NO somos Psicólogos, NI Consejeros Profesionales

NO somos Psicólogos,  NI Consejeros Profesionales Soy Psicólogo en mi país, Chile. Y Cristiano por casi 40 años. Estoy actualmente en Dallas.

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LA PORNOGRAFIA Y EL CRISTIANO: UNA MIRADA DESDE LA MISERICORDIAAbordar la adicción a la pornografía desde una perspectiv...
10/29/2024

LA PORNOGRAFIA Y EL CRISTIANO: UNA MIRADA DESDE LA MISERICORDIA

Abordar la adicción a la pornografía desde una perspectiva cristiana y bíblica implica ir más allá de una simple condena de la práctica; es una oportunidad para reflejar la compasión y la gracia de Dios hacia todos los involucrados, incluyendo a quienes participan en la industria. En lugar de juzgar desde la distancia, esta perspectiva nos invita a ver a los actores y actrices de la pornografía como Dios los ve: con compasión, dignidad y misericordia. La dignidad que Cristo demostró hacia todos no se basa en un mérito propio, sino en Su gracia inmerecida, revelando así la gracia y la fidelidad inherente de Jesucristo. Este enfoque de misericordia no solo busca la sanación y liberación de quienes luchan contra esta adicción, sino que también extiende esperanza y fe en Cristo a quienes aún no ven la salida. En un mundo que tantas veces ofrece juicio, la mirada de Dios nos recuerda el poder transformador de Su gracia, suficiente para todos, sin excepción.
Llamado a la Misericordia

La adicción a la pornografía es un problema que afecta a muchos en el mundo contemporáneo. A menudo, se enfoca en la lucha personal del individuo, pero es crucial adoptar una perspectiva más amplia, una que integre la misericordia y la empatía hacia aquellos involucrados como "actores" y "actrices" en la industria pornográfica. En lugar de ver a estas personas como objetos o instrumentos del pecado, la perspectiva bíblica llama a los creyentes a desarrollar una actitud de compasión y amor, reconociendo las miserias y sufrimientos que enfrentan. Este enfoque no solo cambia la manera en que uno se enfrenta a su propia lucha, sino que también alinea las acciones con los principios del Evangelio, que buscan restaurar y redimir.

En Mateo 9:36, se describe cómo Jesús, al ver a las multitudes, "tuvo compasión de ellas, porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor." Este versículo muestra que el corazón de Cristo es movido por la compasión ante la vulnerabilidad humana. Aquellos involucrados en la industria pornográfica a menudo se encuentran en situaciones de desamparo y explotación, en especial las mujeres, que generalmente tienen que someterse como esclavas sexuales bajo adicciones a dr**as duras. La respuesta de los creyentes debe ser similar a la de Jesús: acercarse a ellos con un corazón misericordioso, reconociendo su sufrimiento y buscando su restauración.

Muchas personas en esta industria enfrentan circunstancias trágicas. Desde la presión económica hasta la explotación y el abuso, las razones por las cuales se involucran en la pornografía son variadas y complejas. En lugar de ver a estas personas tan solo como tentaciones o instrumentos de pecado, es necesario verlas como seres humanos que, al igual que todos, necesitan la gracia de Dios. Efesios 4:32 llama a los creyentes a "ser benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo." Este llamado a la misericordia incluye a aquellos que están atrapados en las redes de la explotación, que son productos y producentes de este tipo de esclavitud. Los cristianos debemos estar dispuestos a orar y actuar para que ellos también encuentren la libertad en Cristo.

La mirada misericordiosa es fundamental en el proceso de restauración y ayuda espiritual. En Lucas 6:36, Jesús enseña: "Sed, pues, misericordiosos, como también vuestro Padre es misericordioso." Este versículo resalta que la misericordia no es solo un acto puntual, sino un reflejo del carácter de Dios que los creyentes deben imitar. En el contexto de la adicción a la pornografía, esto implica orar por aquellos que se encuentran en la industria, interceder para que Dios les otorgue una nueva vida y oportunidades, y también para que las cadenas de esclavitud y abuso se rompan.

