐚𝐫𝐫𝐚𝐭𝐢𝐯𝐚 𝐜𝐥𝐢́𝐧𝐢𝐜𝐚 𝐲 𝐞𝐯𝐢𝐝𝐞𝐧𝐜𝐢𝐚 𝐫𝐞𝐠𝐞𝐧𝐞𝐫𝐚𝐭𝐢𝐯𝐚 𝐞𝐧 𝐥𝐚 𝐞𝐱𝐩𝐞𝐫𝐢𝐞𝐧𝐜𝐢𝐚 𝐝𝐞 𝐄𝐥𝐞𝐧𝐚

Por Miguel Á. Baret, PhD

El envejecimiento humano se caracteriza por un proceso acumulativo de inflamación crónica de bajo grado, disfunción mitocondrial y deterioro de la reparación tisular (López-Otín et al., 2013). En las últimas décadas, la investigación en células madre ha abierto un horizonte prometedor en la medicina regenerativa. Entre las fuentes más relevantes se encuentran las células madre derivadas de placenta, cuyo potencial de diferenciación y secreción de factores paracrinos las convierte en candidatas para la restauración de tejidos dañados y la modulación inmunológica (Li et al., 2020).

La siguiente narrativa, basada en un caso real de una de mis pacientes, refleja de manera verosímil la experiencia de una mujer de 55 años que, tras recibir un implante de células madre placentarias y modificar radicalmente su estilo de vida, experimentó una transformación fisiológica y emocional en un lapso de dos años. El relato se acompaña de un análisis académico que vincula la experiencia individual con hallazgos científicos recientes.

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Elena, mujer armenia de 55 años, presentaba signos clínicos asociados al envejecimiento acelerado: insomnio crónico, dolores articulares persistentes, piel con pérdida marcada de colágeno, fatiga constante y parámetros sanguíneos compatibles con inflamación sistémica (PCR elevada, dislipidemia moderada). Su percepción subjetiva era de “un cuerpo agotado antes de tiempo”.

Decidió someterse a un implante de células madre derivadas de placenta, procedimiento que había comenzado a ganar respaldo en clínicas de medicina regenerativa de Europa y Asia. Sin embargo, entendió que el tratamiento debía integrarse en un programa de cambio integral. De esta manera, inició un plan nutricional personalizado, basado en fitonutrientes, ácidos grasos omega-3 y proteínas biodisponibles, reduciendo al máximo alimentos inflamatorios. Paralelamente, adoptó una higiene del sueño estricta, consciente de que los procesos de reparación neuronal, liberación de hormona del crecimiento y consolidación inmunológica dependen críticamente de un sueño profundo y regular (Cirelli & Tononi, 2015).

Los primeros meses no fueron fáciles. Experimentó altibajos emocionales, dudas y un cansancio que parecía resistirse. Pero el cuerpo, poco a poco, comenzó a dar señales. La piel recuperó luminosidad gracias al estímulo en la producción de colágeno; la rigidez articular se redujo; su mente, antes atrapada en la niebla de la fatiga, ganó claridad. A los doce meses, sus parámetros clínicos mostraron cambios objetivos: descenso de proteína C-reactiva y de interleucinas proinflamatorias, mejora en el perfil lipídico y aumento en densidad ósea. Estos datos no solo confirmaban su percepción subjetiva: eran evidencia medible de un organismo que había iniciado un proceso regenerativo.

Cuando cumplió 57 años, los médicos compararon sus nuevos resultados con los iniciales. Su metabolismo basal había mejorado, su inmunidad se mostraba más competente, y su piel, cabello y musculatura reflejaban vitalidad. “Su biología se asemeja más a la de una mujer de 40 que a la de 57”, le dijo su especialista. Elena lloró. No de nostalgia, sino de gratitud. Este resultado coincide con la literatura emergente que describe el efecto paracrino de las células madre placentarias: no se limitan a reemplazar tejidos, sino que secretan señales bioquímicas que reactivan programas dormidos en el ADN y restauran el equilibrio celular.

Elena entendió que la medicina regenerativa no puede reducirse a una jeringa con células. Es un camino integral que exige disciplina, alimentación consciente, respeto por los ritmos naturales y, sobre todo, un cambio de mentalidad. No basta con introducir juventud biológica: hay que crear un entorno vital donde esa juventud pueda sostenerse. Hoy, Elena se siente testimonio vivo de que la vejez no siempre es una sentencia inamovible. Con ciencia, voluntad y acompañamiento, el reloj biológico puede ralentizarse e incluso reescribir capítulos que parecían perdidos.

La narrativa de Elena se ajusta a lo descrito en la literatura emergente sobre el papel de las células madre placentarias. Su acción terapéutica no se limita a la diferenciación celular, sino que se expande mediante el efecto paracrino: liberación de exosomas y factores de crecimiento que estimulan vías de reparación endógenas y reactivan programas epigenéticos latentes (Murphy et al., 2013).

