06/04/2021
Ves a alguien llorando. Probablemente,
si no es por empatía, casi por acto reflejo, sentís cierta angustia, incomodidad, necesidad de hacer algo, de decir algo.
Esto se intensifica si esa persona es alguien con quien estás involucrado afectivamente.
Y entonces, pasa, a veces, que pedís casi automáticamente: “no llores”
¿Será que ponemos en juego nuestras defensas ante esa angustia?
¿Por qué pasa esto?
Porque la angustia incomoda.
¿Por qué incomoda la angustia?
Porque la angustia es incómoda.
Tan incómoda es la angustia que nadie quiere sentirla.
Porque la angustia anuda, aprieta, a veces asfixia. La angustia duele.
Pero la noticia es: “que llore”
Que a las angustias hay que vivirlas, transitarlas, llorarlas.
Así como la felicidad se transita, la angustia se transita también. No se calla.
A nadie se le ocurriría ver a alguien feliz, y pedirle: no te rías, sácate esa sonrisa de la cara, no seas feliz (?)
Así como vivimos con alegría la felicidad de otro, acompañemos y validemos la angustia ajena.
Pensemos otras formas de acercarnos a alguien que está llorando, con angustia o transitando un momento difícil:
✨¿Qué puedo hacer por vos?
✨¿Puedo darte un abrazo?
✨Estar en contacto
✨Explicar que está bien llorar, que es parte del proceso.
✨ Escuchar
✨ Respetar el espacio de quien se siente así
✨Ofrecer un descanso. (Siempre es bueno para reequilibrarnos emocionalmente)
✨Si es niñx, acompañar. Ayudarle a identificar la emoción. Explicar lo difícil del momento/situación. Validar lo que siente.
👉🏼Validemos las emociones