En 1 Timoteo 2:1-4, Pablo exhorta a los creyentes a que "se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias, por todos los hombres". La palabra "todos" incluye a aquellos que trabajan en la industria de la pornografía. Este llamado a la oración es una invitación a dejar de verlos como enemigos u objetos de deseos que están basados en los engaños y, en cambio, verlos como personas que necesitan desesperadamente la intervención de Dios en sus vidas. A través de la oración, se busca que ellos, al igual que todos los que han sido redimidos, encuentren un camino fuera de la oscuridad a la cual están esclavizados y sean restaurados.

Además, Hebreos 13:3 dice: "Acordaos de los presos, como si estuvierais presos juntamente con ellos; y de los maltratados, como que también vosotros mismos estáis en el cuerpo." Aunque este versículo habla de los creyentes que están sufriendo a causa de su fe, también nos insta a identificarnos con aquellos que sufren, mostrándoles compasión y misericordia. En el caso de la pornografía, muchas de las personas involucradas como "actrices" son víctimas de explotación y abuso. La llamada de la Escritura es clara: en lugar de juzgarlas desde el menosprecio o verlas con desprecio, los creyentes debemos asumir que no somos mejores que ellas y así identificarnos con su sufrimiento y buscar ser instrumentos de intercesión y restauración.

Una perspectiva bíblica de la adicción a la pornografía no solo ha de enfocarse en la lucha personal contra este pecado, sino también en el impacto que esta industria tiene en las vidas de quienes la componen. Jesús mismo se acercó a los marginados y pecadores, mostrándoles compasión. En Juan 8:3-11, cuando los fariseos llevan ante Jesús a una mujer sorprendida en adulterio, él no la condena, sino que le ofrece misericordia y una oportunidad de cambio. Esta actitud debe guiar a los creyentes a ver a las personas atrapadas como "actores" y "actrices" en la industria de la pornografía no solo como pecadores sin esperanza, sino como individuos que, al igual que nosotros, pueden ser alcanzados por la gracia de Dios.

Romanos 12:15 nos exhorta a "llorar con los que lloran", y esto incluye a aquellos que, a menudo en secreto, sufren bajo la esclavitud de la industria pornográfica. Los creyentes están llamados a ser empáticos, a comprender que detrás de cada imagen y video hay una historia de dolor y sufrimiento, de desastres personales e historias dramáticas. Esta empatía no solo transforma la manera en que los cristianos ven y tratan a quienes están en la industria, sino que también impacta cómo enfrentan sus propias luchas contra la tentación. Al recordar que los individuos involucrados son personas que necesitan urgentemente restauración, el enfoque cambia de la satisfacción personal a una preocupación genuina por el bienestar de otros.

Atrapados en la Pornografía

Por otra parte, un aspecto diferente y esencial de esta empatía es reconocer la propia vulnerabilidad y dependencia de la gracia de Dios. Gálatas 6:1-2 dice: "Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre; considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado. Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo." Este pasaje subraya la necesidad de un espíritu de humildad y misericordia. Aquellos que luchan con la adicción a la pornografía no son diferentes de quienes se ven atrapados en cualquier otro tipo de pecado o lucha espiritual. La actitud correcta es la de restaurar con mansedumbre, entendiendo que todos somos susceptibles a caer y que todos necesitamos la gracia de Dios.

En Efesios 6:18, se exhorta a orar "en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos." La intercesión se vuelve entonces una herramienta poderosa para aquellos que buscan la restauración, tanto para sí mismos como para otros. Los creyentes están llamados a orar fervientemente no solo por su propio crecimiento espiritual, sino también por la libertad de aquellos atrapados en ciclos de pecado y abuso.

Finalmente, 1 Pedro 3:8 instruye: "Finalmente, sed todos de un mismo sentir, compasivos, amándoos fraternalmente, misericordiosos, amigables." Esta instrucción llama a la unidad y a la compasión dentro del cuerpo de Cristo. Al tratar con temas como la adicción a la pornografía, es fundamental que la comunidad cristiana se una no en condena, sino en un esfuerzo conjunto de oración y ayuda, buscando ser luz en medio de la oscuridad.

En conclusión, el llamado a la misericordia y empatía es central en el enfoque bíblico hacia la adicción a la pornografía. Los creyentes deben desarrollar una actitud misericordiosa hacia las personas involucradas en la industria, reconociendo las circunstancias y sufrimientos que enfrentan. En lugar de cosificarlas, el enfoque debe ser uno de intercesión, orando para que encuentren libertad y restauración en Cristo. Esta perspectiva refleja la compasión y el amor de Cristo, quien no vino a condenar, sino a buscar y salvar lo que se había perdido.