En este sentido, los resultados observados en Elena reflejan la sinergia entre dos dimensiones inseparables: la biológica y la conductual. El implante de células madre, en ausencia de cambios de estilo de vida, difícilmente habría alcanzado la magnitud regenerativa descrita. Por el contrario, la nutrición antiinflamatoria y la higiene del sueño potenciaron los mecanismos de reparación, generando un terreno fértil para la acción celular.

Este caso real ilustra también un aspecto poco abordado: la dimensión emocional. Elena atravesó fases de duda, temor y resistencia, propias de todo proceso de transformación profunda. El acompañamiento médico y su propia disciplina le permitieron convertir la adversidad en resiliencia.

El testimonio de Elena muestra que la medicina regenerativa, lejos de ser un recurso aislado, debe entenderse como un proceso integral que combina biotecnología avanzada con hábitos de vida coherentes con la biología humana. La regeneración no es un acto instantáneo, sino una alianza entre ciencia y disciplina personal.

La experiencia aquí narrada sugiere que el envejecimiento, aunque inevitable en su dimensión cronológica, puede ser modulado en su expresión biológica. El caso de Elena nos recuerda que el reloj celular no siempre es una sentencia irreversible: con el terreno adecuado, la ciencia puede abrir capítulos de juventud inesperada.



Referencias
• Cirelli, C., & Tononi, G. (2015). Sleep and synaptic homeostasis: structural evidence in Drosophila. Science, 342(6156), 121–126.
• Li, H., et al. (2020). Placental-derived stem cells: mechanisms of action and therapeutic potential. Stem Cell Research & Therapy, 11(1), 1–12.
• López-Otín, C., Blasco, M. A., Partridge, L., Serrano, M., & Kroemer, G. (2013). The hallmarks of aging. Cell, 153(6), 1194–1217.
• Murphy, M. B., et al. (2013). Mesenchymal stem cell-derived extracellular vesicles in tissue regeneration. Stem Cells International, 2013, 1–9.

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Miguel Á. Baret, PhD

* 𝑀𝑒𝑑𝑖𝑐𝑖𝑛𝑎 𝐴𝑛𝑡𝑖𝑒𝑛𝑣𝑒𝑗𝑒𝑐𝑖𝑚𝑖𝑒𝑛𝑡𝑜
* 𝑀𝑒𝑑𝑖𝑐𝑖𝑛𝑎 𝑅𝑒𝑔𝑒𝑛𝑒𝑟𝑎𝑡𝑖𝑣𝑎
* 𝑀𝑒𝑑𝑖𝑐𝑖𝑛𝑎 𝐹𝑢𝑛𝑐𝑖𝑜𝑛𝑎𝑙
* 𝑁𝑢𝑡𝑟𝑖𝑐𝑖𝑜́𝑛 𝐵𝑖𝑜𝑙𝑜́𝑔𝑖𝑐𝑎

Fresno, CA
(209) 690-7616

Cᴜᴀɴᴅᴏ ʟᴏs ᴛᴇᴊɪᴅᴏs ᴇɴᴅᴜʀᴇᴄᴇɴ: 𝐞𝐥 𝐦𝐢𝐬𝐭𝐞𝐫𝐢𝐨 𝐝𝐞 𝐥𝐚 𝐜𝐚𝐥𝐜𝐢𝐟𝐢𝐜𝐚𝐜𝐢𝐨́𝐧 𝐞𝐧 𝐞𝐥 𝐞𝐧𝐯𝐞𝐣𝐞𝐜𝐢𝐦𝐢𝐞𝐧𝐭𝐨Por Miguel Á. Baret, Ph.D.Uno de los ...
09/02/2025

Cᴜᴀɴᴅᴏ ʟᴏs ᴛᴇᴊɪᴅᴏs ᴇɴᴅᴜʀᴇᴄᴇɴ: 𝐞𝐥 𝐦𝐢𝐬𝐭𝐞𝐫𝐢𝐨 𝐝𝐞 𝐥𝐚 𝐜𝐚𝐥𝐜𝐢𝐟𝐢𝐜𝐚𝐜𝐢𝐨́𝐧 𝐞𝐧 𝐞𝐥 𝐞𝐧𝐯𝐞𝐣𝐞𝐜𝐢𝐦𝐢𝐞𝐧𝐭𝐨

Por Miguel Á. Baret, Ph.D.