10/28/2024

Aquellos que han sido probados en batalla han experimentado de primera mano la fidelidad de Dios.

10/27/2024
10/24/2024

Filipenses 4:8: “Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad”.

10/24/2024

"No podemos buscar eficazmente la santidad sin la Palabra de Dios almacenada en nuestras mentes". Jerry Bridges

10/12/2024

"Los cristanos son las personas más perdonadas del mundo. Por ende, debemos ser las personas más perdonadoras del mundo" Ken Sande

10/02/2024

Diferencias entre los Suyos y los Enemigos de Dios: Una Distinción Eterna

Uno de los temas más recurrentes en la Biblia es la clara distinción que Dios hace entre su pueblo y aquellos que se oponen a él. A través de las Escrituras, esta división se revela como central en el plan redentor de Dios para la humanidad. La distinción no es solo una cuestión teológica abstracta, sino que tiene profundas implicaciones eternas. Aquellos que han aceptado a Jesucristo como su Salvador están bajo la justicia redentora y la misericordia de Dios. Por el contrario, aquellos que rechazan a Cristo están bajo la ira y el juicio divinos.

Este contraste entre la justicia redentora y la ira de Dios es fundamental para comprender su plan de salvación. La Biblia enseña que Dios, en su justicia, no trata a todos por igual. En función de la relación del ser humano con Jesús, Dios ofrece salvación o permite que caiga la condena. En este ensayo, exploraremos la naturaleza de esta distinción, respaldada por las Escrituras, y cómo afecta la vida y el destino de cada ser humano.

Los Redimidos y los Salvados de la Ira

Romanos 5:9 nos proporciona una declaración crucial sobre los que están en Cristo: "Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira." Aquí, el apóstol Pablo explica que los creyentes, aquellos que han sido justificados por la sangre de Cristo, no están destinados a experimentar la ira de Dios. Esta es una promesa central para los cristianos: en Cristo, la ira de Dios ha sido apartada de sus vidas. La distinción entre "los suyos" y "los enemigos de Dios" es evidente en este versículo. Mientras que los enemigos de Dios enfrentan su juicio, los que están en Cristo disfrutan de la justificación y son liberados de la ira.

La justicia de Dios no es solo una cuestión de castigo por el pecado, sino principalmente una cuestión de redención para aquellos que han puesto su fe en Cristo. La sangre de Cristo no solo nos justifica, sino que nos salva del juicio que merecíamos. Este versículo nos recuerda que la ira de Dios no es para aquellos que han sido lavados por la sangre de Jesús, sino para aquellos que han rechazado su oferta de salvación. Así, el destino de los que han aceptado a Cristo es completamente diferente del destino de aquellos que lo rechazan.

Hijos de Ira versus Hijos de Justicia

Efesios 2:3-5 es un pasaje que describe la condición de todos los seres humanos antes de su redención: "Entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás. Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros mu***os en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos)." Este pasaje revela la transformación que experimentan aquellos que son redimidos por la gracia de Dios. Antes de conocer a Cristo, todos éramos "hijos de ira". En otras palabras, nuestra condición natural nos colocaba bajo el juicio de Dios debido a nuestra desobediencia y nuestra inclinación hacia el pecado.

Pero, como dice Pablo, "Dios, que es rico en misericordia", interviene y nos rescata de esa condición. Este rescate es lo que marca la diferencia entre los suyos y los enemigos de Dios. Ya no somos hijos de ira, sino hijos de Dios en lo que se ha manifestado Su justicia por la sola fe. En Cristo, hemos sido trasladados del reino de la oscuridad al reino de Su amado Hijo. Esta distinción es fundamental para entender el evangelio. Dios, en su amor y misericordia, transforma nuestra condición y nos da vida en Cristo. Esta nueva vida en Cristo es lo que nos separa de aquellos que continúan bajo la ira de Dios.

La Distinción entre Creer y Rechazar a Cristo

Jesús mismo hace esta distinción clara en Juan 3:36, diciendo: "El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él." Este versículo es una declaración directa sobre el destino eterno de las personas basado en su relación con Cristo. Los que creen en Jesús tienen vida eterna, mientras que aquellos que lo rechazan están bajo la ira de Dios. No hay término medio ni espacio para la neutralidad en esta enseñanza.

Aquí vemos la distinción más clara entre los suyos y los enemigos de Dios: aquellos que aceptan el mensaje del evangelio reciben vida eterna, mientras que aquellos que lo rechazan están bajo la condenación. La fe en Cristo es lo que separa a una persona de la ira de Dios. Este versículo no deja dudas sobre la seriedad de rechazar a Cristo. La ira de Dios no es algo temporal o transitorio; es una realidad para aquellos que persisten en su incredulidad y rechazo del plan redentor de Dios.

Destinados a Salvación, No a Ira

El plan de Dios para los que le pertenecen es salvación, no ira. 1 Tesalonicenses 5:9 declara: "Porque no nos ha puesto Dios para ira, sino para alcanzar salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo." Este versículo reitera el destino de los creyentes: no hemos sido destinados a sufrir la ira de Dios, sino a recibir su salvación a través de Jesucristo. Este es el propósito de Dios para su pueblo. En su amor y misericordia, Dios ha provisto un camino de salvación para que los que creen en Jesús puedan escapar de la condenación.

Este pasaje también subraya la importancia de comprender el propósito redentor de Dios. Dios no desea que nadie experimente su ira; su plan y su promesa es que todos los que creen en Cristo han alcanzado la salvación. Sin embargo, aquellos que rechazan a Cristo se colocan fuera de este plan y, como resultado, enfrentan la ira de Dios. La distinción entre los suyos y los enemigos de Dios está vinculada directamente a la elección de aceptar o rechazar la salvación ofrecida en Cristo.

Hijos de Desobediencia y la Ira de Dios

Colosenses 3:6 dice: "Cosas por las cuales la ira de Dios viene sobre los hijos de desobediencia." Este versículo nos muestra que aquellos que viven en desobediencia a Dios y rechazan su verdad están destinados a experimentar su ira. Los hijos de desobediencia, aquellos que conscientemente deciden rechazar la verdad de Dios y vivir en oposición a su voluntad, no pueden evitar las consecuencias de sus elecciones. La justicia de Dios ha sido revela por la muerte de Cristo con la cual venció al pecado y por su resurrección, por la cual venció a la muerte, y por ende, venció a satanás. Pero si las personas no se arrepienten y no creen en Cristo cual victorioso, siguen como aliados del diablo y por ende la ira es el resultado.

Esta distinción entre los hijos de Dios y los hijos de desobediencia es crucial. Mientras que los hijos de Dios, aquellos que han aceptado a Cristo, viven bajo la justicia redentora de Dios, los hijos de desobediencia viven bajo la certeza de su ira. Esta realidad pone de relieve la importancia del arrepentimiento y la aceptación de la salvación que Dios ofrece en Cristo. Dios, en su justicia, no permitirá que la desobediencia y el pecado queden sin respuesta.

Explicación de la Distinción entre los Suyos y los Enemigos de Dios
Dios hace una clara distinción entre aquellos que han aceptado a Jesucristo como su Salvador y aquellos que lo rechazan. Los que creen en Cristo viven bajo la justicia redentora de Dios, cubiertos por su misericordia y gracia. Estos son los suyos, los que han sido apartados para la salvación eterna y la vida en comunión con Dios. Por otro lado, aquellos que rechazan a Cristo, se establecen como enemigos de Dios, enfrentan su ira y juicio.

Esta distinción no es solo teológica, sino que tiene profundas implicaciones eternas. Los que están en Cristo experimentan su salvación y vida eterna, mientras que los que lo rechazan están destinados a la condenación. Dios no desea que nadie experimente su ira, pero los que persisten en su desobediencia y rechazo del evangelio no pueden evitar las consecuencias de su elección.

En conclusión, la distinción entre los suyos y los enemigos de Dios es clara en las Escrituras. Aquellos que han aceptado a Cristo viven bajo la justicia redentora y misericordiosa de Dios, mientras que aquellos que lo rechazan están bajo su ira. Esta división tiene consecuencias eternas que cada ser humano debe considerar. El llamado del evangelio es a aceptar a Cristo y vivir bajo su justicia, escapando de la ira venidera y abrazando la vida eterna que solo él puede ofrecer.