Uno de los signos más silenciosos pero más reveladores del paso del tiempo es la manera en que nuestros tejidos blandos comienzan a endurecerse. Lo que antes era flexible y vital —arterias, tendones, músculos, piel— poco a poco se va transformando en estructuras rígidas, casi como si quisieran convertirse en hueso. Este proceso de calcificación de los tejidos blandos no ocurre de la noche a la mañana; se gesta lentamente, como una especie de conspiración interna que refleja el desgaste acumulado de años de metabolismo, inflamación y desajustes hormonales.

Lo curioso es que, aunque todos lo padecemos en algún grado, suele hacerse más evidente en los hombres. Y no es casualidad. Las mujeres cuentan durante gran parte de su vida con un protector silencioso: los estrógenos. Estas hormonas ayudan a mantener las arterias flexibles, regulan la forma en que el calcio circula en el organismo y frenan ciertos procesos inflamatorios. Pero en el hombre, la combinación de mayor estrés oxidativo, más grasa visceral y la caída de testosterona con la edad crea el terreno perfecto para que las arterias, los ligamentos o incluso la próstata comiencen a endurecerse.

Desde el punto de vista biológico, la calcificación es un error de distribución. El calcio, que debería estar fortificando huesos y dientes, termina depositándose en donde menos lo necesitamos. Esto sucede porque los mecanismos encargados de dirigirlo —vitaminas, enzimas, proteínas especializadas— van perdiendo eficiencia con el tiempo. El cuerpo empieza a fallar en la “logística interna”: se queda sin guardianes capaces de decirle al calcio dónde debe ir y dónde no. Y lo que en la juventud es equilibrio, en la madurez se convierte en caos silencioso.

El problema no se limita al calcio mal ubicado. Detrás de este proceso se esconde un fenómeno más amplio que la ciencia conoce como “inflamación crónica de bajo grado”. Un fuego lento que desgasta tejidos, activa genes equivocados y empuja a ciertas células vasculares a comportarse como si fueran pequeñas fábricas de hueso dentro de las arterias. De allí surge esa paradoja tan común en el envejecimiento: huesos que se desmineralizan (osteoporosis) y arterias que se mineralizan (calcificación vascular). Es la llamada “paradoja del calcio”: lo que falta en un sitio, sobra en otro.

Pero la calcificación no es solo un problema de los vasos sanguíneos. Se refleja también en la rigidez articular, en tendones inflamados, en músculos que pierden elasticidad y en piel que va cediendo a la gravedad. No es simplemente un “signo de la edad”, sino un marcador de que algo más profundo ocurre: el organismo está perdiendo su capacidad de mantener la flexibilidad, la juventud biológica, esa plasticidad que distingue lo vivo de lo inerte.

Y es aquí donde la mirada de la medicina que integra envejecimiento, metabolismo y biología avanzada cobra sentido. Porque la calcificación no es un simple depósito mineral, sino un espejo que refleja múltiples desajustes: problemas de regulación hormonal, deficiencias nutricionales silenciosas, fallos mitocondriales y, sobre todo, un entorno inflamatorio crónico que remodela poco a poco nuestro cuerpo desde dentro.

Entenderlo abre una puerta: la de concebir el envejecimiento no como un destino inamovible, sino como un terreno que se puede explorar, diagnosticar y acompañar con programas que van más allá de la simple gestión de síntomas. La verdadera cuestión no es solo qué tejido se endurece, sino por qué nuestro cuerpo perdió la capacidad de mantenerlo flexible.

Esa es precisamente la propuesta de un enfoque más biológico y personalizado: mirar la salud como un conjunto de ejes interconectados —el metabolismo, las hormonas, la inflamación, la función celular— y diseñar planes que aborden las causas y no solo las manifestaciones visibles. No se trata de luchar contra el tiempo, sino de aprender a devolverle plasticidad a lo que todavía puede regenerarse.

Porque en última instancia, la calcificación no es solo un proceso fisiológico: es el recordatorio de que, si no atendemos los desajustes profundos, la vida se va endureciendo también en lo simbólico. Pero cuando comenzamos a actuar sobre esas raíces, la historia cambia: el cuerpo recupera movilidad, la energía vuelve, y lo que parecía un signo inevitable del envejecimiento se transforma en una señal de oportunidad para reescribir el futuro de nuestra salud.