09/22/2024

La Gracia Divina y el Perdón de David Más Allá de los Sacrificios Rituales La historia del rey David siempre me ha impresionado profundamente. Aquí tenemos a un hombre que, a pesar de ser “conforme al corazón de Dios”, cometió dos de los pecados más graves: adulterio y as*****to. Según las leyes levíticas, estos actos de impureza moral no podían ser expiados mediante sacrificios rituales (Levítico 18:25-28, Números 35:30-34). Sin embargo, David recibió el perdón de Dios, no a través de los rituales del altar de bronce en el tabernáculo, sino por pura gracia divina, atribuida a su fe y arrepentimiento sincero (2 Samuel 12:13, Salmo 51:16-17, Romanos 4:6-8). Esta historia nos enseña mucho sobre la gracia de Dios y el verdadero significado del perdón. Impurezas Morales y Limitaciones de los Sacrificios Rituales Las leyes del Antiguo Testamento detallan cómo los sacrificios de expiación y purificación tenían funciones específicas: purgar impurezas rituales y pecados no intencionales. Los sacrificios de purgación (hatta't) y de reparación ('asham) eran herramientas rituales diseñadas para mantener la pureza del santuario y del pueblo. Sin embargo, estas prácticas no podían abordar impurezas morales graves como el as*****to y el adulterio, que contaminaban tanto a la persona como a la tierra (Números 35:33-34, Levítico 18:25, Levítico 20:10). David, consciente de la gravedad de sus pecados, sabía que ningún sacrificio ritual podía expiar sus acciones. En el Salmo 51, que es una de mis oraciones favoritas de arrepentimiento, David clama a Dios por purificación y perdón. Él dice: "Porque no quieres sacrificio, que yo lo daría; no quieres holocausto. Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios" (Salmo 51:16-17). Estas palabras siempre me han resonado profundamente porque subrayan que el verdadero perdón y purificación vienen de Dios mismo, no de los rituales. El Perdón por Gracia y Fe La historia de David nos muestra que el perdón divino puede otorgarse por pura gracia. Dios respondió al arrepentimiento sincero de David y a su fe en la misericordia divina. La confesión de David y su reconocimiento de su necesidad de purificación directa de Dios evidencian una fe profunda en la palabra y promesas de Dios. En 2 Samuel 12:13, después de que el profeta Natán confronta a David, este admite su pecado y Natán le dice: "El Señor ha quitado tu pecado; no morirás". Este pronunciamiento de perdón se basa en la gracia divina y en la fe de David, no en un ritual sacrificial, ni menos en sus obras. Justicia Atribuida por Fe El perdón de David es un claro ejemplo de la justicia atribuida por la sola fe. Me recuerda a Abraham, a quien se le atribuyó justicia por creer en la palabra de Dios (Génesis 15:6). De manera similar, David también recibe la justicia divina a través de su fe. Esta justicia no es el resultado de obras o sacrificios rituales, sino del reconocimiento de la propia insuficiencia y la total dependencia de la gracia de Dios. David creyó en la promesa de Dios de perdón y restauración, y es esta fe la que Dios consideró para justificarlo. Conclusión La historia de David subraya para mí la profundidad de la gracia de Dios y la insuficiencia de los sacrificios rituales del Antiguo Testamento para abordar los pecados más graves. El perdón que David recibió es un testimonio del carácter misericordioso de Dios y de su disposición a otorgar justicia a aquellos que creen en Su palabra y se arrepienten sinceramente. Este relato ofrece una lección eterna: el verdadero perdón y la justicia vienen de Dios, otorgados no por nuestros méritos, sino por Su gracia y nuestra fe en Él como medio para disfrutarla. A través de su arrepentimiento y fe, David nos muestra que el corazón contrito y humillado es lo que Dios valora, y es en este estado que encontramos el verdadero perdón y restauración en Cristo delante del Creador. En momentos de reflexión sobre mis propias fallas y pecados, me reconforta saber que, como David, puedo acercarme a Dios con un corazón quebrantado y recibir su gracia y perdón. La historia de David me recuerda que no importa cuán grande pudo haber sido mi pecado, la gracia de Dios es aún mayor, y su amor y perdón están siempre disponibles para aquellos que los buscan con fe sincera en Jesucristo.

09/19/2024

Lo que garantiza una comunión continua y eterna con Dios es que, después de derramar Su sangre en la cruz, Cristo, tras Su resurrección y ascensión, entra en el Lugar Santísimo celestial por medio de esa sangre, donde recién entonces asume Su papel como Sumo Sacerdote.

09/16/2024

La Purificación del Santuario Mediante la Sangre del Sacrificio Hatta’t: Un Análisis Teológico de Levítico
Levítico 16:18-19 nos ofrece un punto de partida esencial para entender el uso de la sangre del sacrificio hatta’t (sacrificio por el pecado) en la purificación del santuario. En este pasaje, se explica que la sangre es utilizada específicamente para purificar el altar de oro, el altar del incienso, que se encontraba en el Lugar Santo, debido a la contaminación causada por los pecados del pueblo. Este rito de purificación no solo aplica a este altar, sino que, como veremos a lo largo de este ensayo, la sangre del sacrificio también se usaba para purificar el altar de bronce, las cortinas del santuario y el propiciatorio (Hilasterion), dependiendo de la persona involucrada en el pecado. Este análisis buscará entender el propósito de la purificación de estos elementos, citando pasajes clave de las Escrituras que explican su función en la expiación y restauración de la santidad en el tabernáculo.

Levítico 16:18-19: La Purificación del Altar de Oro
Comenzamos nuestro análisis con Levítico 16:18-19, donde Dios instruye al sumo sacerdote a utilizar la sangre del sacrificio hatta’t para purificar el altar de oro:

Levítico 16:18-19:
“Después saldrá al altar que está delante de Jehová y lo expiará; tomará de la sangre del becerro y de la sangre del macho cabrío, y la pondrá sobre los cuernos del altar alrededor. Y rociará sobre él de la sangre con su dedo siete veces, y lo limpiará y lo santificará de las impurezas de los hijos de Israel.”

Este pasaje se refiere claramente al altar del incienso, también conocido como el altar de oro, que estaba en el Lugar Santo, inmediatamente frente al velo que separaba el Lugar Santísimo. Este altar debía ser purificado con la sangre del sacrificio por el pecado debido a las impurezas causadas por los pecados del pueblo. Al aplicar la sangre a los cuernos del altar y rociarla siete veces, se llevaba a cabo una purificación completa, santificándolo y restaurándolo a su estado original de santidad. Este acto simboliza la necesidad de que los lugares de adoración sean limpiados de la contaminación del pecado antes de que los sacrificios y las ofrendas de incienso puedan ser aceptados por Dios.

Purificación del Altar de Bronce: El Sacrificio Hatta’t por el Pueblo
Cuando el pecado era cometido por alguien que no era sacerdote, la purificación se realizaba en el altar de bronce, también conocido como el altar de los holocaustos, ubicado en el atrio exterior del tabernáculo. Este altar era el lugar donde se ofrecían los sacrificios por el pecado del pueblo, y la sangre debía aplicarse sobre sus cuernos para purificarlo.

Levítico 4:27-30 describe el procedimiento cuando una persona del pueblo cometía un pecado inadvertido:

Levítico 4:27-30:
“Si alguna persona del pueblo pecare por yerro, haciendo algo contra alguno de los mandamientos de Jehová en cosas que no se han de hacer, incurriendo en culpa; luego que le fuere conocido su pecado que cometió, traerá por su ofrenda una cabra, una hembra sin defecto, por su pecado que cometió. Y pondrá su mano sobre la cabeza de la ofrenda por el pecado, y la degollará en el lugar del holocausto. Después tomará el sacerdote de la sangre con su dedo, y la pondrá sobre los cuernos del altar del holocausto, y derramará toda la sangre al pie del altar.”

Este pasaje nos enseña que cuando el pecado era cometido por alguien del pueblo, la sangre del sacrificio se aplicaba en el altar de bronce, lo que indica que los pecados del pueblo afectaban principalmente el atrio exterior, donde ellos interactuaban con el sistema sacrificial. El sacerdote tomaba la sangre y la aplicaba a los cuernos del altar para purificarlo y restaurar su santidad.

Purificación del Altar de Oro y las Cortinas: El Sacrificio Hatta’t por el Sacerdote
En contraste, cuando el pecado era cometido por un sacerdote, el sacrificio hatta’t debía ir más allá del altar de bronce y extenderse al altar de oro y las cortinas que separaban el Lugar Santo del Lugar Santísimo. Esto se debía a que los sacerdotes, que ministraban dentro del Lugar Santo, tenían acceso a áreas más sagradas del tabernáculo y, por lo tanto, su pecado afectaba estos lugares.