Dr. Miguel Á. Baret (Ph.D.)
𝑃𝑟𝑜𝑔𝑟𝑎𝑚𝑎𝑠 𝐵𝑖𝑜𝑙𝑜́𝑔𝑖𝑐𝑜𝑠 𝑃𝑒𝑟𝑠𝑜𝑛𝑎𝑙𝑖𝑧𝑎𝑑𝑜𝑠
& 𝐶𝑜𝑎𝑐ℎ𝑖𝑛𝑔 𝐼𝑛𝑡𝑒𝑔𝑟𝑎𝑙 𝑑𝑒 𝑆𝑎𝑙𝑢𝑑

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¿𝐏𝐨𝐫 𝐪𝐮𝐞́ 𝐧𝐮𝐞𝐬𝐭𝐫𝐨𝐬 𝐭𝐞𝐣𝐢𝐝𝐨𝐬 𝐬𝐞 𝐞𝐧𝐝𝐮𝐫𝐞𝐜𝐞𝐧 𝐜𝐨𝐧 𝐥𝐚 𝐞𝐝𝐚𝐝?Con el paso de los años, algo silencioso ocurre en nuestro cuerpo: l...
09/02/2025

¿𝐏𝐨𝐫 𝐪𝐮𝐞́ 𝐧𝐮𝐞𝐬𝐭𝐫𝐨𝐬 𝐭𝐞𝐣𝐢𝐝𝐨𝐬 𝐬𝐞 𝐞𝐧𝐝𝐮𝐫𝐞𝐜𝐞𝐧 𝐜𝐨𝐧 𝐥𝐚 𝐞𝐝𝐚𝐝?

Con el paso de los años, algo silencioso ocurre en nuestro cuerpo: lo que debería ser flexible —arterias, tendones, músculos, piel— comienza a volverse rígido. Es el fenómeno de la calcificación de los tejidos blandos: el calcio, en lugar de quedarse en los huesos, empieza a depositarse en sitios donde no debería.

Este proceso se ve con más fuerza en los hombres y no es un simple signo de “vejez”, sino un reflejo de desajustes profundos: inflamación crónica, desequilibrios hormonales, fallos celulares y un metabolismo que ya no logra mantener la flexibilidad de la juventud.

Lo que muchos llaman “envejecer” es, en realidad, una pérdida de plasticidad biológica. Y aunque parece inevitable, no lo es. La clave está en entender las causas y actuar sobre ellas de manera personalizada.

Esa es la base de mis Programas Biológicos Personalizados, que no se enfocan en esconder síntomas, sino en abordar las raíces de estos procesos para ayudarte a recuperar vitalidad, movilidad y energía.

Dr. Miguel Á. Baret (Ph.D.)
𝑃𝑟𝑜𝑔𝑟𝑎𝑚𝑎𝑠 𝐵𝑖𝑜𝑙𝑜́𝑔𝑖𝑐𝑜𝑠 𝑃𝑒𝑟𝑠𝑜𝑛𝑎𝑙𝑖𝑧𝑎𝑑𝑜𝑠
& 𝐶𝑜𝑎𝑐ℎ𝑖𝑛𝑔 𝐼𝑛𝑡𝑒𝑔𝑟𝑎𝑙 𝑑𝑒 𝑆𝑎𝑙𝑢𝑑

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𝐋𝐚 𝐃𝐢𝐚𝐛𝐞𝐭𝐞𝐬 𝐞𝐬 𝐓𝐞𝐦𝐢𝐛𝐥𝐞Demasiadas personas reciben el diagnóstico de diabetes tipo 2, se encogen de hombros y simplemente...
06/21/2025

𝐋𝐚 𝐃𝐢𝐚𝐛𝐞𝐭𝐞𝐬 𝐞𝐬 𝐓𝐞𝐦𝐢𝐛𝐥𝐞

Demasiadas personas reciben el diagnóstico de diabetes tipo 2, se encogen de hombros y simplemente siguen con los medicamentos, pensando que mientras su glucosa esté “bajo control”, estarán bien.

¿Pero qué no se dan cuenta? Esta enfermedad no solo eleva el azúcar en sangre.

También aumenta el riesgo de:
• Ataque al corazón
• Derrame cerebral
• Demencia
• Cáncer
• Insuficiencia renal
• Diálisis
• Amputaciones
• Ceguera
…y más.

Si eso no te asusta lo suficiente como para tomar tu salud en serio, entonces nada lo hará… excepto tal vez el día en que te golpee. Y para entonces, puede que ya sea demasiado tarde.

— M. Á. Baret, PhD
2025

La impotencia sexual solía ser un problema de envejecientes hace poco más de cuatro décadas.Hoy día contamos con jóvenes...
01/07/2025

La impotencia sexual solía ser un problema de envejecientes hace poco más de cuatro décadas.

Hoy día contamos con jóvenes de menos de 30 años de edad con este mal que avanza.

La medicina funcional y la medicina biológica nos ofrecen métodos y alternativas de tratamiento que ayudan a restaurar el vigor y el placer sexual.

Llámanos y haz tu cita hoy:

209.690.7616

El café hay que tomarlo con prudencia.
12/30/2024

El café hay que tomarlo con prudencia.

Las células madre restauran la biología de las células y tejidos dañados, y también extienden su promedio de vida.
12/29/2024

Las células madre restauran la biología de las células y tejidos dañados, y también extienden su promedio de vida.

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