Levítico 4:3-7 explica el procedimiento cuando el sacerdote ungido pecaba:

Levítico 4:3-7:
“Si el sacerdote ungido pecare según el pecado del pueblo, ofrecerá a Jehová, por su pecado que ha cometido, un becerro sin defecto para expiación. Traerá el becerro a la puerta del tabernáculo de reunión delante de Jehová, y pondrá su mano sobre la cabeza del becerro, y lo degollará delante de Jehová. Y el sacerdote ungido tomará de la sangre del becerro, y la llevará al tabernáculo de reunión; y mojará el sacerdote su dedo en la sangre, y rociará de aquella sangre siete veces delante de Jehová, frente al velo del santuario. Y el sacerdote pondrá de la sangre sobre los cuernos del altar del incienso aromático, que está en el tabernáculo de reunión delante de Jehová; y derramará toda la sangre del becerro al pie del altar del holocausto, que está a la puerta del tabernáculo de reunión.”

Este pasaje nos muestra que cuando el pecado era cometido por un sacerdote, no solo el altar de bronce requería purificación, sino también las cortinas del santuario y el altar de oro. La sangre se rociaba sobre las cortinas para purificarlas, ya que el pecado del sacerdote contaminaba las barreras que separaban al pueblo de la presencia de Dios. Además, el altar del incienso, donde se ofrecían las oraciones del pueblo, también debía ser purificado para que la adoración pudiera ser aceptada.

Purificación del Propiciatorio: El Sacrificio Hatta’t por el Sumo Sacerdote y el Pueblo
Cuando el pecado era cometido por el sumo sacerdote o cuando se trataba del pecado de toda la congregación, la purificación debía extenderse aún más, llegando hasta el propiciatorio (Kapporet o Hilasterion), que estaba en el Lugar Santísimo, donde residía la presencia de Dios. Solo el sumo sacerdote tenía acceso a este lugar una vez al año, en el Día de la Expiación.

Levítico 16:14-15 describe el ritual del Día de la Expiación, donde la sangre del sacrificio por el pecado se aplicaba directamente sobre el propiciatorio:

Levítico 16:14-15:
“Tomará luego de la sangre del becerro, y la rociará con su dedo sobre el propiciatorio al lado oriental; y delante del propiciatorio rociará siete veces de aquella sangre con su dedo. Después degollará el macho cabrío en expiación por el pecado del pueblo, y llevará la sangre detrás del velo, y hará de aquella sangre como hizo con la sangre del becerro, rociándola sobre el propiciatorio y delante del propiciatorio.”

Este acto de rociar la sangre sobre el propiciatorio purificaba el Lugar Santísimo y hacía expiación por los pecados del sumo sacerdote, los sacerdotes y el pueblo entero. El propiciatorio era el lugar más sagrado del tabernáculo, representando el trono de la misericordia de Dios, y la sangre aseguraba que la relación entre Dios y su pueblo fuera restaurada.

La Purificación Basada en la Accesibilidad de los Involucrados
Es importante destacar que estas purificaciones se llevaban a cabo en función de la accesibilidad de las personas involucradas. Los miembros del pueblo común no tenían acceso más allá del atrio exterior, por lo que sus pecados se purificaban en el altar de bronce. Los sacerdotes, que ministraban en el Lugar Santo, requerían la purificación de las cortinas y el altar de oro. Finalmente, el sumo sacerdote, que entraba al Lugar Santísimo una vez al año, debía rociar la sangre sobre el propiciatorio para hacer expiación por él y por toda la nación.

Conclusión
El uso de la sangre del sacrificio hatta’t en la purificación del santuario nos enseña verdades profundas sobre la santidad de Dios y la seriedad del pecado. Cada nivel de acceso al santuario requería un nivel específico de purificación, desde el altar de bronce hasta el propiciatorio, dependiendo de quién había cometido el pecado. Esto prefiguraba la obra de Cristo, quien, como el Sumo Sacerdote perfecto, entró no en un tabernáculo terrenal, sino en los cielos mismos, purificando no solo los lugares terrenales, sino también los celestiales, y asegurando una expiación completa y definitiva para todos los que creen en Él (Hebreos 9:23-24).

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